miércoles, 1 de abril de 2015

Evangelio 1 de Abril de 2015

  • Primera Lectura: Isaías 50, 4-9
    ""
    En aquellos días dijo Isaías: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no me he rebelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no me quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado. Tengo cerca a mi abogado, ¿quién pleiteará contra mí? Vamos a enfrentarnos: ¿Quién es mi rival? Que se acerque. Mirad, mi Señor me ayuda: ¿quién probará que soy culpable?
  • Salmo Responsorial: 68
    "Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor"
    Por ti he aguantado afrentas, / la vergüenza cubrió mi rostro. / Soy un extraño para mis heermanos, / un extranjero para los hijos de mi madre; / porque me devora el celo de tu templo, / y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R. La afrenta me destroza el corazón, / y desfallezco./ Espero compasión, y no la / hay, / consoladores, y no los encuentro. / En mi comida me echaron hiel, / para mi sed me dieron vinagre.R. Alabaré el nombre de Dios con cantos, / proclamaré su grandeza con acción de gracias. / Miradlo, los humildes, y alegráos, / buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón. / Que el Señor escucha a sus pobres, / no desprecia a sus cautivos. R
  • Evangelio: Mateo 26, 14-25
    ""
    En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El contesto: Id a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos". Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, Señor? El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo el Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¡Soy yo acaso, Maestro? El respondió: Así es.

Poncio Pilato ¿culpable o inocente?

Es muy duro llamar a un hombre deicida y echarle todo el peso de la muerte de Jesús


Por: P. Constancio Cabezón ofm | Fuente: Revista «Tierra Santa»




Es difícil escribir sobre Pilato, el gobernador romano que oficialmente condenó a muerte a Jesús. De él se ha dicho todo. Se le han aplicado toda clase de epítetos, desde deicida a débil. Además, está mencionado en el Credo: “Y padeció bajo Poncio Pilato”.
Es muy duro llamar a un hombre deicida y echar todo el peso de la muerte de Jesús a un gobernador que tenía un quinto puesto de responsabilidad dentro de la administración romana: el emperador Tiberio, el Senado, la Cancillería de Asuntos Exteriores, el legado de Siria y, en un quinto lugar, un modesto gobernador o prefecto que vigilaba una pequeña región con apenas un millón de habitantes.
Los Evangelios nos lo presentan como un hombre que, ante la inocencia de Jesús, no quiso condenarle y trató una y otra vez de salvarle, valiéndose de todos los resortes a su alcance. Si es cierto que el juicio de Jesús lo llevó al principio con ecuanimidad, al final la ecuanimidad fue empañada con la condena a muerte del Nazareno.

¿Cómo ha juzgado la historia a Pilato?
Veamos la personalidad de quienes hablaron mal de Pilato:
  • El rey Herodes Antipas - citado por Filón - decía de Pilato que era un hombre “venal, violento, rapaz, extorsivo y tirano”. Pero era fama y corría la voz entre la gente que el propio rey ejercía el oficio de espía del emperador Tiberio. Esto lo sabía el mismo Pilato. De ahí la enemistad entre los dos según señala el evangelista San Lucas (23,12). Esta enemistad se incrementó a causa de la muerte de unos galileos, súbditos del rey Herodes Antipas, que habían venido a Jerusalén a “ofrecer sacrificios” en el Templo. Pero es lógico pensar que harían algo más que ofrecer sacrificios, pues todos los años, e incluso ese mismo año, vinieron decenas de miles de galileos a celebrar la Pascua a Jerusalén y a ofrecer sacrificios y no les sucedió nada. Esta enemistad alcanzó cotas máximas al enterarse Pilato, por sus espías, que Herodes acumulaba gran cantidad de armas en lugares ocultos de Galilea. ¿Para qué?
  • El historiador Flavio Josefo lo cita para relatar ciertos hechos acontecidos en la región durante el tiempo de sus mandato, sin recalcar tintas negras sobre su persona.
  • El filósofo Filón, que vivió en un tiempo en que habían abrazado la fe cristiana numerosos intelectuales que emplearon la pluma en defensa del cristianismo. Los romanos no intervinieron en estas luchas religiosas porque o no conocían la fe cristiana o la tomaban como una de tantas creencias existentes en el imperio. Los judíos sí intervinieron ante la acusación de los cristianos de ser los responsables de la muerte de Jesús. Uno de estos judíos era Filón, quien para aminorar el golpe de los cristianos, recalcó tintas negras sobre Pilato, haciéndole responsable de ella, por ser un gobernador de naturaleza implacable, corrompido y cruel que no retrocedía ante nada, haciendo todo por orgullo y, a su vez, corrompido.
  • El historiador romano Tácito no conoció a Pilato, pero lo describe como “arbitrario y despiadado”. No sabemos las fuentes que tuvo Tácito para afirmar esto. Lo que sí sabemos es que la buena imagen que Pilato presenta en el juicio de Jesús, en el que quiere ser recto, no corresponde a un hombre despiadado.
  • Los apologistas cristianos de los primeros siglos son inmisericordes con Pilato por su debilidad.
  • Por su parte los judíos, atacaron duramente a Pilato como defensa ante las acusaciones de los cristianos que cargaban sobre ellos el peso de la muerte de Jesús.

¿Qué sabemos de Pilato?
La historia nos dice que fue enviado como gobernador a Palestina por Tiberio en el año 26 de nuestra era. Sucedía en el cargo a Valerio Grato y era el quinto gobernador de Roma en esta zona. Roma lo puso al frente de una circunscripción de segunda categoría a la que pertenecían tres pequeñas provincias: Judea, Samaría e Idumea. Esta última tenía fronteras poco definidas por lo que necesitaba vigilancia especial. Era una región difícil y problemática. En ella había frecuentes revueltas. No era procurador, como muchas veces hemos oído, sino un simple prefecto, como lo demuestra la lápida encontrada en Cesarea Marítima en 1961.
Su residencia oficial estaba en Cesarea, ciudad construida por Herodes el Grande, a la que puso tal nombre para congraciarse con el emperador César Augusto. El ambiente de la ciudad era helenizado, por lo que podía llevar una vida regalada, sin oler constantemente a carne asada de los sacrificios, como ocurría de residir en Jerusalén. Pero durante las grandes festividades judías en las que se congregaba gran número de peregrinos, se trasladaba a Jerusalén con el fin de evitar revueltas, ya que las aglomeraciones eran caldo de cultivo para ellas. La guarnición militar de Jerusalén no superaba los 4.500 soldados. No eran legionarios romanos sino tropas auxiliares, reclutadas entre sirios, griegos y samaritanos. Se dividían en “cohortes” y “alas”. En casos excepcionales el prefecto podía recurrir al legado de Siria, su superior inmediato, para pedir refuerzos.

El cometido del prefecto era: advertir a las autoridades religiosas locales que no se entrometieran en asuntos de la administración civil, el de recaudar los impuestos y el de evitar y reprimir levantamientos secesionistas.

El cargo de prefecto se renovaba cada tres años. Pilato estuvo diez, lo que dice mucho en su favor a pesar de las críticas severas que le han hecho y de la acusación de que no se preocupaba de los asuntos de la metrópoli. A este respecto no olvidemos que Tiberio tenía costumbre de retener a algunos funcionarios más de tres años, porque decía que al pretender enriquecerse en tan poco tiempo, podían cometer desmanes. Y ponía por ejemplo el de un hombre solo y abandonado al que acudían las moscas a chuparle la sangre por estar lleno de llagas. Pasó por allí uno que se compadeció del pobre y quiso espantar a las moscas. El llagado se opuso y gritando dijo: “Déjalas, ya me han chupado bastante y están hartas. Si las espantas vendrán otras hambrientas y me chuparán la poca sangre que me queda”.


Pilato, ¿antisemita?
La gestión de Pilato en Palestina estuvo marcada por varios hechos de cierta importancia. Nada mas llegar a esta región como reconocimiento al emperador Tiberio e influido por el ambiente antijudío del que hablaremos, mandó instalar en Jerusalén las insignias de su tropa con el estandarte del emperador, acompañado de las águilas imperiales. La presencia de representaciones humanas en la Ciudad Santa exaltó a los judíos. Fueron a protestar en masa a Cesarea, a la residencia de Pilato. Allí estuvieron vociferando durante cinco días. Al final, Pilato, cansado de tanto griterío, los amenazó con la tropa que ya tenía preparada. Ellos, lejos de temer, hicieron el gesto de desnudar sus cuellos, demostrando que estaban dispuestos a morir. Ante esta reacción inusitada, mandó quitar las imágenes y estandartes de Jerusalén. Poco tiempo después hizo lo mismo. Parece que recibió órdenes de Roma como se desprende de lo que vamos a decir.

Unos años antes, concretamente en el año 19 de nuestra era, cuatro judíos representativos de la comunidad de Roma engañaron a una tal Fulvia, esposa de un alto dignatario llamado Saturnino, amigo de Tiberio. El emperador, instigado por su amigo, mandó expulsar a todos los judíos de Roma y alrededores. El hecho de la expulsión tuvo graves consecuencias no sólo en Roma sino también en muchas provincias del imperio. Se suscitó además, un clima antijudío con repercusiones en el mal trato que se les daba y sobre todo el que los prefectos enviados a Palestina llevaban órdenes concretas de reprimirlos. Se ha de tener en cuenta esta circunstancia para comprender la actitud de Pilato en Palestina y no acusarlo de que no atendía bien los intereses de Roma en la zona, y que en vez de atraer a sus subordinados sentía hacia ellos vivo desprecio que repercutía en su proceder con ellos, buscando ocasiones para humillarlos. Además, sabemos que Tiberio sentía gran antipatía por los judíos y el todopoderoso Sejano, jefe de la guardia imperial, era el prototipo del antisemitismo.


Tomó dinero de las arcas del Templo
Otro de los casos sucedidos durante su mandato fue con ocasión del acueducto que construyó para llevar agua desde las cercanías de Belén a Jerusalén. Necesitaba dinero para costear la obra y lo tomó de las arcas del Templo de Jerusalén. Herodes el Grande también lo había hecho y, aun que fue criticado, no tuvo mayor repercusión. Pero en este caso el que lo hacía era pagano y además invasor. El hecho suscitó una rebelión. Para reprimirla Pilato usó una táctica curiosa. Envió soldados a Jerusalén, vestidos de paisano, sin espadas, pero con un garrote camuflado entre la ropa. Llevaban órdenes de entremezclarse con la gente alborotada y dar garrotazos al todo el que gritara. Como consecuencia de los golpes murieron muchos judíos, otros perdieron la vida pisoteados por la multitud que huía despavorida por las estrechas calles de la ciudad.


Pilato y los samaritanos
El peor de los casos sucedidos durante su mandato fue el del año 35 de nuestra era. Un iluminado samaritano convenció a muchos a alzarse contra los romanos ante la proximidad de los tiempos mesiánicos. El pueblo tomó las armas y se dirigió a Tarante, Monte Garizim. Pilato se anticipó y con sus tropas ocupó el camino que iba al monte sagrado de los samaritanos. Murieron muchos. Otros fueron hechos prisioneros y ejecutó a gran número de gente principal. Pilato esta vez tuvo mala suerte. La operación de su ejército en las faldas del monte coincidió con el nombramiento de un nuevo legado para Siria, del que dependía Palestina. Era Lucio Vitelio. Este, siguiendo su costumbre, quiso informarse de todo lo que había sucedido en la región revisando los archivos. A su vez, los samaritanos, repuestos del susto, enviaron una comisión para quejarse de los sucedido con Pilato, aduciendo que no se habían sublevado contra Roma.

Vitelio, mal compañero de Pilato, lo relevó de su puesto y lo envió a Roma para dar explicaciones al emperador. Tras 54 días de viaje, desembarcó en Italia días después de la muerte de su protector Tiberio, acaecida el 17 de marzo del 37. No sabemos más de él. Lo que sí sabemos es que todas las personas designadas por el emperador para un cargo, perdían sus funciones y pasaban al estado civil, si el emperador no les renovaba el nombramiento. Por eso, todo lo que después de su destitución se ha dicho de Pilato pertenece al género de la leyenda. Los franceses, por ejemplo, lo hicieron morir en Viena del Delfinado, como hicieron venir a Francia a otros personajes evangélicos, como a Marta, María y Lázaro. Son leyendas que aparecieron en los siglos X y XI.


Pilato y el proceso de Jesús
Respecto al comportamiento de Pilato en el proceso civil de Jesús, vemos que una y otra vez quiso salvar su vida. Ante una multitud que presionaba, que amenazaba con acusarlo a Roma, cedió. De haber sido Pilato plenamente contrario a Jesús, los evangelistas no hubieran recalcado tanto y tanto su voluntad de querer salvar a Jesús de la muerte en la cruz. Pilato se encontró entre la espada y la pared, por lo que cansado y asqueado del caso y de los que lo promovieron, sin saber qué hacer, lo remató con un procedimiento jurídico, valedero para las provincias del imperio, que constaba en la “Lex Iulia”, llamado “Extraordinaria cognitio”. De todos modos, condenando a Jesús, fue moralmente culpable y jurídicamente responsable: “El que me entregó a ti, tiene más culpa que tú” (Jn 19,11).

Como nota curiosa anotemos que la Iglesia de Etiopía celebra el 25 de junio su fiesta como mártir, y la Iglesia griega ortodoxa, el 27 de octubre, celebra la de su esposa Prócula.

PONCIO PILATO. Gobernador de Judea (26—37 d.C.)
P. Constancio Cabezón ofm

Tomado de la revista de la Custodia Franciscana de Tierra Santa: «Tierra Santa»

martes, 31 de marzo de 2015

Evangelio 31 de Marzo de 2015

  • Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: "Tu eres mi esclavo (Israel), de quien estoy orgulloso". Mientras yo pensaba: "En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas", en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel, -tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-. Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel: te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
  • Salmo Responsorial: 70
    "Mi boca contará tu auxilio"
    A ti, Señor, me acojo: / no quede yo derrotado para siempre; / tú que eres justo, / líbrame y ponme a salvo, / inclina a mí tu oído, y sálvame. R. Sé tú mi roca de refugio, / el alcázar donde me salve, / porque mi peña y mi alcázar eres tú./ Dios mío, líbrame de la mano perversa. R. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza /Y mi confianza, Señor, desde mi juventud. / En el vientre materno ya me apoyaba en ti, / en el seno, tú me sostenías. R. Mi boca contará tu auxilio, / y todo el día tu salvación. / Dios mío, me instruiste desde mi juventud, / y hasta hoy relato tus maravillas. R.
  • Evangelio: Juan 13, 21-33. 36-38
    ""
    En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: ¿quién es? Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida. Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará). Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.

La flagelación: cómo, cuándo y porqué

El caso de Jesús fue raro. Su flagelación no fue la legal que precedía a toda ejecución sino que fue un castigo especial


Por: P. Constancio Cabezón o.f.m. (Cardiólogo) | Fuente: christusrex.org




La flagelación en sí no fue un castigo exclusivo para Jesús. Lo mandaba la ley. La flagelación era un preámbulo legal a toda ejecución. Había una excepción: los ciudadanos romanos condenados a decapitación no eran flagelados, sino fustigados con la fusta. Esto se hacía, según Tito Livio, en el mismo lugar del suplicio, inmediatamente antes de la decapitación.

Los condenados a crucifixión eran flagelados habitualmente durante el trayecto que había entre el lugar donde se dictaba la sentencia y el del suplicio. Muy raro, como en el caso de Jesús, que se llevara a cabo en las dependencias del tribunal. Esto sólo se hacía en los casos en que la flagelación era sustitutiva de la pena capital. El caso de Jesús fue raro. Su flagelación no fue la legal que precedía a toda ejecución y que se daba en el trayecto, camino del suplicio, sino que constituyó un castigo especial, como veremos. Esto exige dos explicaciones: cuándo le flagelaron y el porqué.

Mateo y Marcos no nos dicen ni cuándo ni el porqué, sólo constatan el hecho: "Y habiendo hecho flagelar a Jesús, lo entregó (Pilato) para que lo crucificaran".

Lucas es más explícito, y cuando está explicando los esfuerzos de Pilato para salvar a Jesús, al final nos cita una frase del Prefecto: "Le castigaré y luego le soltaré". Ya vislumbramos algo. Juan nos afirma que Jesús fue flagelado durante los juicios de Pilato.Ya tenemos el cuándo. Veamos ahora el porqué:

Pilato juzga que la primera acusación hecha a Jesús ("Se ha hecho Hijo de Dios y según nuestra ley debe morir" no caía bajo la ley romana. Era cuestión religiosa y la Justicia romana no actuaba en estos casos para dirimirla. Por lo que consideró a Jesús inocente: "No encuentro en él, causa alguna de condenación".

Tras una deliberación de los judíos, éstos hacen una segunda acusación que sí entraba dentro de la Lex Julia: (Había permitido ser aclamado Hijo de David que según ellos iba a ser su rey). Quería hacerse rey y esto iba contra el Emperador. Pilato tiene obligación de atender esta acusación. Pilato pregunta a Jesús sobre su realeza y, no sacando nada en claro, lo considera de nuevo inocente.

Enterado de la estancia de Herodes en Jerusalén y siendo Jesús su súbdito, Pilato se lo envía a ver si le resuelve el problema. No es así y Pilato en el tercer juicio dice a los judíos: "Ni Herodes ni yo encontramos en él causa alguna de muerte".

Después de los fracasos anteriores, Pilato equipara a Jesús con un criminal y ladrón, con Barrabás. La propuesta era, a quién de los dos querían que les soltase. La plebe prefiere a Barrabás, a la vez que grita que Jesús sea crucificado.

Ante las decepciones anteriores, Pilato decidió dar a Jesús un sustitutivo de la pena capital, para acallar al pueblo: "Le castigaré y luego le soltare". Después de este episodio, es cuando Jesús es flagelado y viene el hecho del ECCE HOMO.

Y tenemos pues, el cuándo y el porqué.

Una vez la orden de castigo, Jesús fue atado con cuerdas gruesas y resistentes.Las manos por encima de la cabeza, quedando así, casi suspendido de la parte alta de la columna o del techo. De esta manera quedaba inutilizado, para que no pudiera defender algunas partes del cuerpo con los brazos, y para que en el caso de shock, no cayera al suelo.

El instrumento utilizado para la flagelación, fue el flagrum taxillatum, que se componía de un mango corto de madera, al que estaban fijos tres correas de cuero de unos 50 cms., en cuyas puntas tenían dos bolas de plomo alargadas, unidas por una estrechez entre ellas; otras veces eran los talli o astrágalos de carnero. El más usado era el de bolas de plomo.

El número de latigazos, según la ley hebrea, era de 40, pero ellos por escrúpulos de sobrepasarse, daban siempre 39. Pero Jesús fue flagelado por los romanos, en dependencia militar romana, por tanto more romano, es decir, según la costumbre romana, cuya ley no limitaba el número. Sólo estaban obligados a dejar a Jesús con vida, por dos razones: una, para poder mostrarle al público para que éste se compadeciera (era la intención de Pilato), y la otra, para que en caso de condena a muerte, llegara vivo al lugar de suplicio y crucificarlo vivo: era le ley.

Cuando los clásicos latinos nos hablan de esta flagelación more romano, nos dicen que el reo quedaba irreconocible en su aspecto y sangrando por todo el cuerpo. Así quedó Jesús. Por eso a la pregunta: ¿cuántos latigazos dieron a Jesús? la respuesta es, hasta que le dejaron irreconocible; hasta que se cansaron. La ley romana no limitaba el número. Todas las partes del cuerpo de Jesús fueron objeto de latigazos. Eso sí, respetaron la cabeza y la parte del corazón, porque hubiera podido morir, como les había sucedido con otros. Y en este caso tenían una consigna: no matarlo. Así lo había mandado Pilato: "Le castigaré y luego le soltaré"..

Las correas de cuero del flagrun taxillatum, cortaron en mayor o menor grado la piel de Jesús en todo su cuerpo: en la espalda, el tórax, los brazos, el vientre, los muslos, las piernas. Las bolas de plomo, caídas con fuerza sobre el cuerpo de Jesús, hicieron toda clase de heridas: contusiones, irritaciones cutáneas, escoriaciones, equímosis y llagas. Además, los golpes fuertes y repetidos sobre la espalda y el tórax, provocaron, sin duda, lesiones pleurales e incluso pericarditis, (como demostraremos en otra ocasión), con consecuencias muy graves para la respiración, la marcha del corazón y el dolor.

Pero si en la parte externa Jesús quedó irreconocible por las heridas y por la sangre, en el interior de su organismo sufrieron también lesiones muy graves órganos vitales, como el hígado y el riñón. Los golpes fuertes sobre la zona renal, instauraron sin duda, una disfunción en los riñones. Lo mismo podemos decir sobre el hígado, donde provocaron también una disfunción del mismo. A esta disfunción o insuficiencia hepato-renal, junto a mayor pérdida de sangre, fueron acompañadas de cambios electrolíticos y de otros parámetros biológicos con todas las consecuencias gravísimas para la supervivencia.

La disminución de la volemia por la nueva y abundante pérdida de sangre, aumentaron más gravemente la disnea o dificultad respiratoria, comenzada en Getsemaní. Esta disnea se aumentó todavía más, si cabía, por los golpes en la espalda y en el pecho que afectaron a órganos respiratorios y que además la hicieron dolorosa. Una hipercadmia muy seria estaba instaurada. Jesús tenía graves síntomas de asfixia. La hipotensión arterial comenzada en Getsemaní y aumentada con la desnutrición y la nueva pérdida de líquido corporal y de sangre, le dejaron materialmente sin fuerzas. Jesús no se tenía. Sin duda cayó, al desatarle las cuerdas, sobre el charco de sangre que había salido de su cuerpo. No olvidemos, que todo esto recayó sobre una dermis y epidermis sumamente sensible al dolor después de la hemathidrosis.

En las circunstancias de Jesús es imposible explicar médicamente el dolor que sentiría cada vez que recibía un correazo con las bolas de plomo. Podríamos decir que en estos momentos Jesús era SÓLO DOLOR.

lunes, 30 de marzo de 2015

Evangelio 30 de Marzo de 2015

  • Primera Lectura: Isaías 42, 1-7
    ""
    Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamara, no voceará por las calle. La caña cascada no la quebrará., el pabilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Así dice el Señor Dios, que creo y desplegó los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, dio el respiro al pueblo que lo habita y el aliento a los que se mueven en ella. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.
  • Salmo Responsorial: 26
    "El señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado"
    El Señor es li ley y mi salvación, / ¿a quien temeré? / El Señor es la defensa de mi vida, /¿Quién Me hará temblar?. R. Si un ejercito acampa contra mí, / mi corazón no tiembla; / si me declaran la guerra, / me siento tranquilo. R. Una cosa pido al Señor, / eso buscaré: / habitar en la casa del Señor / por los dias de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, / contemplando su templo. R. Él me protegerá en su tienda / el día del peligro; / me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca. R
  • Evangelio: Juan 12, 1-11
    ""
    Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando) Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis con vosotros, pero a mi no siempre me tenéis. Una muchedumbre de Judíos se entero de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

La flagelación: cómo, cuándo y porqué

El caso de Jesús fue raro. Su flagelación no fue la legal que precedía a toda ejecución sino que fue un castigo especial


Por: P. Constancio Cabezón o.f.m. (Cardiólogo) | Fuente: christusrex.org




La flagelación en sí no fue un castigo exclusivo para Jesús. Lo mandaba la ley. La flagelación era un preámbulo legal a toda ejecución. Había una excepción: los ciudadanos romanos condenados a decapitación no eran flagelados, sino fustigados con la fusta. Esto se hacía, según Tito Livio, en el mismo lugar del suplicio, inmediatamente antes de la decapitación.

Los condenados a crucifixión eran flagelados habitualmente durante el trayecto que había entre el lugar donde se dictaba la sentencia y el del suplicio. Muy raro, como en el caso de Jesús, que se llevara a cabo en las dependencias del tribunal. Esto sólo se hacía en los casos en que la flagelación era sustitutiva de la pena capital. El caso de Jesús fue raro. Su flagelación no fue la legal que precedía a toda ejecución y que se daba en el trayecto, camino del suplicio, sino que constituyó un castigo especial, como veremos. Esto exige dos explicaciones: cuándo le flagelaron y el porqué.

Mateo y Marcos no nos dicen ni cuándo ni el porqué, sólo constatan el hecho: "Y habiendo hecho flagelar a Jesús, lo entregó (Pilato) para que lo crucificaran".

Lucas es más explícito, y cuando está explicando los esfuerzos de Pilato para salvar a Jesús, al final nos cita una frase del Prefecto: "Le castigaré y luego le soltaré". Ya vislumbramos algo. Juan nos afirma que Jesús fue flagelado durante los juicios de Pilato.Ya tenemos el cuándo. Veamos ahora el porqué:

Pilato juzga que la primera acusación hecha a Jesús ("Se ha hecho Hijo de Dios y según nuestra ley debe morir" no caía bajo la ley romana. Era cuestión religiosa y la Justicia romana no actuaba en estos casos para dirimirla. Por lo que consideró a Jesús inocente: "No encuentro en él, causa alguna de condenación".

Tras una deliberación de los judíos, éstos hacen una segunda acusación que sí entraba dentro de la Lex Julia: (Había permitido ser aclamado Hijo de David que según ellos iba a ser su rey). Quería hacerse rey y esto iba contra el Emperador. Pilato tiene obligación de atender esta acusación. Pilato pregunta a Jesús sobre su realeza y, no sacando nada en claro, lo considera de nuevo inocente.

Enterado de la estancia de Herodes en Jerusalén y siendo Jesús su súbdito, Pilato se lo envía a ver si le resuelve el problema. No es así y Pilato en el tercer juicio dice a los judíos: "Ni Herodes ni yo encontramos en él causa alguna de muerte".

Después de los fracasos anteriores, Pilato equipara a Jesús con un criminal y ladrón, con Barrabás. La propuesta era, a quién de los dos querían que les soltase. La plebe prefiere a Barrabás, a la vez que grita que Jesús sea crucificado.

Ante las decepciones anteriores, Pilato decidió dar a Jesús un sustitutivo de la pena capital, para acallar al pueblo: "Le castigaré y luego le soltare". Después de este episodio, es cuando Jesús es flagelado y viene el hecho del ECCE HOMO.

Y tenemos pues, el cuándo y el porqué.

Una vez la orden de castigo, Jesús fue atado con cuerdas gruesas y resistentes.Las manos por encima de la cabeza, quedando así, casi suspendido de la parte alta de la columna o del techo. De esta manera quedaba inutilizado, para que no pudiera defender algunas partes del cuerpo con los brazos, y para que en el caso de shock, no cayera al suelo.

El instrumento utilizado para la flagelación, fue el flagrum taxillatum, que se componía de un mango corto de madera, al que estaban fijos tres correas de cuero de unos 50 cms., en cuyas puntas tenían dos bolas de plomo alargadas, unidas por una estrechez entre ellas; otras veces eran los talli o astrágalos de carnero. El más usado era el de bolas de plomo.

El número de latigazos, según la ley hebrea, era de 40, pero ellos por escrúpulos de sobrepasarse, daban siempre 39. Pero Jesús fue flagelado por los romanos, en dependencia militar romana, por tanto more romano, es decir, según la costumbre romana, cuya ley no limitaba el número. Sólo estaban obligados a dejar a Jesús con vida, por dos razones: una, para poder mostrarle al público para que éste se compadeciera (era la intención de Pilato), y la otra, para que en caso de condena a muerte, llegara vivo al lugar de suplicio y crucificarlo vivo: era le ley.

Cuando los clásicos latinos nos hablan de esta flagelación more romano, nos dicen que el reo quedaba irreconocible en su aspecto y sangrando por todo el cuerpo. Así quedó Jesús. Por eso a la pregunta: ¿cuántos latigazos dieron a Jesús? la respuesta es, hasta que le dejaron irreconocible; hasta que se cansaron. La ley romana no limitaba el número. Todas las partes del cuerpo de Jesús fueron objeto de latigazos. Eso sí, respetaron la cabeza y la parte del corazón, porque hubiera podido morir, como les había sucedido con otros. Y en este caso tenían una consigna: no matarlo. Así lo había mandado Pilato: "Le castigaré y luego le soltaré"..

Las correas de cuero del flagrun taxillatum, cortaron en mayor o menor grado la piel de Jesús en todo su cuerpo: en la espalda, el tórax, los brazos, el vientre, los muslos, las piernas. Las bolas de plomo, caídas con fuerza sobre el cuerpo de Jesús, hicieron toda clase de heridas: contusiones, irritaciones cutáneas, escoriaciones, equímosis y llagas. Además, los golpes fuertes y repetidos sobre la espalda y el tórax, provocaron, sin duda, lesiones pleurales e incluso pericarditis, (como demostraremos en otra ocasión), con consecuencias muy graves para la respiración, la marcha del corazón y el dolor.

Pero si en la parte externa Jesús quedó irreconocible por las heridas y por la sangre, en el interior de su organismo sufrieron también lesiones muy graves órganos vitales, como el hígado y el riñón. Los golpes fuertes sobre la zona renal, instauraron sin duda, una disfunción en los riñones. Lo mismo podemos decir sobre el hígado, donde provocaron también una disfunción del mismo. A esta disfunción o insuficiencia hepato-renal, junto a mayor pérdida de sangre, fueron acompañadas de cambios electrolíticos y de otros parámetros biológicos con todas las consecuencias gravísimas para la supervivencia.

La disminución de la volemia por la nueva y abundante pérdida de sangre, aumentaron más gravemente la disnea o dificultad respiratoria, comenzada en Getsemaní. Esta disnea se aumentó todavía más, si cabía, por los golpes en la espalda y en el pecho que afectaron a órganos respiratorios y que además la hicieron dolorosa. Una hipercadmia muy seria estaba instaurada. Jesús tenía graves síntomas de asfixia. La hipotensión arterial comenzada en Getsemaní y aumentada con la desnutrición y la nueva pérdida de líquido corporal y de sangre, le dejaron materialmente sin fuerzas. Jesús no se tenía. Sin duda cayó, al desatarle las cuerdas, sobre el charco de sangre que había salido de su cuerpo. No olvidemos, que todo esto recayó sobre una dermis y epidermis sumamente sensible al dolor después de la hemathidrosis.

En las circunstancias de Jesús es imposible explicar médicamente el dolor que sentiría cada vez que recibía un correazo con las bolas de plomo. Podríamos decir que en estos momentos Jesús era SÓLO DOLOR.