miércoles, 28 de marzo de 2018

Evangelio 28 de Marzo de 2018

Color: Morado

Santos:

Lecturas del día:

  • Primera lectura

    Isaías 50:4-9
    4 El Señor Yahveh me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos;
    5 el Señor Yahveh me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás.
    6 Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos.
    7 Pues que Yahveh habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado.
    8 Cerca está el que me justifica: ¿quién disputará conmigo? Presentémonos juntos: ¿quién es mi demandante? ¡que se llegue a mí!
    9 He aquí que el Señor Yahveh me ayuda: ¿quién me condenará? Pues todos ellos como un vestido se gastarán, la polilla se los comerá.
  • Salmo responsorial

    Salmo 69:8-10, 21-22, 31, 33-34
    8 Pues por ti sufro el insulto, y la vergüenza cubre mi semblante;
    9 para mis hermanos soy un extranjero, un desconocido para los hijos de mi madre;
    10 pues me devora el celo de tu casa, y caen sobre mí los insultos de los que te insultan.
    21 El oprobio me ha roto el corazón y desfallezco. Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno.
    22 Veneno me han dado por comida, en mi sed me han abrevado con vinagre.
    31 El nombre de Dios celebraré en un cántico, le ensalzaré con la acción de gracias;
    33 Lo han visto los humildes y se alegran; ¡viva vuestro corazón, los que buscáis a Dios!
    34 Porque Yahveh escucha a los pobres, no desprecia a sus cautivos.
  • Evangelio

    Mateo 26:14-25
    14 Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes,
    15 y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta monedas de plata.
    16 Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.
    17 El primer día de los Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?»
    18 El les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos."»
    19 Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
    20 Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce.
    21 Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.»
    22 Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?»
    23 El respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará.
    24 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
    25 Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has dicho.»

Evangelio meditado

¿Acaso soy yo maestro?
Santo Evangelio según San Mateo 26, 14-25. Martes Santo.


Por: H. Jorge Alberto Leaños García, L.C. | Fuente: missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
En este especial periodo de conversión, ayúdame, Señor, a transformar mi actitud para saber pedir perdón por mis caídas y, al mismo tiempo, para tomar una renovado aliento en todo lo que me pidas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?". Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: "¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?". Él respondió: "Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: 'El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa'". Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: "Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme". Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: "¿Acaso soy yo, Señor?". Él respondió: "El que moja su pan en el mismo plato que Yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido". Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: "¿Acaso soy yo, Maestro?". Jesús le respondió: "Tú lo has dicho".
Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Estamos por entrar al núcleo de la Semana Santa; el Evangelio nos pone sobre un importante personaje que nos ayuda a meditar en los momentos que le hemos fallado a Dios. Pero más aún, para pensar en aquellas caídas de las cuales no hemos querido levantarnos como Dios lo hubiese deseado.
Judas dejó de creer. Cayó en la indiferencia después de haber visto lo que tantos profetas y reyes añoraban contemplar. Comenzó a pensar con una mentalidad puramente terrenal. Podemos decir que fue el discípulo que no quisoconfiar, no quiso ver, no quiso… y Dios respetó ese deseo, no se impuso, pues nos ha regalado, misteriosamente, la libertad para elegir.
Aquel discípulo es el hombre con el que nos podemos comparar cuando no queremos responder a la llamada de Dios. Es difícil hacer esta comparación, pues se trata de recordar el "no" que le pudimos haber dado a Dios. Judas, tal vez un poco tarde, se dio cuenta de sus actos. Y, sin querer ser guiado por el Espíritu Santo, hizo lo que sus impulsos le indujeron hacer. Los malos sentimientos se apoderaron de él para actuar como lo hizo y no supo levantarse.
En esta Semana Santa contemplemos y meditemos las llagas que fueron causa de cada uno de nuestros pecados y busquemos la oportunidad de sanarlas.
Para mí, la figura que más me hace pensar en la actitud del Señor con la oveja perdida es la actitud del Señor con Judas. La oveja descarriada más perfecta en el Evangelio es Judas. Él es un hombre que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo para criticar de los demás, siempre distanciado: un hombre que no conocía la dulzura de la gratuidad de vivir con todos los demás. Y dado que esta oveja no estaba satisfecha, escapaba. Judas escapaba porque era un ladrón, otros son lujuriosos e igualmente escapan porque existe esa tiniebla en el corazón que les aleja del grey. Estamos ante esa doble vida que existe en tantos cristianos.
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de diciembre de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Meditar en la pasión de Nuestro Señor y pedirle perdón por las veces que le hemos traicionado.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

martes, 27 de marzo de 2018

Evangelio 27 de Marzo de 2018

Color: Morado

Santos:

Lecturas del día:

  • Primera lectura

    Isaías 49:1-6
    1 ¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre.
    2 Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su carcaj me guardó.
    3 Me dijo: «Tú eres mi siervo (Israel), en quien me gloriaré.»
    4 Pues yo decía: «Por poco me he fatigado, en vano e inútilmente mi vigor he gastado. ¿De veras que Yahveh se ocupa de mi causa, y mi Dios de mi trabajo?»
    5 Ahora, pues, dice Yahveh, el que me plasmó desde el seno materno para siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él, y que Israel se le una. Mas yo era glorificado a los ojos de Yahveh, mi Dios era mi fuerza.
    6 «Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.»
  • Salmo responsorial

    Salmo 71:1-6, 15, 17
    1 A ti, Yahveh, me acojo, ¡no sea confundido jamás!
    2 ¡Por tu justicia sálvame, libérame! tiende hacia mí tu oído y sálvame!
    3 ¡Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve, pues mi roca eres tú y mi fortaleza.
    4 ¡Dios mío, líbrame de la mano del impío, de las garras del perverso y del violento!
    5 Pues tú eres mi esperanza, Señor, Yahveh, mi confianza desde mi juventud.
    6 En ti tengo mi apoyo desde el seno, tú mi porción desde las entrañas de mi madre; ¡en ti sin cesar mi alabanza!
    15 publicará mi boca tu justicia, todo el día tu salvación.
    17 ¡Oh Dios, desde mi juventud me has instruido, y yo he anunciado hasta hoy tus maravillas!
  • Evangelio

    Juan 13:21-33, 36-38
    21 Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.»
    22 Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba.
    23 Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús.
    24 Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando.»
    25 El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?»
    26 Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.» Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote.
    27 Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto.»
    28 Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía.
    29 Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres.
    30 En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.
    31 Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.
    32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.»
    33 «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros.
    36 Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.»
    37 Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.»
    38 Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces.»

Evangelio meditado

Encuentro, gratitud y compromiso.
Santo Evangelio según San Juan 13, 21-33. 36-38. Martes Santo.


Por: H. Jesús Salazar, L.C. | Fuente: missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame un corazón agradecido que pueda amarte a pesar de mis muchos errores.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: "Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar". Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: "¿De quién lo dice?". Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: "Señor, ¿quién es?". Le contestó Jesús: "Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar". Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el bocado, entró en él Satanás.
Jesús le dijo entonces a Judas: "Lo que tienes que hacer, hazlo pronto". Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a su cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche.
Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
"Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dije a los judíos, así se lo digo a ustedes ahora: 'A donde yo voy, ustedes no pueden ir' ". Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". Jesús le contestó: "¿Con que darás tu vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces".


Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Con el Evangelio que meditamos hoy, Jesús nos quiere preparar para que vivamos los días que nos quedan de esta Semana Santa de una forma más intensa y en primera persona. Nos encontramos en el momento más crucial de Jesús con sus discípulos -su último momento juntos-.
Después de estar tres años con Él, sus discípulos se han acostumbrado a verlo; han vencido dificultades juntos, se han divertido, han visto los milagros, pero en este último momento, están solos con el Maestro. Éste es el momento donde entramos cada uno de nosotros en el Evangelio. En él nos vemos reflejados todos sin excepción.
En primer lugar, ¿quién no ha rechazado a Cristo y lo ha vendido por obtener un "bien aparente"? Judas Iscariote siempre aparece como el villano de la película, pero nosotros también tenemos un papel en él. Cuando nos dejamos llevar por el mal, entran las tinieblas en nosotros, nuestros ojos no brillan igual, buscamos escondernos de Dios, vemos nuestra desnudez y queriendo cubrirla nos sentimos más vacíos. Pero lo peor no es esto, lo peor es que no se dejó perdonar juzgándose él mismo.
La segunda actitud que encontramos es la del héroe. ¿Quién más que Juan acompañó al Señor hasta su muerte? Esta actitud de valentía Juan no la logró solo, únicamente pudo acompañar al Maestro hasta el final porque confió en Dios y le fue dada la gracia. Por sus propias fuerzas era imposible que se hubiera mantenido al pie de la cruz con el temor a que fuera él el próximo crucificado. La verdadera actitud heroica en este caso es el amar y sentirse amado, ése es el motor del apóstol.
La tercera actitud es la actitud de la emoción. Pedro precipitadamente le dice a Jesús que lo seguirá donde sea. Jesús, conociendo el corazón de Pedro, sabía que lo iba a negar, que se iba a equivocar, pero Pedro seguía insistiendo que no. Llegada la hora, Jesús tuvo razón. La traición de Judas y la de Pedro fueron exactamente iguales de dolorosas para Jesús. ¿Dónde está la diferencia? Pedro se dejó perdonar, y su emoción repentina se transformó en fuerza para cambiar de vida. De ahora en adelante el centro de su vida sería Jesús, aquel hombre que lo perdonó ya resucitado.
El encuentro personal con Jesús no nos puede dejar indiferentes, del encuentro brota la gratitud del que se siente amado y perdonado y de la gratitud brota el compromiso ¿Qué voy a hacer ahora que Cristo se cruzó en mi vida?
La fe nos abre a tener un amor concreto, no de ideas, concreto, de obras, de manos tendidas, de compasión; que sabe construir y reconstruir la esperanza cuando parece que todo se pierde. Así nos volvemos partícipes de la acción divina, esa que nos describe el apóstol Juan cuando nos muestra a Dios que enjuga las lágrimas de sus hijos. Y esta tarea divina Dios la hace con la misma ternura que una madre busca secar las lágrimas de sus hijos. Qué linda pregunta la que nos puede hacer el Señor a cada uno de nosotros al final del día: ¿cuántas lágrimas has secado hoy?
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré encontrarme con el Señor y le preguntaré: qué quieres de mí. Y le responderé con gratitud y compromiso, confiando en su gracia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

lunes, 26 de marzo de 2018

Evangelio 26 de Marzo de 2018

Color: Morado

Santos:

Lecturas del día:

  • Primera lectura

    Isaías 42:1-7
    1 He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones.
    2 No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz.
    3 Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará. Lealmente hará justicia;
    4 no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas.
    5 Así dice el Dios Yahveh, el que crea los cielos y los extiende, el que hace firme la tierra y lo que en ella brota, el que da aliento al pueblo que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan.
    6 Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes,
    7 para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas.
  • Salmo responsorial

    Salmo 27:1-3, 13-14
    1 Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahveh, el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?
    2 Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben.
    3 Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra contra mí, estoy seguro en ella.
    13 ¡Ay, si estuviera seguro de ver la bondad de Yahveh en la tierra de los vivos!
    14 Espera en Yahveh, ten valor y firme corazón, espera en Yahveh.
  • Evangelio

    Juan 12:1-11
    1 Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos.
    2 Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
    3 Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume.
    4 Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar:
    5 «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?»
    6 Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella.
    7 Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura.
    8 Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis.»
    9 Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
    10 Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro,
    11 porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.

Evangelio meditado

Un buen perfume
Santo Evangelio según San Juan 12, 1-11. Lunes Santo


Por: H. Rodrigo Marín, L.C. | Fuente: missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
¡Señor, me has dado tanto! Hoy quiero pedirte que me ayudes a experimentar el dulce perfume de tu presencia en mi vida. Déjame sentarme a tus pies y escuchar lo que me quieres decir hoy. Enséñame a amarte cada día más.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume.
Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: "¿Por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?". Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella.
Entonces dijo Jesús: "Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres sostendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán".
Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús.


Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Estamos a una semana de la pasión del Señor. Jesús va a una casa donde es recibido por sus amigos. Es María quien se tira a sus pies y derrama sobre ellos el perfume tan caro que seguramente había adquirido con mucho esfuerzo.
¿Cuál es el perfume que tenemos nosotros, el que con tantos esfuerzos hemos conseguido, el que nos ha costado sudor y sangre conseguirlo y que Cristo está deseoso de que lo derramemos en sus pies?
Dios premia siempre la generosidad con la que actuamos en nuestra vida. Esta Semana Santa que está comenzando es una semana para dar, para acompañar a Cristo, para amarlo.
Pidámosle a María que nos de la gracia de darle todo lo que Dios quiere de nosotros.
Pensemos en la pecadora en la casa de Simón: entraba allí, desesperada, lloraba, despeinada, con el perfume en la mano. Y Simón la miró y dijo: "Descarada, ¡si este fuera profeta y supiera quién es esta!". Esa mujer corrió el riesgo de ser juzgada. Como la samaritana arriesgó cuando empezó a discutir con Jesús: como adúltera que era, arriesgó y encontró la salvación. Las mujeres arriesgan más que los hombres: es verdad, son más buenas y esto debemos reconocerlo. Seguir a Jesús no es fácil pero es bonito y siempre se arriesga, y muchas veces se convierte en ridículo. Pero se encuentra una cosa importante: tus pecados son perdonados.
(Homilía del Papa Francisco, 13 de enero de 2017, en santa Marta)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En una visita a Jesús le pediré que sea Él el único perfume de mi vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Evangelio 25 de marzo de 2018

Color: Rojo

Santos:

Lecturas del día:

  • Primera lectura

    Isaías 50:4-7
    4 El Señor Yahveh me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos;
    5 el Señor Yahveh me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás.
    6 Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos.
    7 Pues que Yahveh habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado.
  • Salmo responsorial

    Salmo 22:8-9, 17-20, 23-24
    8 todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza:
    9 «Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le ama!»
    17 Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies.
    18 Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran,
    19 repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.
    20 ¡Mas tú, Yahveh, no te estés lejos, corre en mi ayuda, oh fuerza mía,
    23 ¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!:
    24 «Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel».
  • Segunda lectura

    Filipenses 2:6-11
    6 El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
    7 Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre;
    8 y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
    9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre.
    10 Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos,
    11 y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre.
  • Evangelio

    Marcos 14:1--15:47
    1 Faltaban dos días para la Pascua y los Azimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle.
    2 Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo.»
    3 Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza.
    4 Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume?
    5 Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres.» Y refunfuñaban contra ella.
    6 Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí.
    7 Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre.
    8 Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura.
    9 Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya.»
    10 Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo.
    11 Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno.
    12 El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?»
    13 Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle
    14 y allí donde entre, decid al dueño de la casa: "El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?"
    15 El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros.»
    16 Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.
    17 Y al atardecer, llega él con los Doce.
    18 Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo.»
    19 Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Acaso soy yo?»
    20 El les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato.
    21 Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
    22 Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.»
    23 Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella.
    24 Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.
    25 Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.»
    26 Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
    27 Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.
    28 Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.»
    29 Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no.»
    30 Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.»
    31 Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Lo mismo decían también todos.
    32 Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración.»
    33 Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia.
    34 Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad.»
    35 Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora.
    36 Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.»
    37 Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar?
    38 Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.»
    39 Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras.
    40 Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle.
    41 Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
    42 ¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca.»
    43 Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.
    44 El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela.»
    45 Nada más llegar, se acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso.
    46 Ellos le echaron mano y le prendieron.
    47 Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja.
    48 Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos?
    49 Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan las Escrituras.»
    50 Y abandonándole huyeron todos.
    51 Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen.
    52 Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.
    53 Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.
    54 También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego.
    55 Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban.
    56 Pues muchos daban falso testimonio contra él, pero los testimonios no coincidían.
    57 Algunos, levantándose, dieron contra él este falso testimonio:
    58 «Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres.»
    59 Y tampoco en este caso coincidía su testimonio.
    60 Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?»
    61 Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?»
    62 Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo.»
    63 El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
    64 Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?» Todos juzgaron que era reo de muerte.
    65 Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los criados le recibieron a golpes.
    66 Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote
    67 y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: «También tú estabas con Jesús de Nazaret.»
    68 Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al portal, y cantó un gallo.
    69 Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Este es uno de ellos.»
    70 Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además eres galileo.»
    71 Pero él, se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!»
    72 Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.» Y rompió a llorar.
    1 Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato.
    2 Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices.»
    3 Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas.
    4 Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.»
    5 Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.
    6 Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran.
    7 Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato.
    8 Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder.
    9 Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?»
    10 (Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia.)
    11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás.
    12 Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?»
    13 La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!»
    14 Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «Crucifícale!»
    15 Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
    16 Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte.
    17 Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen.
    18 Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!»
    19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
    20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.
    21 Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz.
    22 Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario.
    23 Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó.
    24 Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno.
    25 Era la hora tercia cuando le crucificaron.
    26 Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.»
    27 Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda.
    29 Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días,
    30 ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!»
    31 Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse.
    32 ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban los que con él estaban crucificados.
    33 Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
    34 A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», - que quiere decir - «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»
    35 Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.»
    36 Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.»
    37 Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.
    38 Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo.
    39 Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.»
    40 Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé,
    41 que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
    42 Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado,
    43 vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús.
    44 Se extraño Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo.
    45 Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José,
    46 quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro.
    47 María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto.

    O también:
    Marcos 15:1-39
    1 Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato.
    2 Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices.»
    3 Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas.
    4 Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.»
    5 Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.
    6 Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran.
    7 Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato.
    8 Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder.
    9 Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?»
    10 (Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia.)
    11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás.
    12 Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?»
    13 La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!»
    14 Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «Crucifícale!»
    15 Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
    16 Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte.
    17 Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen.
    18 Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!»
    19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
    20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.
    21 Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz.
    22 Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario.
    23 Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó.
    24 Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno.
    25 Era la hora tercia cuando le crucificaron.
    26 Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.»
    27 Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda.
    29 Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días,
    30 ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!»
    31 Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse.
    32 ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban los que con él estaban crucificados.
    33 Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
    34 A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», - que quiere decir - «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»
    35 Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.»
    36 Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.»
    37 Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.
    38 Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo.
    39 Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.»