miércoles, 12 de abril de 2017

Evangelio 12 de Abril de 2017

Color: Morado

Santos:

Lecturas del día:

  • Primera lectura

    Isaías 50:4-9
    4 El Señor Yahveh me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos;
    5 el Señor Yahveh me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás.
    6 Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos.
    7 Pues que Yahveh habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado.
    8 Cerca está el que me justifica: ¿quién disputará conmigo? Presentémonos juntos: ¿quién es mi demandante? ¡que se llegue a mí!
    9 He aquí que el Señor Yahveh me ayuda: ¿quién me condenará? Pues todos ellos como un vestido se gastarán, la polilla se los comerá.
  • Salmo responsorial

    Salmo 69:8-10, 21-22, 31, 33-34
    8 Pues por ti sufro el insulto, y la vergüenza cubre mi semblante;
    9 para mis hermanos soy un extranjero, un desconocido para los hijos de mi madre;
    10 pues me devora el celo de tu casa, y caen sobre mí los insultos de los que te insultan.
    21 El oprobio me ha roto el corazón y desfallezco. Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno.
    22 Veneno me han dado por comida, en mi sed me han abrevado con vinagre.
    31 El nombre de Dios celebraré en un cántico, le ensalzaré con la acción de gracias;
    33 Lo han visto los humildes y se alegran; ¡viva vuestro corazón, los que buscáis a Dios!
    34 Porque Yahveh escucha a los pobres, no desprecia a sus cautivos.
  • Evangelio

    Mateo 26:14-25
    14 Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes,
    15 y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta monedas de plata.
    16 Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.
    17 El primer día de los Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?»
    18 El les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos."»
    19 Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
    20 Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce.
    21 Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.»
    22 Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?»
    23 El respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará.
    24 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
    25 Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has dicho.»

Evangelio meditado

¿Acaso soy yo,Señor?
San Mateo 26, 14-25. Miércoles Santo.


Por: H. Hiram Galán LC | Fuente: www.missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, quiero dejarme amar, estoy cansado de buscar fuera de Ti, Me rindo ante Ti, lléname con tu amor para que yo sea capaz de renunciar a todo por Ti
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?". Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: "¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?". Él respondió: "Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’". Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: "Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme". Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: "¿Acaso soy yo, Señor?". Él respondió: "El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido". Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: "¿Acaso soy yo, Maestro?". Jesús le respondió: "Tú lo has dicho".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Es la pregunta que resuena en cada uno de nuestros corazones al escuchar este Evangelio. Y si no es así, es porque algo no está del todo bien. Es decir, ¿me siento tan seguro de mi amor a Dios que creo ilusoriamente que jamás podría traicionarlo? De hecho, afirmar esto es ya una traición; nuestra vida, tristemente, es un continuo traicionar el amor de Dios al poner otras cosas por delante de su amor.
Traicionamos al Señor por menos que treinta monedas de plata: un buen puesto de trabajo, una buena reputación,un amor desordenado o prohibido, un mejor automóvil, etc. Debemos tener esta conciencia de pobres y débiles pecadores necesitados de la gracia y amor de Dios, pero no con un sentido pesimista y negativo, sino como el niño consciente de su incapacidad para subir las escaleras, que le extiende los brazos a su amado padre para que le cargue y le suba.
Es esto lo que nos pide el Señor, Él conoce el barro del que estamos hechos. Si bien ama nuestro esfuerzo por alcanzar la santidad, ama aún más nuestra miseria cuando, confiando plenamente en Él, la abandonamos en el infinito mar de su Divina Misericordia.
Judas es una oveja descarriada, también nosotros debemos entender a las ovejas descarriadas. También nosotros tenemos alguna cosilla, pequeña o no tan pequeña, de la oveja descarriada. Debemos entender que no es un error lo que hizo la oveja descarriada: es una enfermedad, es una enfermedad que tenía en el corazón. Cuando fue al templo para realizar su doble vida, cuando dio el beso al Señor en el huerto, y después las monedas que recibió de los sacerdotes... No es un error. Lo hizo... estaba en la tiniebla. Tenía el corazón dividido, disociado. Por ello se puede decir que él es la imagen perfecta de la oveja descarriada. Jesús, el pastor, va a buscarlo: "haz lo que debes hacer, amigo", y lo besa. Pero Judas no entiende.
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de diciembre de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Trataré de contemplar una imagen del Sagrado Corazón recordando todas las gracias y bendiciones que ha derramado a lo largo de mi vida y pidiéndole perdón por las veces que he rechazado su amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

martes, 11 de abril de 2017

Evangelio 11 de Abril de 2017

Color: Morado

Santos:

Lecturas del día:

  • Primera lectura

    Isaías 49:1-6
    1 ¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre.
    2 Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su carcaj me guardó.
    3 Me dijo: «Tú eres mi siervo (Israel), en quien me gloriaré.»
    4 Pues yo decía: «Por poco me he fatigado, en vano e inútilmente mi vigor he gastado. ¿De veras que Yahveh se ocupa de mi causa, y mi Dios de mi trabajo?»
    5 Ahora, pues, dice Yahveh, el que me plasmó desde el seno materno para siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él, y que Israel se le una. Mas yo era glorificado a los ojos de Yahveh, mi Dios era mi fuerza.
    6 «Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.»
  • Salmo responsorial

    Salmo 71:1-6, 15, 17
    1 A ti, Yahveh, me acojo, ¡no sea confundido jamás!
    2 ¡Por tu justicia sálvame, libérame! tiende hacia mí tu oído y sálvame!
    3 ¡Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve, pues mi roca eres tú y mi fortaleza.
    4 ¡Dios mío, líbrame de la mano del impío, de las garras del perverso y del violento!
    5 Pues tú eres mi esperanza, Señor, Yahveh, mi confianza desde mi juventud.
    6 En ti tengo mi apoyo desde el seno, tú mi porción desde las entrañas de mi madre; ¡en ti sin cesar mi alabanza!
    15 publicará mi boca tu justicia, todo el día tu salvación.
    17 ¡Oh Dios, desde mi juventud me has instruido, y yo he anunciado hasta hoy tus maravillas!
  • Evangelio

    Juan 13:21-33, 36-38
    21 Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.»
    22 Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba.
    23 Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús.
    24 Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando.»
    25 El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?»
    26 Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.» Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote.
    27 Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto.»
    28 Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía.
    29 Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres.
    30 En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.
    31 Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.
    32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.»
    33 «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros.
    36 Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.»
    37 Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.»
    38 Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces.»

Evangelio meditado

Señor, ¿quién es?
San Juan 13, 21-33. 36-38. Martes Santo


Por: H. Javier Castellanos LC | Fuente: www.missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Permíteme, Señor, recostarme en tu pecho. Haz más fuerte mi amor por Ti, para que pueda acompañarte en el momento de la cruz. Tú, Señor, eres mi fortaleza, mi refugio, mi seguridad, mi salvación. Tú eres el mejor Amigo, el Amigo que nunca falla. ¡Jesús, en Ti confío!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: "Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar". Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: "¿De quién lo dice?". Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: "Señor, ¿quién es?". Le contestó Jesús: "Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar". Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el bocado, entró en él Satanás.
Jesús le dijo entonces a Judas: "Lo que tienes que hacer, hazlo pronto". Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a su cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche.
Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
"Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dije a los judíos, así se lo digo a ustedes ahora: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden ir’ ". Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿A dónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde". Pedro replico: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". Jesús le contestó: "¿Con que darás tu vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Leer el Evangelio cambia drásticamente si nos damos por aludidos. ¿Y si estuviera yo mismo en esta cena con Jesús? ¿Y si su voz se dirigiera realmente a mí?
"Uno de ustedes me va a entregar". ¿Quién es? Detengámonos un momento antes de decir "Judas Iscariote". ¿Quién es Judas? Uno de los apóstoles, es decir uno de los seguidores de Cristo, es decir uno como Pedro o Juan, es decir uno como yo. ¡Uno como yo! Y es que ninguno de nosotros está exento del pecado. Aquí está lo dramático de la escena: uno de sus amigos lo traiciona. Que podría ser yo, que podría ser Pedro, o cualquier otro discípulo. Cualquiera puede fallar a esta amistad en un momento o en otro, somos humanos y somos débiles. Por eso es tan importante pedir a Dios la fuerza para ser fieles. "Velen y oren, para no caer en tentación".
Ahora, fijémonos en otro evento de la cena. Detrás del dramatismo y la tristeza del momento se esconde una perla: "uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha". ¿Quién es Juan? "Uno de ellos", es decir uno de los apóstoles, es decir… Puedo ser yo mismo, apoyarme sobre el pecho de Cristo. Y, más aún, ¡yo mismo soy, realmente, aquel discípulo! "…Al que Jesús tanto amaba…". Dentro de pocos días vamos a conmemorar la expresión más grande de este amor: Cristo murió por mí, me ama tanto que da su vida para salvarme del pecado. Así, la misericordia de Dios es tan real como mi pecado.
A veces es bueno sentirse aludido ante las palabras de Jesús. Pero siempre, siempre, es bueno recordar que realmente estoy siendo aludido por los hechos de Cristo: su pasión, su muerte y su resurrección.
Eran pecadores, ¡todos! Los doce eran pecadores. "¡No, Padre, solamente Judas!". No, pobrecillo... Nosotros no sabemos qué ha sucedido después de su muerte, porque la misericordia de Dios está también en el momento. Pero todos eran pecadores, todos. Envidiosos, tenían celos entre ellos: "No, yo tengo que ocupar el primer lugar y tú el segundo..."; y dos de ellos hablan con la madre para que vaya a hablar con Jesús y que les dé el primer lugar a sus hijos... Eran así, con todos los pecados. También eran traidores, porque cuando Jesús fue capturado, todos se escaparon, llenos de miedo; se escondieron: tenían miedo. Y Pedro, que sabía que era el jefe, sintió la necesidad de acercarse un poco a ver qué sucedía; y cuando la asistenta del sacerdote dijo: "Pero tú también eres...", dijo: "¡No, no, no!". Renegó de Jesús, traicionó a Jesús. ¡Pedro! El primer Papa. Traicionó a Jesús. ¡Y estos son los testigos! Sí, porque eran testigos de la salvación que Jesús lleva, y todos, por esta salvación se han convertido, se han dejado salvar.
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de enero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy acompañaré a Cristo Eucaristía en alguna iglesia, dándole gracias por su sacrificio redentor y pidiéndole la fuerza para ser fiel a su amistad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

lunes, 10 de abril de 2017

Evangelio 10 de Abril de 2017

Color: Morado

Santos:

Lecturas del día:

  • Primera lectura

    Isaías 42:1-7
    1 He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones.
    2 No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz.
    3 Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará. Lealmente hará justicia;
    4 no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas.
    5 Así dice el Dios Yahveh, el que crea los cielos y los extiende, el que hace firme la tierra y lo que en ella brota, el que da aliento al pueblo que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan.
    6 Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes,
    7 para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas.
  • Salmo responsorial

    Salmo 27:1-3, 13-14
    1 Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahveh, el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?
    2 Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben.
    3 Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra contra mí, estoy seguro en ella.
    13 ¡Ay, si estuviera seguro de ver la bondad de Yahveh en la tierra de los vivos!
    14 Espera en Yahveh, ten valor y firme corazón, espera en Yahveh.
  • Evangelio

    Juan 12:1-11
    1 Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos.
    2 Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
    3 Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume.
    4 Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar:
    5 «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?»
    6 Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella.
    7 Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura.
    8 Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis.»
    9 Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
    10 Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro,
    11 porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.

Evangelio meditado

Derroche de perfume
San Juan 12, 1-11. Lunes Santo


Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mírame, Señor. ¡Aquí estoy otra vez! Lo he logrado una vez más. Te doy gracias por las ayudas que siempre me regalas para volver a Ti. Quiero estar contigo. Quiero amarte más.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume.
Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: "¿Por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?". Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella.
Entonces dijo Jesús: "Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán".
Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
¿Cómo es mi amor a Cristo?, ¿cómo te amo, Señor? A veces me parece que no existe mayor enfermedad que la del legalismo. Tantas veces san Pablo exhortaba a la Iglesia a que no mirara tan sólo a la ley.
Ayuda mucho detenerse unos instantes y contemplar, por ejemplo, cómo una mamá quiere a su bebé: para ello no hay tiempos, ni hay tareas, sino que todo es un acto de amor.
¿Cuándo fue la última vez que te dediqué un tiempo de verdad? No uno que me sobrara, no uno en que no tuviese otra opción. Quizá por eso mi amor a veces ya no crece; porque tal vez ni siquiera estoy amando; cumplo simplemente. Amando se cumple, pero no siempre cumpliendo se ama.
Hoy domingo, por ejemplo, podría ir a ver un partido de fútbol después de misa, o quizá puedo quedarme a rezar un momento más, aunque sea breve. Hoy podría ir a un restaurante con mis amigos, o quizá puedo buscar hacer una obra de caridad. Hoy podría salir de viaje, o quizá puedo irme de misiones; hoy podría cambiar la rutina en pos del amor. "Derrochar" algún perfume con Jesús y regalarle un gesto verdadero de amor.
Gracias, María, por ese gesto que ofreciste al Señor. Yo quiero ofrecerle uno también.
Lo que vosotros decís a ellos es lo que tenéis en el corazón. Así se da la Palabra de Dios. Y así vuestra doctrina será alegría y apoyo a los fieles de Cristo. El perfume de vuestra vida será el testimonio porque el ejemplo edifica, pero las palabras sin ejemplo son palabras vacías, son ideas, no llegan nunca al corazón. Incluso hacen mal, no hacen bien.
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de abril de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Realizar un gesto verdadero de amor a una persona con la que me encuentre hoy.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Evangelio 9 de Abril de 2017

Color: Rojo

Santos:

Lecturas del día:

  • Primera lectura

    Isaías 50:4-7
    4 El Señor Yahveh me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos;
    5 el Señor Yahveh me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás.
    6 Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos.
    7 Pues que Yahveh habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado.
  • Salmo responsorial

    Salmo 22:8-9, 17-20, 23-24
    8 todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza:
    9 «Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le ama!»
    17 Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies.
    18 Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran,
    19 repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.
    20 ¡Mas tú, Yahveh, no te estés lejos, corre en mi ayuda, oh fuerza mía,
    23 ¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!:
    24 «Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel».
  • Segunda lectura

    Filipenses 2:6-11
    6 El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
    7 Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre;
    8 y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
    9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre.
    10 Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos,
    11 y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre.
  • Evangelio

    Mateo 26:14--27:66
    14 Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes,
    15 y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta monedas de plata.
    16 Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.
    17 El primer día de los Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?»
    18 El les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos."»
    19 Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
    20 Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce.
    21 Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.»
    22 Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?»
    23 El respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará.
    24 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
    25 Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has dicho.»
    26 Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.»
    27 Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos,
    28 porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.
    29 Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.»
    30 Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
    31 Entonces les dice Jesús: «Todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño .
    32 Mas después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.»
    33 Pedro intervino y le dijo: «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.»
    34 Jesús le dijo: «Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.»
    35 Dícele Pedro: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Y lo mismo dijeron también todos los discípulos.
    36 Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
    37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
    38 Entonces les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.»
    39 Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.»
    40 Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?
    41 Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.»
    42 Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.»
    43 Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados.
    44 Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
    45 Viene entonces donde los discípulos y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores.
    46 ¡Levantaos!, ¡vámonos! Mirad que el que me va a entregar está cerca.»
    47 Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo numeroso con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.
    48 El que le iba a entregar les había dado esta señal: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es; prendedle.»
    49 Y al instante se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Rabbí!», y le dio un beso.
    50 Jesús le dijo: «Amigo, ¡a lo que estás aquí!» Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron.
    51 En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja.
    52 Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.
    53 ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?
    54 Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?»
    55 En aquel momento dijo Jesús a la gente: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días me sentaba en el Templo para enseñar, y no me detuvisteis.
    56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas.» Entonces los discípulos le abandonaron todos y huyeron.
    57 Los que prendieron a Jesús le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos.
    58 Pedro le iba siguiendo de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver el final.
    59 Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo de darle muerte,
    60 y no lo encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos,
    61 que dijeron: «Este dijo: Yo puedo destruir el Santuario de Dios, y en tres días edificarlo.»
    62 Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y le dijo: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?»
    63 Pero Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.»
    64 Dícele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.»
    65 Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.
    66 ¿Qué os parece?» Respondieron ellos diciendo: «Es reo de muerte.»
    67 Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle,
    68 diciendo: «Adivínanos, Cristo. ¿Quién es el que te ha pegado?»
    69 Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: «También tú estabas con Jesús el Galileo.»
    70 Pero él lo negó delante de todos: «No sé qué dices.»
    71 Cuando salía al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el Nazoreo.»
    72 Y de nuevo lo negó con juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!»
    73 Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues además tu misma habla te descubre!»
    74 Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Inmediatamente cantó un gallo.
    75 Y Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.» Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
    1 Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte.
    2 Y después de atarle, le llevaron y le entregaron al procurador Pilato.
    3 Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,
    4 diciendo: «Pequé entregando sangre inocente.» Ellos dijeron: «A nosotros, ¿qué? Tú verás.»
    5 El tiró las monedas en el Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó.
    6 Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque son precio de sangre.»
    7 Y después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los forasteros.
    8 Por esta razón ese campo se llamó «Campo de Sangre», hasta hoy.
    9 Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue apreciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel,
    10 y las dieron por el Campo del Alfarero, según lo que me ordenó el Señor.»
    11 Jesús compareció ante el procurador, y el procurador le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «Sí, tú lo dices.»
    12 Y, mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada.
    13 Entonces le dice Pilato: «¿No oyes de cuántas cosas te acusan?»
    14 Pero él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba muy sorprendido.
    15 Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran.
    16 Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás.
    17 Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?»,
    18 pues sabía que le habían entregado por envidia.
    19 Mientras él estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.»
    20 Pero los sumos sacerdotes y los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
    21 Y cuando el procurador les dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A Barrabás!»
    22 Díceles Pilato: «Y ¿qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo?» Y todos a una: «¡Sea crucificado!» -
    23 «Pero ¿qué mal ha hecho?», preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea crucificado!»
    24 Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.»
    25 Y todo el pueblo respondió: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
    26 Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado.
    27 Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte.
    28 Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura;
    29 y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»;
    30 y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
    31 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.
    32 Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz.
    33 Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, «Calvario»,
    34 le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso beberlo.
    35 Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes.
    36 Y se quedaron sentados allí para custodiarle.
    37 Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»
    38 Y al mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
    39 Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo:
    40 «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
    41 Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo:
    42 «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él.
    43 Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: "Soy Hijo de Dios."»
    44 De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él.
    45 Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
    46 Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»
    47 Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.»
    48 Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber.
    49 Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.»
    50 Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu.
    51 En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron.
    52 Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron.
    53 Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.
    54 Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios.»
    55 Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle.
    56 Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
    57 Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús.
    58 Se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato dio orden de que se le entregase.
    59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia
    60 y lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue.
    61 Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
    62 Al otro día, el siguiente a la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato
    63 y le dijeron: «Señor, recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres días resucitaré."
    64 Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: "Resucitó de entre los muertos", y la última impostura sea peor que la primera.»
    65 Pilato les dijo: «Tenéis una guardia. Id, aseguradlo como sabéis.»
    66 Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.

    O también:
    Mateo 27:11-54
    11 Jesús compareció ante el procurador, y el procurador le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «Sí, tú lo dices.»
    12 Y, mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada.
    13 Entonces le dice Pilato: «¿No oyes de cuántas cosas te acusan?»
    14 Pero él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba muy sorprendido.
    15 Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran.
    16 Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás.
    17 Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?»,
    18 pues sabía que le habían entregado por envidia.
    19 Mientras él estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.»
    20 Pero los sumos sacerdotes y los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
    21 Y cuando el procurador les dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A Barrabás!»
    22 Díceles Pilato: «Y ¿qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo?» Y todos a una: «¡Sea crucificado!» -
    23 «Pero ¿qué mal ha hecho?», preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea crucificado!»
    24 Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.»
    25 Y todo el pueblo respondió: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
    26 Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado.
    27 Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte.
    28 Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura;
    29 y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»;
    30 y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
    31 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.
    32 Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz.
    33 Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, «Calvario»,
    34 le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso beberlo.
    35 Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes.
    36 Y se quedaron sentados allí para custodiarle.
    37 Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»
    38 Y al mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
    39 Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo:
    40 «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
    41 Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo:
    42 «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él.
    43 Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: "Soy Hijo de Dios."»
    44 De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él.
    45 Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
    46 Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»
    47 Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.»
    48 Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber.
    49 Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.»
    50 Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu.
    51 En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron.
    52 Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron.
    53 Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.
    54 Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios.»