sábado, 16 de abril de 2011

Evangelio 17 de Abril de 2011

  • Primera Lectura: Isaías 50, 4-7
    "No oculté el rostro a insultos, y sé que no quedaré avergonzado"

    En aquel entonces, dijo Isaías:
    «El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás.
    Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos.
    Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado».

  • Salmo Responsorial: 21
    "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

    Al verme se burlan de mí, hacen muecas, mueven la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere».
    R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

    Me acorrala una jauría de perros, me rodea una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.
    R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

    Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
    R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

    Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; linaje de Jacob, glorifíquenlo; témanlo, linaje de Israel.
    R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado

  • Segunda Lectura: Filipenses 2, 6-11
    "Cristo se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó"

    Hermanos: Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
    Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

  • Evangelio: Mateo 26, 14-75; 27, 1-54
    "Pasión de nuestro Señor Jesucristo"

    A. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
    B. «¿Cuánto me dan si les entregó a Jesús?»
    A. Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
    El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
    B. «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
    A. El respondió:
    †. «Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: “El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa” ».
    A. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
    Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce, y mientras cenaban, les dijo:
    †. «Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme».
    A. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno:
    B. «¿Acaso soy yo, Señor?»
    A. El respondió:
    †. «El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido».
    A. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
    B. «¿Acaso soy yo, Maestro?»
    A. Jesús le respondió:
    †. «Tú lo has dicho».
    A. Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
    †. «Tomen y coman. Este es mi Cuerpo».
    A. Luego tomó en sus manos una copa de vino, y pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo:
    †. «Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los pecados. Les digo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».
    A. Después de haber cantado el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:
    †. «Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche, porque está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea».
    A. Entonces Pedro le replicó:
    B. «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré».
    A. Jesús le dijo:
    †. «Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces».
    A. Pedro le replicó:
    B. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
    A. Y lo mismo dijeron todos los discípulos.
    Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a los discípulos:
    †. «Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá».
    A. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo:
    †. «Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo».
    A. Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo:

    †. «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
    A. Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
    †. «¿No han podido velar conmigo ni una hora? Velen y oren, para no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
    A. Y alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo:
    †. «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».
    A. Después volvió y encontró a sus discípulos otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar de nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Después de esto, volvió a donde estaban los discípulos y les dijo:
    †. «Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar».
    A. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de una chusma numerosa con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado esta señal:
    B. «Aquel a quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo».
    A. Al instante se acercó a Jesús y le dijo:
    B. «¡Buenas noches, Maestro!»
    A. Y lo besó. Jesús le dijo:
    †. «Amigo, ¿es esto a lo que has venido?»
    A. Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron.
    Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada, hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús:
    †. «Vuelve la espada a su lugar, pues quien usa la espada, a espada morirá. ¿No crees que si yo se lo pidiera a mi Padre, él pondría ahora mismo a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que así debe suceder?»
    A. Enseguida dijo Jesús a aquella chusma:
    †. «¿Han salido ustedes a apresarme como a un bandido, con espadas y palos? Todos los días yo enseñaba, sentado en el templo, y no me aprehendieron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los profetas».
    A. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
    Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. Pedro los fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello.
    Los sumos sacerdotes y todo el sanedrín andaban buscando un falso testimonio contra Jesús, con ánimo de darle muerte; pero no lo encontraron, aunque se presentaron muchos testigos falsos. Al fin llegaron dos, que dijeron:
    B. «Este dijo: “Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».
    A. Entonces el sumo sacerdote se levantó y le dijo:
    B. «¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en contra tuya?»
    A. Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo:
    B. «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
    A. Jesús le respondió:
    †. «Tú lo has dicho. Además, yo les declaro que pronto verán al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo».
    A. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:
    B. «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?»
    A. Ellos respondieron:
    B. «Es reo de muerte».
    A. Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle de bofetadas. Otros lo golpeaban, diciendo:
    B. «Adivina quién es el que te ha pegado».
    A. Entretanto, Pedro estaba fuera, sentado en el patio. Una criada se le acercó y le dijo:
    B. «Tú también estabas con Jesús, el galileo».
    A. Pero él lo negó ante todos, diciendo:
    B. «No sé de qué me estás hablando».
    A. Ya se iba hacia el zaguán, cuando lo vio otra criada y dijo a los que estaban allí:
    B. «También ése andaba con Jesús, el nazareno».
    A. El de nuevo lo negó con juramento:
    B. «No conozco a ese hombre».
    A. Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron:
    B. «No cabe duda de que tú también eres de ellos, pues hasta tu modo de hablar te delata».
    A. Entonces él comenzó a echar maldiciones y a jurar que no conocía a aquel hombre. Y en aquel momento cantó el gallo. Entonces se acordó Pedro de que Jesús había dicho: “Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces”. Y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.
    Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Después de atarlo, lo llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron.
    Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado a muerte, devolvió arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo:
    B. «Pequé, entregando la sangre de un inocente».
    A. Ellos dijeron:
    B. «¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú».
    A. Entonces Judas arrojó las monedas de plata en el templo, se fue y se ahorcó.
    Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron:
    B. «No es lícito juntarlas con el dinero de las limosnas, porque son precio de sangre».
    A. Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del alfarero, para sepultar allí a los extranjeros. Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy "Campo de sangre”. Así se cumplió lo que dijo el profeta Jeremías: “Tomaron las treinta monedas de plata en que fue tasado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del alfarero, según lo que me ordenó el Señor”.
    Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó:
    B. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
    A. Jesús respondió:
    †. «Tú lo has dicho».
    A. Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato:
    B. «¿No oyes todo lo que dicen contra ti?»
    A. Pero él nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran. Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los allí reunidos:
    B. «¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?»
    A. Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia.
    Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle:
    B. «No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa».
    A. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así, cuando el procurador les preguntó:
    B. «¿A cuál de los dos quieren que les suelte?».
    A. Ellos respondieron:
    B. «A Barrabás».
    A. Pilato les dijo:
    B. «¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?»
    A. Respondieron todos:
    B. «Crucifícalo».
    A. Pilato preguntó:
    B. «Pero, ¿qué mal ha hecho?»
    A. Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza:
    B. «¡Crucifícalo!»
    A. Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo:
    B. «Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes».
    A. Todo el pueblo respondió:
    B. «¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
    A. Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran.
    Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha, y arrodillándose ante él, se burlaban diciendo:
    B. «¡Viva el rey de los judíos!»
    A. Y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar. Juntamente con él crucificaron a dos ladrones.
    Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados allí para custodiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: “Este es Jesús, el rey de los judíos”. Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
    Los que pasaban por allí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole:
    B. «Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz».
    A. También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, diciendo:
    B. «Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho: “Soy el Hijo de Dios”».
    A. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban.
    Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra. Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz:
    †«Elí, Elí, ¿ lemá sabactaní?»
    A. Que quiere decir:
    †. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
    A. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
    B. «Está llamando a Elías».
    A. Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron:
    B.«Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo».
    A. Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró.

    A. Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, se llenaron de un gran temor y dijeron:
    B. «Verdaderamente éste era Hijo de Dios».
    A. Estaban también allí, mirando desde lejos, muchas de las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
    Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato dio orden de que se lo entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca para sí mismo. Hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se retiró. Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
    Al otro día, el siguiente de la preparación de la Pascua, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron:
    B. «Señor, nos hemos acordado de que ese impostor, estando aún en vida, dijo: “A los tres días resucitaré”. Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: “Resucitó de entre los muertos”, porque esta última impostura sería peor que la primera».
    A. Pilato les dijo:
    B. «Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el sepulcro como ustedes quieran».
    A. Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, poniendo un sello sobre la puerta y dejaron allí la guardia.

Evangelio 16 de Abril de 2011

  • Primera Lectura: Ezequiel 37,21-28
    "Los haré un solo pueblo"

    Así dice el Señor: "Yo voy a recoger a los israelitas por las naciones adonde marcharon, voy a congregarlos de todas partes y los voy a repatriar. Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías. No volverán a contaminarse con sus ídolos y fetiches y con todos sus crímenes. Los libraré de sus pecados y prevaricaciones, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra.

    Habitarán en la tierra que le di a mi siervo Jacob, en la que habitaron vuestros padres; allí vivirán para siempre, ellos y sus hijos y sus nietos; y mi siervo David será su príncipe para siempre. Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna pactaré con ellos. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté entre ellos mi santuario para siempre."

  • Interleccional: El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.

    Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, / anunciadla en las islas remotas: / "El que dispersó a Israel lo reunirá, / lo guardará como un pastor a su rebaño." R.

    Porque el Señor redimió a Jacob, / lo rescató de una mano más fuerte. / Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, / afluirán hacia los bienes del Señor. R.

    Entonces se alegrará la doncella en la danza, / gozarán los jóvenes y los viejos; / convertiré su tristeza en gozo, / los alegraré y aliviaré sus penas. R.

  • Evangelio: Juan 11,45-57
    "Para reunir a los hijos de Dios dispersos"

    En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: "¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación." Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: "Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera." Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

    Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: "¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?" Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

viernes, 15 de abril de 2011

Embajador de Japón agradece al Papa Benedicto su ayuda tras terremoto

ROMA, 15 Abr. 11 / 01:07 am (ACI/EWTN Noticias)

El Embajador de Japón ante la Santa Sede, Hidekazu Yamaguchi, agradeció alPapa Benedicto XVI su generosidad para con el país asiático tras el terremoto del 11 de marzo, luego que de se anunciara que la Colecta del Jueves Santo irá a las víctimas de esta tragedia.

En declaraciones a ACI Prensa el 14 de abril, el embajador dijo que "mi mensaje para el Papa es que estoy muy agradecido por su caridad y toda la gente de Japón está muy agradecida también por su apoyo".

Sobre la colecta, Yamaguchi explicó que "todo ese dinero será enviado a las víctimas porque han tenido que salir de sus casas sin llevar nada, nada absolutamente. Los documentos de identidad y todas las demás cosas se han perdido. Todas las familias necesitan dinero para sobrevivir, así que a ellos les será entregado".

El diplomático dijo también que a ACI Prensa que no estaba agradecido solo por la ayuda material de la Iglesia Católica:

"Tres días luego del terremoto el Papa rezó por nosotros en el Ángelus. Nos dijo que nos acompaña espiritualmente. Todos los japoneses agradecieron eso, especialmente los católicos que se alegraron mucho con estas palabras", concluyó.

Evangelio 15 de Abril de 2011

  • Primera Lectura: Jeremías 20, 10-13
    "El Señor está a mi lado como guerrero poderoso"

    En aquel tiempo oía el cuchicheo de la gente:
    «¡Terror por todas partes!
    ¡Denúncienlo, vamos a denunciarlo!»
    Todos mis familiares espiaban mi traspié:
    «Quizá lo podamos engañar, lo vencemos y nos desquitamos de él».
    Pero el Señor está conmigo como un guerrero poderoso; mis perseguidores caerán y no me vencerán, quedarán avergonzados por su fracaso, sufrirán una humillación eterna e inolvidable.
    ¡Oh Señor todopoderoso, que examinas al justo, que ves el interior del hombre y sus intenciones, haz que yo vea cómo te vengas de ellos, porque a ti he confiado mi causa! Canten al Señor, alaben al Señor, que libró al pobre del poder de los perversos.

  • Salmo Responsorial: 17
    "El Señor salva a los humildes."

    Yo te amo, Señor, mi fuerza. El Señor es mi roca, mi defensa y el que me libra.
    R. El Señor salva a los humildes.

    Mi Dios, la peña en que me refugio y mi escudo, mi fuerza salvadora y mi fortaleza. Invoco al Señor, digno de alabanza, y él me salva de mis enemigos.
    R. El Señor salva a los humildes.

    Los lazos de la muerte me envolvían, me asustaban torrentes destructores; los lazos del abismo me apresaban, la muerte me tenía entre sus redes.
    R. El Señor salva a los humildes.

    En mi angustia clamé al Señor, grité a mi Dios pidiendo auxilio. El escuchó mi voz desde su templo, mi grito llegó hasta sus oídos.
    R. El Señor salva a los humildes.

  • Evangelio: Juan 10, 31-42
    "Intentaron apoderarse de él, pero se les escapó de las manos"

    En aquel tiempo, los judíos volvieron a tomar piedras para tirárselas. Jesús les dijo:
    «He hecho ante ustedes muchas obras buenas por encargo del Padre. ¿Por cuál de ellas quieren apedrearme?»
    Le contestaron los judíos:
    «No es por ninguna obra buena que queremos apedrearte, sino por haber blasfemado. Pues tú, siendo hombre, te haces Dios».
    Jesús les respondió:
    «¿No está escrito en su ley: Yo les digo: ustedes son dioses? Pues, si la ley llama dioses a aquellos a quienes fue dirigida la palabra de Dios, y lo que dice la Escritura no puede ponerse en duda, entonces, ¿con qué derecho me acusan de blasfemia sólo por haber dicho: “yo soy Hijo de Dios”, a mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean, pero si las realizo, acepten el testimonio de las mismas aunque no quieran creer en mí. De este modo reconocerán que el Padre está en mí y yo en el Padre».
    Así pues, intentaron de nuevo detener a Jesús, pero él se les escapó de entre las manos.
    Jesús se fue de nuevo a la otra orilla del Jordán, al lugar donde anteriormente había estado bautizando Juan, y se quedó allí. Acudía a él mucha gente, que decía:
    «Es cierto que Juan no hizo ningún signo, pero todo lo que dijo de éste era verdad».
    Y en aquella región muchos creyeron en él.

miércoles, 13 de abril de 2011

Santidad es la medida de la vida cristiana, dice el Papa

VATICANO, 13 Abr. 11 / 11:09 am (ACI/EWTN Noticias)

En su catequesis en la Audiencia General de este miércoles, el Papa Benedicto XVI señaló que "todos estamos llamados a la santidad: ésta es la medida misma de la vida cristiana".

Ante miles de fieles presentes en la Plaza de San Pedro, el Papa ofreció algunas reflexiones sobre la santidad al señalar que ha concluido un ciclo de catequesis dedicadas durante dos años a los santos y santas "que por su fe, su caridad, y sus vidas fueron y siguen siendo faros para muchas generaciones".

"A menudo seguimos pensando que la santidad es una meta reservada a pocos elegidos", sin embargo, "la santidad, la plenitud de la vida cristiana, no consiste en llevar a cabo hazañas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en hacer nuestras sus actitudes, su comportamiento".

"El Concilio Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia, habla con claridad sobre la llamada universal a la santidad, afirmando que ninguno está excluido", precisó.

Benedicto XVI dijo luego que una vida santa "no es principalmente el resultado de nuestro esfuerzo, porque Dios es quien nos hace santos, es la acción de su Espíritu que nos anima desde dentro, es la misma vida de Cristo resucitado que se nos comunica y nos transforma".

"La santidad, por tanto, tiene su última raíz en la gracia bautismal, en ser injertados en el misterio pascual de Cristo, con el que nos comunica su Espíritu, su vida de Resucitado".

El Santo Padre recordó además que "Dios siempre respeta nuestra libertad y nos pide que aceptamos este don y vivamos las exigencias que comporta, pide que nos dejemos transformar por la acción del Espíritu Santo, conformando nuestra voluntad a la voluntad de Dios".

"¿Cómo puede suceder que nuestra forma de pensar y nuestras acciones se conviertan en el pensamiento y la acción de Cristo? Una vez más el Concilio Vaticano II nos da una indicación clara; nos dice que la santidad cristiana no es más que la caridad plenamente vivida".

Para que esta caridad, continuó el Papa, sea "como una buena semilla, crezca en el alma y dé frutos, los fieles deben escuchar de buen grado la palabra de Dios y, con la ayuda de su gracia, cumplir con obras su voluntad, participando con frecuencia en los sacramentos, especialmente la Eucaristía, aplicarse a la oración, a la entrega de sí en el servicio de los hermanos y al ejercicio de todas las virtudes".

"Por lo tanto, el verdadero discípulo de Cristo se caracteriza por la caridad, ya sea hacia Dios como hacia el prójimo".

"La Iglesia, durante el año litúrgico, nos invita a recordar una serie de santos, es decir, a aquellos que vivieron plenamente la caridad, supieron amar y seguir a Cristo en su vida cotidiana. Todos ellos nos dicen que es posible para todos recorrer este camino. Todos estamos llamados a la santidad: es la medida de la vida cristiana".

El Papa Benedicto XVI exhortó a todos a "abrirse a la acción del Espíritu Santo que transforma nuestras vidas, para ser también nosotros parte del gran mosaico de santidad que Dios sigue creando en la historia, para que el rostro de Cristo resplandezca en la plenitud de su fulgor".

Finalmente dijo: "no tengamos miedo de tender hacia lo alto, hacia las alturas de Dios, no tengamos miedo de que Dios nos pida demasiado, sino dejémonos guiar en cada acción cotidiana por su Palabra, incluso si nos sentimos pobres, inadecuados, pecadores: será Él quien nos transforme según su amor".

En su saludo en español, el Papa invitó a que "se abran sin miedo a la acción del Espíritu Santo, que con sus dones transforma la vida, para responder a la vocación a la santidad, a la cual el Señor nos llama a todos los bautizados. Muchas gracias".

Evangelio 14 de Abril de 2011

  • Primera Lectura: Génesis 17, 3-9
    "Serás padre de una multitud de pueblos"

    En aquellos días, Abrán cayó de bruces y Dios le dijo:
    «Esta es la alianza que hago contigo: tú llegarás a ser padre de una muchedumbre de pueblos. No te llamarás ya Abrán, sino que tu nombre será Abraham, porque yo te hago padre de una muchedumbre de pueblos. Te haré inmensamente fecundo; de ti surgirán naciones; y reyes saldrán de ti. Establezco mi alianza contigo y tus descendientes después de ti por siempre, como alianza perpetua. Les daré a ti y a tus descendientes, la tierra en la que ahora peregrinas, toda la tierra de Canaán, en posesión perpetua; y yo seré el Dios de tus descendientes».
    Y el Señor añadió:
    «Guardarás mi alianza tú y tus descendientes de generación en generación».

  • Salmo Responsorial: 104
    "El Señor nunca olvida sus promesas."

    Recurran al Señor y a su poder, busquen su rostro sin descanso. Recuerden las maravillas que hizo, sus portentos y sus justas decisiones.
    R. El Señor nunca olvida sus promesas

    Descendencia de Abrahán, su siervo, hijos de Jacob, su elegido: el Señor es nuestro Dios, en toda la tierra están en vigor sus decretos.
    R. El Señor nunca olvida sus promesas.

    El se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra que ha dado por mil generaciones; del pacto concluido con Abrahán, y del juramento que hizo a Isaac.
    R. El Señor nunca olvida sus promesas.

  • Evangelio: Juan 8, 51-59
    "Su padre Abrahán se regocijaba con el pensamiento de verme"

    En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
    «Yo les aseguro que el que pone en práctica mi palabra, no morirá nunca».
    Al oír esto, los judíos le dijeron:
    «Ahora nos convencemos plenamente de que estás endemoniado. Tanto Abraham como los profetas murieron, y ahora tú dices: El que pone en práctica mi palabra no experimentará la muerte para siempre. ¿Acaso eres tú más importante que nuestro padre Abraham? Tanto él como los profetas murieron, ¿por quién nos tienes?»
    Jesús respondió:
    «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría; es mi Padre quien me glorifica, el mismo del que ustedes dicen: “Es nuestro Dios”. En realidad no lo conocen; yo, en cambio, sí lo conozco. Y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco de veras y pongo en práctica sus palabras. Abrahán, su padre, se alegró sólo con el pensamiento de que iba a ver mi día; lo vio y se llenó de alegría».
    Entonces los judíos le dijeron:
    «¿De modo que tú, que aún no tienes cincuenta años, has visto a Abraham?»
    Jesús les respondió:
    «Les aseguro que antes que Abraham naciera, yo soy».
    Entonces los judíos tomaron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo

martes, 12 de abril de 2011

Ayuntamiento de Madrid veta "marcha atea" en Jueves Santo

MADRID, 12 Abr. 11 / 11:02 am (ACI/Europa Press)

El vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, ha anunciado que el Ayuntamiento no autorizará la marcha atea convocada para el Jueves Santo mientras se pretenda hacer "ese día, a esa hora y en ese espacio" por constituir "una burla, una mofa, de una confesión religiosa", y ha asegurado que si la manifestación fuera contra otra religión el Gobierno municipal también diría que no.

"No autorizaremos ese día, a esa hora, en ese espacio una burla, una mofa, de una confesión religiosa. Si fuera la misma burla de otra religión diríamos también que no, porque creemos que la tolerancia de esta ciudad permite que la gente tenga sus convicciones, su fe religiosa, y que sea respetada. Y aquí de lo que se trata es de no respetar a una parte muy importante de la ciudadanía madrileña", ha afirmado en declaraciones a los medios tras asistir a un acto de precampaña en la planta de compostaje de Migas Calientes.

Para él, esta convocatoria "esperpéntica" no debería ser autorizada tampoco por la Delegación del Gobierno, que es "quien tiene capacidad para dar autorización" a este tipo de eventos en virtud del "derecho recogido en la Constitución", según ha recordado.

Por ello, el Gobierno local ha enviado a esta institución un informe desaconsejando que se dé permiso a las asociaciones convocantes, justificando esta recomendación en que el lugar donde quieren realizarla -el centro de la capital- "recogerá ese día a miles de personas que acuden a procesiones y templos", además de a los turistas que habitualmente pasean por allí.

Además, también alegan que la celebración de la llamada "marcha atea" en Jueves Santo, "una fecha importante para muchos", podría "dar lugar a problemas de orden público", otro argumento a juicio del Consistorio para que se rechace la petición.

A renglón seguido, Cobo ha insistido en que en el caso de que la Delegación siga pensando "erróneamente" que no se trata de una manifestación sino de "un acto lúdico, un evento, una fiesta" -en cuyo caso sería el Ayuntamiento el que debería dar la autorización-, el Ejecutivo local dirá "rotundamente no" por las mismas razones expuestas en su informe.

"Nosotros no autorizamos el uso de la calle, del espacio público de todos, para ese fin espúreo que plantean los organizadores", ha insistido el vicealcalde, que no ha querido entrar a valorar las razones que hayan podido llevar a la Delegación de Gobierno a pasarles la responsabilidad de decidir sobre este asunto.

Preguntado por cuál sería su posición si la marcha se celebrara otro día, Cobo ha señalado que "si esto se planteara el día de Nochevieja, en una zona que no molestara, etc. lógicamente no se tendrían las mismas razones, y se entendería que seguiría siendo una manifestación y que la Delegación lo podría autorizar, y el informe del Ayuntamiento sería distinto".

"Pero en Jueves Santo, en el centro de la ciudad, donde son tantas las procesiones que se celebran, nos parece de sentido común (no autorizarlo). Nadie, ni siquiera las personas agnósticas o ateas que respetan a los demás, pueden plantear que se pudiera apoyar un hecho como el que se está presentando", ha insistido.

Además, ha concluido asegurando que se podrían dar "muchísimos ejemplos de actuaciones que se realizan en Madrid y que se prohibirían (si) un colectivo tan minoritario como éste lo pudiera pedir para ridiculizar, mofarse... de algo que es respetable en el resto de las personas".

Evangelio 13 de Abril de 2011

  • Primera Lectura: Daniel 3, 14-20. 49-50. 91-92. 95
    "Dios mandó a su ángel para liberar a sus siervos"

    En aquellos días dijo el rey Nabucodonosor:
    «¿Es cierto, Sidrak, Misak y Abdenagó, que no veneran a mis dioses ni adoran la estatua de oro que he mandado fabricar? ¿Están o no dispuestos, en cuanto oigan el sonido de la trompeta, de la mandolina, de la flauta, de la cítara, del arpa, de la lira, y demás instrumentos musicales, a postrarse y adorar la estatua que he mandado fabricar? Si no la adoran, serán arrojados inmediatamente a un horno de fuego ardiente, y ¿qué dios podrá librarlos de mi poder?»
    Respondieron Sidrak, Misak y Abdenagó a Nabucodonosor, diciendo:
    «Oh rey, no tenemos necesidad de responderte sobre este asunto. Si nuestro Dios, a quien damos culto, puede librarnos del horno de fuego ardiente y de tu poder, nos librará. Y aunque no lo hiciera, debes saber, oh rey, que no serviremos a tu dios ni nos postraremos ante la estatua de oro que has mandado fabricar».
    Entonces Nabucodonosor, lleno de ira y visiblemente enfurecido contra Sidrak, Misak y Abdenagó, mandó que se encendiera el horno con una intensidad siete veces mayor de la acostumbrada, y ordenó a algunos de los hombres más vigorosos de su ejército que ataran a Sidrak, Misak y Abdenagó y los arrojaran al horno de fuego ardiente.
    Pero el ángel del Señor bajó al horno junto a Azarías y sus compañeros, lanzó las llamas fuera del horno e hizo que en el horno soplara un viento fresco, de manera que el fuego no les causó daño ni molestia alguna; ni siquiera los tocó.
    Entonces el rey Nabucodonosor se quedó totalmente sorprendido; se levantó de inmediato y dijo a sus ministros:
    «¿No arrojamos nosotros al fuego a estos tres hombres bien atados?»
    Ellos contestaron:
    «Sí, oh rey».
    El rey replicó:
    «Pues yo veo cuatro hombres desatados que caminan en medio del fuego, sin sufrir daño, y el cuarto tiene el aspecto de un dios».
    Nabucodonosor los hizo salir del horno y exclamó:
    «Bendito sea el Dios de Sidrak, Misak y Abdenagó, que ha mandado a su ángel y ha salvado a sus siervos. Pusieron su confianza en él y, desobedeciendo la orden del rey, prefirieron arriesgar su vida antes de servir y adorar a otro dios fuera del suyo».

  • Interleccional: Bendito seas, Señor, para siempre.

    Bendito seas, Señor, Dios de nuestros antepasados, a ti gloria y alabanza por siempre. Bendito sea tu nombre santo y glorioso, a él gloria y alabanza por siempre.
    R. Bendito seas, Señor, para siempre.

    Bendito seas en el templo de tu santa gloria, a ti gloria y alabanza por siempre. Bendito seas en tu trono de rey, a ti gloria y alabanza por siempre.
    R. Bendito seas, Señor, para siempre.

    Bendito tú que penetras los abismos y estás sentado sobre querubines, a ti gloria y alabanza por siempre. Bendito seas en el firmamento del cielo, glorificado por siempre con cánticos.
    R. Bendito seas, Señor, para siempre.
  • Evangelio: Juan 8, 31-42
    "Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres"

    En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos que habían creído en él:
    «Si permanecen fieles a mi palabra, ustedes serán verdaderamente mis discípulos; así conocerán la verdad y la verdad los hará libres».
    Ellos le respondieron:
    «Somos descendientes de Abrahán; nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Qué significa eso de que seremos libres?»
    Jesús les contestó:
    «Yo les aseguro que todo el que comete pecado es esclavo del pecado. Pero el esclavo no permanece para siempre en la casa, mientras que el hijo sí. Por eso, si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres. Ya sé que son descendientes de Abrahán. Sin embargo, quieren matarme, porque no aceptan mi enseñanza. Yo hablo de lo que he visto hacer a mi Padre; sus acciones, en cambio, ponen de manifiesto lo que han oído a su padre».
    Ellos le dijeron:
    «Nuestro padre es Abrahán».
    Jesús contestó:
    «Si fueran de verdad hijos de Abrahán, harían lo que él hizo. Ustedes quieren matarme a mí, que les he dicho la verdad que aprendí de Dios mismo. Abrahán no hizo nada semejante. Ustedes hacen las obras de su padre».
    Le respondieron:
    «Nosotros no somos hijos ilegítimos. Dios es nuestro único padre».
    Jesús les dijo entonces:
    «Si Dios fuera su Padre, me amarían, porque yo salí de Dios y he venido de parte suya. No he venido por mi propia cuenta, sino que Dios me envió».

Cardenal pide a Ricky Martin no promover homosexualidad

SAN JUAN, 12 Abr. 11 / 12:04 am (ACI/EWTN Noticias)

El Arzobispo Emérito de San Juan (Puerto Rico), Cardenal Luis Aponte Martínez, pidió al cantante Ricky Martin no promover la homosexualidad entre los jóvenes y ser más bien un ejemplo para la juventud.

"Personalmente he admirado a Ricky por los grandes dones artísticos con los que el Señor le ha dotado, pero le ruego que, por amor a sus hijos, para quienes me imagino desea lo mejor, trate de dar ejemplo a nuestros jóvenes de los grandes valores que todos compartimos, además del sexo. Así estará agradeciendo al Señor los grandes dones que le ha dado", dijo el Purpurado en declaraciones publicadas el viernes por el diario Primera Hora.

El Arzobispo Emérito recordó que la Iglesia "no rechaza al homosexual (sino) las acciones y conductas que van en contra de la moral, y pretender fomentar la homosexualidad o promiscuidad sexual entre nuestros jóvenes, ciertamente, es inmoral sin importar de donde venga".

Evangelio 12 de Abril de 2011

  • Primera Lectura: Números 21, 4-9
    "Si alguien es mordido y mira la serpiente de bronce, quedará curado"

    Por aquellos días, los israelitas partieron de la montaña de Hor camino del mar Rojo, rodeando el territorio de Edom. En el camino, el pueblo comenzó a impacientarse y a murmurar contra el Señor y contra Moisés, diciendo:
    «¿Por qué nos han sacado de Egipto para hacernos morir en este desierto? No hay pan ni agua y estamos ya hartos de este pan sin consistencia».
    El Señor envió entonces contra el pueblo serpientes muy venenosas que los mordían. Murió mucha gente de Israel, y el pueblo fue a decir a Moisés:
    «Hemos pecado al murmurar contra el Señor y contra ti. Pide al Señor que aleje de nosotros las serpientes».
    Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le respondió:
    «Fabrica una serpiente de bronce, ponla en un asta, y todos los que hayan sido mordidos y la miren quedarán curados».
    Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta. Cuando alguno era mordido por una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.

  • Salmo Responsorial: 101
    "Señor, atiende mi oración."

    Señor, atiende mi oración, llegue hasta ti mi súplica; no me ocultes tu rostro cuando estoy angustiado, escúchame cuando te invoco, respóndeme en seguida.
    R. Señor, atiende mi oración.

    Los paganos honrarán tu nombre, Señor, y todos los reyes de la tierra te engrandecerán, porque tú, Señor, reconstruirás Sión y manifestarás así tu gloria, atenderás la súplica del desamparado y no rechazarás su oración.
    R. Señor, atiende mi oración.

    Que se escriba todo esto para las generaciones futuras, para que el pueblo que va a ser creado alabe al Señor; pues el Señor miró desde su alto templo, desde los cielos se fijó en la tierra, para atender los lamentos de los cautivos y liberar a los condenados a muerte.
    R. Señor, atiende mi oración.

  • Evangelio: Juan 8, 21-30
    "Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces sabrán"

    En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
    «Yo me voy. Me buscarán, pero morirán en su pecado. Ustedes no pueden venir adonde yo voy».
    Los judíos comentaban entre sí:
    «¿Pensará suicidarse y por eso dice: “Ustedes no pueden venir a donde yo voy?”»
    Entonces Jesús declaró:
    «Ustedes proceden de abajo; yo, en cambio, vengo de arriba. Ustedes pertenecen a este mundo; yo no. Por eso les dije que morirían en sus pecados; porque si no creen que yo soy, morirán en sus pecados».
    Los judíos le preguntaron:
    «Pero, ¿quién eres tú?»
    Jesús les respondió:
    «Precisamente es lo que les estoy diciendo desde el principio. Tengo muchas cosas que decir y condenar de ustedes. Pero lo que yo digo al mundo es lo que oí al que me envió, y él dice la verdad».
    Ellos, sin embargo, no cayeron en la cuenta de que les estaba hablando del Padre. Por eso Jesús añadió:
    «Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, entonces reconocerán que yo soy. Yo no hago nada por mi propia cuenta; solamente enseño lo que aprendí del Padre. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada».
    Al oírle hablar así, muchos creyeron en él.

lunes, 11 de abril de 2011

Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Lunes quinta semana de Cuaresma. Cristo nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.
Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo
El camino de conversión, que es la Cuaresma, tiene como todo camino, un inicio; y como todo camino, tiene también un final. La Cuaresma se enfrenta en esta semana con su última semana. El Domingo de Ramos, que es cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén, estaremos celebrando también el momento en el cual termina la Cuaresma para dar inicio a la Semana Santa. En ese momento podríamos simplemente quedarnos con la idea de haber dicho: una Cuaresma más que pasó por nuestra vida, cuarenta días más. O preguntarnos: ¿Cómo aproveché este camino? ¿Realmente le saqué fruto a toda esta Cuaresma, o la Cuaresma se me fue, como se me van tantas otras cosas?

La liturgia, en el salmo responsorial, nos habla de un sentimiento que tendría que estar presente en nuestro corazón: “Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”. Todos sabemos que la Cuaresma es un llamamiento muy serio a la conversión, es una llamada muy exigente a transformar la vida; no la podemos dejar igual después de la Cuaresma. Nosotros podríamos asustarnos al ver el programa de conversión que se nos propone y al darnos cuenta de lo que significa convertir la propia personalidad, convertir los propios sentimientos, convertir la propia inteligencia, convertir la propia voluntad, cambiar totalmente la propia existencia.

Esta conversión se nos podría hacer un camino tan impracticable, una cumbre tan elevada, que en el corazón puede llegar a aparecer el miedo. Un miedo que nos hace incapaces de poder transformar nuestra vida, un miedo que, incluso, nos puede hacer rebeldes contra las mismas necesidades de transformación, y entonces quedarnos, a la hora de la hora, con el miedo, con la rebeldía y sin la transformación.

¡Qué serio es esto!, porque puede ser que nuestra vida se nos esté yendo como agua entre los dedos y no terminar de afianzar la transformación que nosotros necesitamos llevar a cabo en nuestra alma, y no terminar de consolidar en nuestra alma la exigencia de una auténtica transformación cristiana.

¡Cuántas Cuaresmas hemos vivido! ¡Cuántos llamados a la conversión! Cuántas veces hemos escuchado el “arrepiéntete” y, sin embargo, ¿dónde estamos en este camino? Creo que el Evangelio de hoy podría ser para todos nosotros algo muy significativo, porque Jesucristo nos habla de cómo todos tenemos esa presencia, de una forma o de otra, del alejamiento de Dios: el pecado en nuestro corazón.

El episodio de la mujer adúltera es un episodio en el cual Jesucristo se encuentra no tanto con la realidad del pecado, cuanto con la visión que el hombre tiene del propio pecado. Por una parte están los acusadores, los hombres que dicen: “Esta mujer es adúltera y por lo tanto debe ser condenada a muerte por lapidación”. Por otra parte está la mujer que, evidentemente, también está en pecado.

Qué fuerte es el hecho de que Jesús se atreva a cuestionar la legitimidad que tienen todos esos hombres de castigar a esa mujer, cuando ellos mismos están en pecado. Sin embargo, todos ellos iban a convertirse en jueces y en ejecutores de una ley, pensando que actuaban con plena justicia, como si el pecado no estuviese en ellos. Y Jesús desenmascara, con la habilidad y sencillez que a Él le caracteriza, la capacidad que tenemos los hombres en nuestro interior de torcer las cosas para creernos justos cuando no lo somos, cuando ni siquiera hemos rozado la capacidad de conversión que tenemos. De creernos limpios cuando, a lo mejor, ni siquiera hemos tocado un poco el misterio de nuestra auténtica conversión interior.

Este relato del Evangelio del domindo nos habla de un Jesús que nos llama, que nos invita a atrevernos a sumergirnos en la realidad de nuestra conversión: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. No dice que la mujer ha hecho bien, simplemente les pregunta si se han dado cuenta de cuál es la justicia, la santidad que hay en cada una de sus almas: primero dense cuenta de esto y luego pónganse a pensar si pueden tirarle piedras a alguien que está en pecado. “Antes de ver la paja del ojo ajeno, quita la viga que hay en el tuyo”.

La conversión supone la valentía de profundizar dentro de la propia alma. La conversión supone la valentía de entrar al propio corazón, como Jesús entra dentro del alma de estos hombres para que se den cuenta que todos tienen pecado, que ninguno de ellos puede llegar a tirar ni siquiera una piedra. Pero, muchas veces, lo que nos acaba pasando cuando rozamos el misterio de la conversión de nuestra alma, cuando tocamos el misterio de que tenemos que transformar comportamientos, afectos, actitudes, criterios, pensamientos, juicios, es que nos da miedo y nos echamos para atrás y preferimos no tenerlo delante de los ojos.

¿Quién se atrevería a bajar hasta lo más profundo del propio corazón si no es acompañado de Dios nuestro Señor? ¿Quién se atrevería a tocar lo tremendo de las propias infidelidades, de los propios egoísmos, de todo lo que uno es en su vida, si no es acompañado por Dios? La pregunta más importante sería: ¿Ya has sido capaz de bajar, acompañado de Dios nuestro Señor, a lo profundo de tu corazón? ¿Ya has sido capaz de tocar el fondo de tu vida para verdaderamente poder convertirte?

¡Cuántos esfuerzos de conversión hemos hecho a lo largo de nuestra vida! Cuántas veces hemos intentado transformarnos, y no lo hemos logrado, porque nunca hemos bajado hasta el fondo de nuestra alma, porque nunca nos hemos atrevido a tomar a Jesús de la mano y permitirle que nos cure. Como el médico que, para poder curar nuestra enfermedad, tiene que llegar a la raíz de la misma, no puede conformarse simplemente con aplicar una cura superficial.

Ojalá que si en esta Cuaresma no hemos todavía transformado muchas cosas y seguimos teniendo egoísmos, perezas, flojeras, miedos y tantas otras cosas, por lo menos hayamos conseguido la gracia, el don de Dios, de permitirle bajar con nosotros hasta el fondo de nuestro corazón, para que desde ahí, Él empiece a sanarnos, Él empiece a transformarnos, Él empiece a cambiarnos. “Aunque atraviese por cañadas oscuras nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”.

¡Cuántas veces lo más oscuro de nuestras vidas es nuestro corazón! No oscuro porque esté muy manchado, sino oscuro porque ha sido poco iluminado; porque preferimos dejar las cosas como están para no tener que cambiar algunas actitudes. Hemos de entrar y tocar con sinceridad el fondo de nuestro corazón para que Cristo nos quite los miedos que nos impiden llegar hasta el fondo, para así poder transformar verdadera y cristianamente toda nuestra vida.

Que ésta sea la gracia principal que hayamos adquirido en esta Cuaresma en la que el Señor, una vez más, nos ha llamado a la conversión y, sobre todo, nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.

Evangelio 11 de Abril de 2011

  • Primera Lectura: Daniel 13, 1-9.15-17.19-30.33-62
    "La inocencia de Susana"

    En aquellos días, vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín. Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jelcías, de gran belleza y fiel a Dios, pues sus padres eran justos y la habían educado conforme a la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un espacioso jardín junto a su casa. Como era el más ilustre de los judíos, todos ellos se reunían allí.
    Aquel año habían sido designados jueces de entre el pueblo dos viejos de ésos de quienes dice el Señor: «Los ancianos y los jueces que se hacen pasar por guías del pueblo han traído la maldad a Babilonia». Frecuentaban estos dos viejos la casa de Joaquín, y todos los que tenían algún pleito que resolver acudían a ellos.
    Al mediodía, cuando la gente se había ido, Susana salía a pasear por el jardín de su marido. Los dos viejos la veían entrar y pasear todos los días, y comenzaron a desearla con pasión. Su mente se pervirtió y se olvidaron de Dios y de sus justos juicios.
    Un día, mientras ellos estaban aguardando la ocasión oportuna, entró Susana, como de costumbre, acompañada solamente por dos criadas jóvenes, y quiso bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor. No había allí nadie más que los dos viejos, que estaban escondidos observando. Susana dijo a sus criadas:
    «Tráiganme aceite y perfumes y cierren las puertas del jardín, para que pueda bañarme».
    En cuanto se fueron las criadas, los dos viejos salieron del lugar donde estaban y fueron corriendo adonde estaba Susana, y le dijeron:
    «Mira, las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve.
    Nosotros te deseamos apasionadamente; consiente, pues, y deja que nos acostemos contigo. De lo contrario daremos testimonio contra ti, diciendo que un joven estaba contigo y que por eso mandaste fuera a las criadas».
    Susana suspiró profundamente y dijo:
    «No tengo escapatoria. Si consiento, me espera la muerte; si me resisto, tampoco escaparé de sus manos. Pero prefiero caer en sus manos sin hacer el mal, a pecar en presencia del Señor».
    Así que Susana gritó con todas sus fuerzas, pero también los dos viejos se pusieron a gritar contra Susana, y uno de ellos corrió a abrir la puerta del jardín. Al oír gritos en el jardín, la servidumbre entró corriendo por la puerta de atrás para ver lo que ocurría. Cuando oyeron lo que contaban los dos viejos, los criados se avergonzaron, porque jamás se había dicho de Susana una cosa semejante.
    Al día siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín, vinieron los dos viejos con el criminal propósito de condenarla a muerte. Y dijeron ante el pueblo:
    «Manden a buscar a Susana, hija de Jelcías, la mujer de Joaquín».
    Fueron a buscarla, y ella vino con sus padres, sus hijos y todos sus parientes. Los familiares de Susana lloraban al igual que todos cuantos la veían.
    Entonces los dos viejos, de pie en medio de la asamblea, pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana. Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón estaba lleno de confianza en el Señor. Los viejos dijeron:
    «Estábamos nosotros dos solos paseando por el jardín cuando entró ésta con dos criadas, cerró las puertas del jardín y mandó irse a las criadas. Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver la infamia, corrimos hacia ellos y los sorprendimos juntos; a él no pudimos sujetarlo, porque era más fuerte que nosotros y, abriendo la puerta, se escapó; pero a ésta si la agarramos y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decirlo. De todo esto somos testigos».
    La asamblea les creyó, porque eran ancianos y jueces del pueblo, y Susana fue condenada a muerte.
    Pero ella gritó con todas sus fuerzas:
    «Oh Dios eterno, que conoces lo que está oculto y sabes todas las cosas antes que sucedan: tú sabes que éstos han dado falso testimonio contra mí; y ahora yo voy a morir sin haber hecho nada de lo que la maldad de éstos ha inventado contra mí».
    El Señor escuchó la súplica de Susana y, cuando la llevaban para matarla, Dios despertó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, el cual se puso a gritar:
    «¡Yo soy inocente de la sangre de esta mujer!»
    Todo el pueblo lo miró y le preguntó:
    «¿Qué has querido decir con eso?»
    El, poniéndose en medio de ellos, dijo:
    «¿Tan torpes son, israelitas, que sin examinar la cuestión y sin investigar a fondo la verdad, han condenado a una hija de Israel? Regresen al lugar del juicio, porque éstos han dado falso testimonio contra ella».
    Todo el pueblo regresó inmediatamente, y los ancianos dijeron a Daniel:
    «Ven, toma asiento en medio de nosotros e infórmanos, ya que Dios te ha dado la madurez de un anciano».
    Daniel les dijo:
    «Separen a uno de otro, que quiero interrogarlos».
    Una vez separados, llamó a uno y le dijo:
    «Viejo en años y en maldad: ahora vas a recibir el castigo por los pecados que cometiste en el pasado, cuando dictabas
    sentencias injustas condenando a los inocentes y dejando libres a los culpables, contra el mandato del Señor: “No condenarás a muerte al inocente y al que no tiene culpa”. Si de verdad la has visto, dinos bajo qué árbol los viste juntos».
    El viejo respondió:
    «Bajo una acacia».
    Sentenció Daniel:
    «Tu propia mentira te va a traer la perdición, porque el ángel del Señor ha recibido ya la orden divina de partirte por la mitad».
    Después hizo que se fuera, mandó traer al otro y le dijo:
    «Raza de Canaán y no de Judá: la hermosura te ha seducido y la pasión pervirtió tu corazón. Esto es lo que hacían con las hijas de Israel y ellas, por miedo, se les entregaban. Pero una hija de Judá no se ha sometido a su maldad. Dinos, pues, ¿bajo qué árbol los sorprendiste juntos?»
    Respondió el viejo:
    «Bajo una encina».
    Daniel sentenció:
    «También a ti tu propia mentira te traerá la perdición, porque el ángel del Señor está ya esperando, espada en mano, para partirte por el medio. Y de esta manera acabará con ustedes».
    Entonces toda la asamblea comenzó a bendecir a Dios en alta voz, pues salva a los que esperan en él. Se lanzaron contra los dos viejos, a quienes por propia confesión Daniel había declarado culpables de dar falso testimonio, y les aplicaron el mismo castigo que ellos habían planeado para su prójimo. De acuerdo con la ley de Moisés fueron ejecutados, y así aquel día se salvó una vida inocente.

  • Salmo Responsorial: 22
    "Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo."

    El Señor es mi pastor, nada me falta. Me conduce junto a aguas tranquilas y renueva mis fuerzas.
    R. Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo.

    Me guía por la senda del bien, haciendo honor a su nombre. Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú estás conmigo; tu vara y tu bastón me dan seguridad.
    R. Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo.

    Me preparas un banquete para envidia de mis adversarios, perfumas con ungüento mi cabeza y mi copa está llena.
    R. Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo.

    Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré por siempre en la casa del Señor.
    R. Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo.

  • Evangelio: Juan 8,1-11
    "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra"

    En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?" Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra." E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."