Ante miles de fieles presentes en la Plaza de San Pedro, el Papa ofreció algunas reflexiones sobre la santidad al señalar que ha concluido un ciclo de catequesis dedicadas durante dos años a los santos y santas "que por su fe, su caridad, y sus vidas fueron y siguen siendo faros para muchas generaciones".
"A menudo seguimos pensando que la santidad es una meta reservada a pocos elegidos", sin embargo, "la santidad, la plenitud de la vida cristiana, no consiste en llevar a cabo hazañas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en hacer nuestras sus actitudes, su comportamiento".
"El Concilio Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia, habla con claridad sobre la llamada universal a la santidad, afirmando que ninguno está excluido", precisó.
Benedicto XVI dijo luego que una vida santa "no es principalmente el resultado de nuestro esfuerzo, porque Dios es quien nos hace santos, es la acción de su Espíritu que nos anima desde dentro, es la misma vida de Cristo resucitado que se nos comunica y nos transforma".
"La santidad, por tanto, tiene su última raíz en la gracia bautismal, en ser injertados en el misterio pascual de Cristo, con el que nos comunica su Espíritu, su vida de Resucitado".
El Santo Padre recordó además que "Dios siempre respeta nuestra libertad y nos pide que aceptamos este don y vivamos las exigencias que comporta, pide que nos dejemos transformar por la acción del Espíritu Santo, conformando nuestra voluntad a la voluntad de Dios".
"¿Cómo puede suceder que nuestra forma de pensar y nuestras acciones se conviertan en el pensamiento y la acción de Cristo? Una vez más el Concilio Vaticano II nos da una indicación clara; nos dice que la santidad cristiana no es más que la caridad plenamente vivida".
Para que esta caridad, continuó el Papa, sea "como una buena semilla, crezca en el alma y dé frutos, los fieles deben escuchar de buen grado la palabra de Dios y, con la ayuda de su gracia, cumplir con obras su voluntad, participando con frecuencia en los sacramentos, especialmente la Eucaristía, aplicarse a la oración, a la entrega de sí en el servicio de los hermanos y al ejercicio de todas las virtudes".
"Por lo tanto, el verdadero discípulo de Cristo se caracteriza por la caridad, ya sea hacia Dios como hacia el prójimo".
"La Iglesia, durante el año litúrgico, nos invita a recordar una serie de santos, es decir, a aquellos que vivieron plenamente la caridad, supieron amar y seguir a Cristo en su vida cotidiana. Todos ellos nos dicen que es posible para todos recorrer este camino. Todos estamos llamados a la santidad: es la medida de la vida cristiana".
El Papa Benedicto XVI exhortó a todos a "abrirse a la acción del Espíritu Santo que transforma nuestras vidas, para ser también nosotros parte del gran mosaico de santidad que Dios sigue creando en la historia, para que el rostro de Cristo resplandezca en la plenitud de su fulgor".
Finalmente dijo: "no tengamos miedo de tender hacia lo alto, hacia las alturas de Dios, no tengamos miedo de que Dios nos pida demasiado, sino dejémonos guiar en cada acción cotidiana por su Palabra, incluso si nos sentimos pobres, inadecuados, pecadores: será Él quien nos transforme según su amor".
En su saludo en español, el Papa invitó a que "se abran sin miedo a la acción del Espíritu Santo, que con sus dones transforma la vida, para responder a la vocación a la santidad, a la cual el Señor nos llama a todos los bautizados. Muchas gracias".
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