sábado, 20 de junio de 2015

Evangelio 20 de Junio de 2015

  • Primera Lectura: II Corintios 12,1-10
    "Muy a gusto presumo de mis debilidades"
    Hermanos: Toca presumir. Ya sé que no está bien, pero paso a las visiones y revelaciones del Señor. Yo sé de un cristiano que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo, con el cuerpo o sin cuerpo, ¿qué sé yo?, Dios lo sabe. Lo cierto es que ese hombre fue arrebatado al paraíso y oyó palabras arcanas, que un hombre no es capaz de repetir; con el cuerpo o sin cuerpo, ¿qué sé yo?, Dios lo sabe. De uno como ése podría presumir; lo que es yo, sólo presumiré de mis debilidades. 
    Y eso que, si quisiera presumir, no diría disparates, diría la pura verdad; pero lo dejo, para que se hagan una idea de mí sólo por lo que ven y oyen. Por la grandeza de estas revelaciones, para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: "Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad." Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.
  • Salmo Responsorial: 33
    "Gustad y ved qué bueno es el Señor"
    El ángel del Señor acampa / en torno a sus fieles y los protege. / Gustad y ved qué bueno es el Señor, / dichoso el que se acoge a él. R. 
    Todos sus santos, temed al Señor, / porque nada les falta a los que lo temen; / los ricos empobrecen y pasan hambre, / los que buscan al Señor no carecen de nada. R. 
    Venid, hijos, escuchadme: / os instruiré en el temor del Señor; / ¿hay alguien que ame la vida / y desee días de prosperidad? R.
  • Evangelio: Mateo 6,24-34
    "No os agobiéis por el mañana"
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? 
    ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos."

No pueden servir a Dios y al dinero

Tiempo Ordinario
Mateo 6, 24-34. Nuestra actitud es diferente cuando ponemos todo nuestro esfuerzo confiando en que Dios hará el resto.


Por: H. Roberto Villatoro | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Mateo 6, 24-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero. Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con que se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento ¿Y porqué se preocupen por el vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe? No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas. 

Oración introductoria
Señor, gracias porque estás siempre conmigo. Gracias por que no me abandonas, gracias por ser mi Padre. Ya sé que Tú me amas mucho y que harías lo que fuera para que sea feliz y alcance el cielo que nos has prometido. Pero ayúdame a ver de buen grado todos los acontecimientos de mi vida, sabiendo que ahí estás Tú.

Petición
Dios mío, confío en ti. ¿Cómo no confiar en ti? Padre, que me abandone en ti.

Meditación del Papa Francisco
¡Qué hermoso es esto! ¡Dios no se olvida de nosotros! ¡De ninguno de nosotros! Con nombre y apellido. Nos ama y no se olvida. ¡Qué hermoso pensamiento! Esta invitación a la confianza en Dios encuentra un paralelismo en la página del Evangelio de Mateo: “Mirad las aves del cielo -dice Jesús-: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. (...) Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos”.
Pensando en tantas personas que viven en condiciones de precariedad, o incluso en la miseria que ofende su dignidad, estas palabras de Jesús podrían parecer abstractas, si no ilusorias. ¡Pero en realidad son más que nunca actuales! Nos recuerdan que no se puede servir a dos amos: Dios y la riqueza. Mientras cada uno busque acumular para sí, jamás habrá justicia. Tenemos que oír bien esto. Mientras cada uno busque acumular para sí, jamás habrá justicia. Si en cambio, confiando en la providencia de Dios, buscamos juntos su Reino, entonces a nadie le faltará lo necesario para vivir dignamente.
Un corazón ocupado por la furia de poseer es un corazón lleno de esta furia de poseer, pero vacío de Dios. Por eso Jesús ha advertido varias veces a los ricos, porque en ellos es fuerte el riesgo de colocar la propia seguridad en los bienes de este mundo. En un corazón poseído por las riquezas, no hay más espacio para la fe. (S.S. Francisco, ángelus del 2 de marzo de 2014)
Reflexión 
Lo decía San Juan de la Cruz y otros grandes santos: "De Dios recibimos tanto cuanto esperamos". Lo que nos puede pasar a nosotros, cristianos de a pie, y no místicos como San Juan de la Cruz, es que no nos la creemos. No creemos en el abandono en Dios. Pensamos poco en quién es Dios, en su omnipotencia, en que Él es Padre y quiere lo mejor para nosotros. San Francisco de Asís se lo dijo al Papa, cuando quería fundar su pobre congregación: "La congregación será una madre muy pobre, pero Dios es un Padre muy generoso.
Es verdad que el abandono en Dios, no implica un abandono de las cosas de "aquí abajo". Tampoco nos puede llevar a desentendernos de nuestros deberes y responsabilidades. Pero nuestra actitud es diferente cuando ponemos todo nuestro esfuerzo confiando en que Dios hará el resto. "Dios pone casi todo y tú pones tu casi nada, pero Dios no pone su casi todo si tú no pones tu casi nada".

Propósito
Iré a visitar al Santísimo, y le confiaré mis proyectos, preocupaciones y alegrías.

Diálogo con Cristo
Padre, que no tenga miedo a abandonarme en ti. Que sepa, Dios mío, que el abandonarme en ti, implica toda mi vida. Tú me has tomado en serio, y por eso me cuidas, me proteges, me das la vida y muchos dones. Ayúdame, pues, para que al abandonarme en ti, yo también te tome en serio.

viernes, 19 de junio de 2015

Evangelio 19 de Junio de 2015

  • Primera Lectura: II Corintios 11,18.21b-30
    "Aparte de todo lo demás, la carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias"
    Hermanos: Son tantos los que presumen de títulos humanos, que también yo voy a presumir. Pues, si otros se dan importancia, hablo disparatando, voy a dármela yo también. ¿Que son hebreos?, también yo; ¿que son linaje de Israel?, también yo; ¿que son descendientes de Abrahán?, también yo; ¿que sirven a Cristo?, voy a decir un disparate: mucho más yo. 
    Les gano en fatigas, les gano en cárceles, no digamos en palizas, y en peligros de muerte, muchísimos; los judíos me han azotado cinco veces, con los cuarenta golpes menos uno; tres veces he sido apaleado, una vez me han apedreado, he tenido tres naufragios y pasé una noche y un día en el agua. Cuántos viajes a pie, con peligros de ríos, con peligros de bandoleros, peligros entre mi gente, peligros entre gentiles, peligros en la ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros con los falsos hermanos. Muerto de cansancio, sin dormir muchas noches, con hambre y sed, a menudo en ayunas, con frío y sin ropa. Y, aparte de todo lo demás, la carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién enferma sin que yo enferme?; ¿quién cae sin que a mí me dé fiebre? Si hay que presumir, presumiré de lo que muestra mi debilidad.
  • Salmo Responsorial: 33
    "El Señor libra a los justos de sus angustias"
    Bendigo al Señor en todo momento, / su alabanza está siempre en mi boca; / mi alma se gloría en el Señor: / que los humildes lo escuchen y se alegren. R. 
    Proclamad conmigo la grandeza del Señor, / ensalcemos juntos su nombre. / Yo consulté al Señor, y me respondió, / me libró de todas mis ansias. R. 
    Contempladlo, y quedaréis radiantes, / vuestro rostro no se avengonzará. / Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha / y lo salva de sus angustias. R.
  • Evangelio: Mateo 6, 19-23
    "Donde está tu tesoro, allí está tu corazón"
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón. 
    La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!"

Unidad de vida en la profesión

Virtudes y Valores
Para poder ofrecer el propio trabajo a Dios, hay que realizarlo bien: con buena intención, con criterio recto y una conducta exterior que manifieste esos deseos interiores


Por: J. López Díaz | Fuente: Opusdei.es



Todo trabajo honrado puede ser oración; y todo trabajo, que es oración, es apostolado. De este modo el alma se enrecia en una unidad de vida sencilla y fuerte[1].
Trabajo, oración, apostolado: tres términos que, para quien se sabe hijo de Dios no resultan ámbitos diversos, sino que se van fundiendo en la vida como notas de un acorde, hasta componer una única partitura armónica.
Al inicio de la actividad profesional, es posible escuchar únicamente el sonido aislado del propio trabajo, monótono y sin gracia. Al descubrir cómo transformarlo en oración que se eleva al Cielo y en apostolado que fecunda la tierra, las notas se combinan y el sonido comienza a adquirir ritmo y armonía. Si abandonamos el esfuerzo de crear y componer, volvemos fácilmente a las notas sueltas, a los sonidos sin melodía; pero apenas permitimos que el Espíritu Santo gobierne de nuevo nuestra vida profesional y dirija la orquesta, surge otra vez la música, composición estupenda de amor a Dios y a los hombres —de oración y apostolado— en el trabajo diario. Cada una de las facultades de nuestro ser: voluntad, inteligencia, afectos..., interpreta su parte con maestría, y se alcanza esa unidad de vida sencilla y fuerte que agrada a Dios y atrae hacia Él a los hombres.
En la actividad profesional hay tres aspectos que conviene examinar con atención para alcanzar la armonía de la unidad de vida: la intención, el criterio y la conducta coherente con ambos.
Rectitud de intención
La unidad de vida en el trabajo profesional depende, en primer lugar, de la rectitud de intención: de la clara y firme decisión de trabajar por amor a Dios, no por ambición u otra forma de egoísmo; de cara a Dios y buscando su gloria, no de cara a los hombres y buscando la propia gloria, es decir, la satisfacción personal o la admiración de los demás.
Nadie puede servir a dos señores[2]. No podemos admitir componendas, no podemos tener en el corazón una vela encendida a San Miguel, y otra al diablo[3]. La intención debe ser transparente. Sin embargo, es posible experimentar que, aun queriendo vivir para la gloria de Dios, la rectitud de la voluntad fácilmente se tuerce en las acciones concretas, en las que junto a motivos santos se pueden encontrar muchas veces aspiraciones menos claras[4]. Por eso, San Josemaría aconseja purificar la voluntad, rectificando constantemente la intención. Rectificar. —Cada día un poco. —Esta es tu labor constante si de veras quieres hacerte santo[5].
Quien trabaja con rectitud de intención procura realizar bien su tarea siempre. No trabaja de un modo cuando los demás le ven y de otro cuando nadie le ve. Sabe que le mira Dios y por eso trata de cumplir su deber con perfección, como a Él le agrada. Cuida detalles de orden, de laboriosidad, de espíritu de pobreza..., también si nadie lo advierte o si se encuentra sin ganas. En los días grises de labor corriente, cuando la monotonía amenaza, un hijo de Dios se esfuerza en poner las últimas piedras por amor, y su trabajo se convierte así en oración.
Los momentos de éxito o de fracaso ponen a prueba la calidad de nuestra intención, ante la tentación del envanecimiento o ante el desánimo. San Josemaría enseña a prepararse para esas circunstancias, que podrían conducir al repliegue sobre uno mismo, torciendo el querer de la voluntad. Has de permanecer vigilante, para que tus éxitos profesionales o tus fracasos —¡que vendrán!— no te hagan olvidar, aunque sólo sea momentáneamente, cuál es el verdadero fin de tu trabajo: ¡la gloria de Dios![6]
Para fortalecer la rectitud de intención, verdadero pilar de la unidad de vida, es necesario buscar la presencia de Dios en el trabajo —ofrecerlo al comenzar, renovar ese ofrecimiento cuando sea posible, dar gracias al terminar...— y procurar que las prácticas de piedad, sobre todo la Santa Misa si nos es posible asistir, se dilaten a lo largo de la jornada en un trato continuo con el Señor. Olvidarse de Dios en la profesión indica poca unidad de vida y no simplemente un carácter distraído: quien ama de veras no se olvida del amado.
Recto criterio
La rectitud de intención es esencial para la unidad de vida, pero no hay que olvidar que la voluntad necesita la guía de la razón iluminada por la fe. Hay personas que no aciertan a llevar una conducta coherentemente cristiana no por mala voluntad inicial, sino por falta de criterio. Cuando no se ponen los medios para formar bien la conciencia, para adquirir un conocimiento profundo de las implicaciones morales de cada profesión, se corre el peligro de aceptar como norma lo que es normal. Es posible entonces que se cometan con buena voluntad graves desvaríos e injusticias, y, por no saber juzgar con prudencia, se deje de hacer el bien que se debe hacer. La falta de criterio impide alcanzar la unidad de vida.
Un hombre de criterio acierta con lo bueno, sin caer en los extremos ni pactar con lo mediocre. A veces, la falta de criterio lleva a pensar que la alternativa a un defecto es el defecto opuesto: que para no ser rígidos hay que ser débiles, o para no ser agresivos,bondadosos... En la práctica, no se ha entendido bien la naturaleza de las virtudes. Elpunto medio en que consiste la virtud —in medio virtus— no es quedarse a medias, sin aspirar a la cima, sino alcanzar la cumbre entre dos defectos[7]. Se puede ser enérgico y manso a la vez, comprensivo y exigente con los deberes, veraz y discreto, alegre sin ser ingenuo. Sed prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas[8], dice el Señor.
El criterio necesario para la unidad de vida es un criterio cristiano, no simplemente humano, pues su regla no es únicamente la recta razón sino la razón iluminada por la fe viva, la fe informada por la caridad. Sólo entonces las virtudes humanas son virtudes cristianas. Un hijo de Dios no ha de cultivar dos clases de virtudes, unas humanas y otras cristianas, unas sin la caridad y otras con ella, porque esto sería una doble vida. En su trabajo no debe conformarse con practicar en unas cosas una justicia sólo humana —limitándose, por ejemplo, al estricto cumplimiento de la ley— y en otras una justicia cristiana, con el alma de la caridad, sino siempre y en todo esta última, la justicia de Cristo. Considerad especialmente los consejos y las advertencias con que preparaba a aquel puñado de hombres que serían sus Apóstoles, sus mensajeros, de uno a otro confín de la tierra. ¿Cuál es la pauta principal que les marca? ¿No es el mandato nuevo de la caridad? Fue con amor como se abrieron paso en aquel mundo pagano y corrompido. (...) Cuando se hace justicia a secas, no os extrañéis si la gente se queda herida: pide mucho más la dignidad del hombre, que es hijo de Dios. La caridad ha de ir dentro y al lado, porque lo dulcifica todo, lo deifica: Dios es amor (1 Jn 4, 16) (...).
La caridad, que es como un generoso desorbitarse de la justicia, exige primero el cumplimiento del deber: se empieza por lo justo; se continúa por lo más equitativo...; pero para amar se requiere mucha finura, mucha delicadeza, mucho respeto, mucha afabilidad: en una palabra, seguir aquel consejo del Apóstol: llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo (Gal 6,2). (...) Eso requiere la entereza de someter la propia voluntad al modelo divino, trabajar por todos, luchar por la felicidad eterna y el bienestar de los demás. No conozco mejor camino para ser justo que el de una vida de entrega y de servicio[9]. Esto es tener criterio cristiano, luz imprescindible para la unidad de vida. Adquirir ese criterio exige dedicar tiempo a la formación, y en particular al estudio de la doctrina. Sería temerario fiarse de la intuición y no poner los medios para formar la cabeza. Pero además, tampoco basta un estudio teórico. La unidad de vida cristiana requiere una doctrina asimilada en la oración.

Valentía
Además de querer y de saber, la unidad de vida reclama actuar, pues obras son amores y no buenas razones[10]Que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos[11], dice el Señor. Conviene examinarse con franqueza, como aconseja San Josemaría: ¿Cunde a tu alrededor la vida cristiana? Piénsalo a diario[12].
Cuando hay unidad de vida es lógico que se note, con naturalidad, a nuestro alrededor. Quien ocultase su condición de cristiano por miedo a que le encasillen, o por timidez o por vergüenza, quebraría la unidad de vida, no podría ser sal y luz, sus obras serían estériles en orden a la vida sobrenatural. El Señor nos dice a cada uno: dabo te in lucem gentium, ut sit salus mea usque ad extremum terrae[13], te pondré por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.
Hemos de tener la valentía de vivir pública y constantemente conforme a nuestra santa fe[14], escribe San Josemaría, haciendo eco a la advertencia del Señor:quien se avergüence de mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria[15]. Jesús nos impulsa también con una maravillosa promesa: a todo el que me confiese delante de los hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos[16]. No caben ambigüedades. No hay que tener miedo a hablar de Dios: con la palabra, porque el mismo Cristo ha mandado id y enseñad el Evangelio a todas las gentes[17], y con el ejemplo de una fe que obra por la caridad[18].
Es natural que los demás, en el ambiente en que se mueve un cristiano, conozcan su fe viva y operante. Con mayor razón ha de resultar fácilmente reconocible, por contraste, en una sociedad en la que predominan el materialismo y el hedonismo. Si pasara largo tiempo inadvertida, no sería por naturalidad sino por doble vida. Esto es lo que sucede tristemente en quienes relegan la fe a la vida "privada". Esta actitud, si no es simple cobardía, si responde a la idea de que la fe no debe influir en la conducta profesional, refleja una mentalidad no laical sino laicista, que pretende arrojar a Dios de la vida social, y muchas veces prescindir también de la ley moral. Es justamente lo opuesto al ideal de poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas. A esto estamos llamados los cristianos, y es bueno que muchos a nuestro alrededor lo sepan. Más aún, ciertamente el apostolado del cristiano que vive en medio del mundo debe ser deamistad y confidencia[19] con los colegas de profesión, uno a uno, pero esto no excluye que a veces sea conveniente o necesario —exigencia de la unidad de vida— hablar en público y explicar las razones de una conducta moral, humana y cristiana. Las dificultades pueden ser muchas, pero la fe asiste al cristiano y le da la fortaleza que necesita para defender la verdad y ayudar a todos a descubrirla.
En la práctica, sin embargo, la experiencia nos dice que, aun rechazando los extremos, es fácil dejarse influir por esa mentalidad laicista y convencerse, por ejemplo, de que en un determinado ambiente profesional no es oportuno en ningún caso hablar de Dios, porque sería chocante o estaría fuera de lugar, o porque otros aducirían que las posturas de un cristiano en cuestiones profesionales están condicionadas por la religión. Se presenta entonces la tentación de poner entre paréntesis la propia fe, precisamente cuando debería manifestarse.
Aconfesionalismo. Neutralidad. —Viejos mitos que intentan siempre remozarse. ¿Te has molestado en meditar lo absurdo que es dejar de ser católico, al entrar en la Universidad o en la Asociación profesional o en la Asamblea sabia o en el Parlamento, como quien deja el sombrero en la puerta?[20]. San Josemaría no invita a hacer alardes, ni mucho menos a utilizar etiquetas de católico que no se compaginan con la mentalidad laical. Lo que pide esmolestarse en meditar, cada uno en sus circunstancias, cuáles son las exigencias externas y visibles de la unidad de vida en la propia profesión y actuación social.Habéis de tener la valentía, que en ocasiones no será poca, dadas las circunstancias de los tiempos, de hacer presente —tangible, diré mejor— vuestra fe: que vean vuestras obras buenas y el motivo de vuestras obras, aun cuando venga a veces la crítica y la contradicción de unos y de otros[21].
La unidad de vida es un don de Dios y, a la vez, una conquista que exige lucha personal. El trabajo profesional es terreno en el que se forja esa unidad a través de decisiones concretas de actuar en todo cara a Dios y con afán apostólico. Con la gracia de Dios hemos de aspirar y llegar a amarle con totalidad: ex todo corde, ex tota anima, ex tota mente, ex tota virtute[22], con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas.

El contenido es cortesía de nuestros aliados y amigos: Opus Dei

jueves, 18 de junio de 2015

Evangelio 18 de Junio de 2015

  • Primera Lectura: II Corintios 11,1-11
    "Os anuncié de balde el Evangelio de Dios"
    Hermanos: Ojalá me toleraseis unos cuantos desvaríos; bueno, ya sé queme los toleráis. Tengo celos de vosotros, los celos de Dios; quisedesposaros con un solo marido, presentándoos a Cristo como una virgenintacta. Pero me temo que, igual que la serpiente sedujo a Eva con suastucia, se pervierta vuestro modo de pensar y abandone la entrega yfidelidad a Cristo. Se presenta cualquiera predicando un Jesúsdiferente del que yo predico, os propone un espíritu diferente del querecibisteis, y un Evangelio diferente del que aceptasteis, y lotoleráis tan tranquilos. ¿En qué soy yo menos que esos superapóstoles?En el hablar soy inculto, de acuerdo; pero en el saber no, como os lohe demostrado siempre y en todo. ¿Hice mal en abajarme para elevaros avosotros? Lo digo porque os anuncié de balde el Evangelio de Dios. Paraestar a vuestro servicio, tuve que saquear a otras Iglesias, aceptandoun subsidio; mientras estuve con vosotros, aunque pasara necesidad, nome aproveché de nadie; los hermanos que llegaron de Macedoniaproveyeron a mis necesidades. Mi norma fue y seguirá siendo no serosgravoso en nada. Lo digo con la verdad de Cristo que poseo; nadie entoda Acaya me quitará esta honra. ¿Por qué?, ¿porque no os quiero? Bienlo sabe Dios.
  • Salmo Responsorial: 110
    "Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor."
    Doy gracias al Señor de todo corazón, 
    en compañía de los rectos,en asamblea. 
    Grandes son las obras del Señor, 
    dignas de estudiopara los que las aman. R.

    Esplendor y belleza son su obra, 
    su generosidad dura porsiempre; 
    ha hecho maravillas memorables, 
    el Señor es piadoso yclemente. R.

    Justicia y verdad son las obras de sus manos, 
    todos suspreceptos merecen confianza:
    son estables para siempre jamás, 
    sehan de cumplir con verdad y rectitud. R.
  • Evangelio: Mateo 6,7-15
    "Vosotros rezad así"
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis, nouséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que porhablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padresabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis.
    Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado seatu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en elcielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestrasofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, nonos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque siperdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo osperdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestroPadre perdonará vuestras culpas."

Dios sabe lo que necesitamos

Tiempo Ordinario
Mateo 6, 7-15. Tiempo Ordinario. La oración que elevemos a Dios tiene que ser sencilla,hecha con el corazón. 


Por: Carlos Llaca | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas. 

Oración introductoria
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, ven a esta oración para que sea el medio para crecer en el amor que perdona, libra del mal y de la tentación.

Petición
Ayúdame a hacer verdadera oración, Señor.

Meditación del Papa Francisco
Si por tanto hay alguno que puede explicar hasta el fondo la oración de “Padre nuestro”, enseñada por Jesús, estos son precisamente quienes viven en primera persona la paternidad. Sin la gracia que viene del Padre que está en los cielos, los padres pierden valentía y abandonan el campo. Pero los hijos necesitan encontrar un padre que les espera cuando vuelven de sus fracasos. Harán de todo para no admitirlo, para no mostrarlo, pero lo necesitan: y el no encontrarlo abre en ellos heridas difíciles de sanar.
La Iglesia, nuestra madre, está comprometida con apoyar con todas sus fuerzas la presencia buena y generosa de los padres en las familias, porque ellos son para las nuevas generaciones cuidadores y mediadores insustituibles de la fe en la bondad, en la fe y en la justicia y en la protección de Dios, como san José. (S.S. Francisco, audiencia del 4 de febrero de 2015,).
Reflexión
Jesús, cuando enseña el Padre Nuestro a sus discípulos, y a nosotros a través de ellos, nos da la pauta y el camino para que nuestra oración sea escuchada por Dios: "No charléis mucho con los gentiles que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados..."

Quiere decir que la oración que elevemos a Dios tiene que ser sencilla, hecha con el corazón, pensando en Dios y sus intereses, no en nosotros mismos.

Por ejemplo, Es diferente orar pidiendo que me vaya bien en los negocios, aunque haya que pasar por encima de mi prójimo, a decirle a Dios en la oración que me dé la fuerza para superar esa actitud de odio o disgusto contra el tipo que ayer me gritó en la tienda cuando fui a comprar algo de despensa.

En el primer ejemplo la petición está hecha en base a mis propios intereses y nada más. En el segundo, en cambio, la petición es justa porque se quiere superar un defecto propio por amor a Dios y el prójimo y no por amor a mí mismo ni mis cosas.

Ahora, Dios es infinitamente misericordioso. Pero también infinitamente justo. Por eso Jesús nos advierte que cuando queramos ser perdonados tenemos que perdonar a los que nos ofenden, si es que queremos ser perdonados por Dios. Cada vez que vamos al confesionario le pedimos perdón a Dios por haberle ofendido en la persona de nuestro hermano. Y nos lo da. ¿Es que acaso no vamos a perdonar las ofensas que recibimos siendo nosotros perdonados por lo que hacemos contra Dios, que siempre es más grave? ¿Es justo que seamos siempre perdonados sin nosotros perdonar ni una vez?

Por tanto, vivamos hoy y siempre coherentemente con Dios y nuestros hermanos en Cristo.

Propósito
Cuando se me presente una tentación para hacer o consentir el mal, rezaré de inmediato un padrenuestro.

Diálogo con Cristo
Jesucristo, ¡Venga tu Reino! Ésta es la aspiración de mi vida, que tu Reino se establezca y se realice en este mundo, iniciando en mi propia persona. Por eso te doy gracias por esta oración, permite que sepa escucharte, sentirte y seguirte.

miércoles, 17 de junio de 2015

Evangelio 17 de Junio de 2015

  • Primera Lectura: II Corintios 9,6-11
    "Al que da de buena gana lo ama Dios"
    Hermanos: El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; y el que siembra generosamente, generosamente cosechará. Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso; porque al que da de buena gana lo ama Dios. Tiene Dios poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que, teniendo siempre lo suficiente, os sobre para obras buenas. Como dice la Escritura: "Reparte limosna a los pobres, su justicia es constante, sin falta." El que proporciona semilla para sembrar y pan para comer os proporcionará y aumentará la semilla, y multiplicará la cosecha de vuestra justicia. Siempre seréis ricos para ser generosos, y así, por medio nuestro, se dará gracias a Dios.
  • Salmo Responsorial: 111
    "Dichoso quien teme al Señor."
    Dichoso quien teme al Señor / y ama de corazón sus mandatos. / Su linaje será poderoso en la tierra, / la descendencia del justo será bendita. R. En su casa habrá riquezas y abundancia, / su caridad es constante, sin falta. / En las tinieblas brilla como una luz / el que es justo, clemente y compasivo. R. Reparte limosna a los pobres; / su caridad es constante, sin falta, / y alzará la frente con dignidad. R.
  • Evangelio: Mateo 6,1-6.16-18
    "Tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará"
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará."

Los árboles del paraíso

Tentación
La tentación de cada hombre en todas las épocas de la historia, es la de traspasar el límite, celoso de Dios


Por: Guillermo Juan Morado | Fuente: Catholic.net



El libro del Génesis relata la creación del hombre por Dios: “El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín del Edén, para que lo guardara y lo cultivara” (Gn 2, 15). Con un lenguaje cargado de simbolismo, la Sagrada Escritura expresa de este modo una convicción profunda de la fe: el mundo y el hombre no son el resultado de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar. El mundo y el hombre existen porque Dios, libremente, movido únicamente por su amor, ha querido hacerlos partícipes de su ser, de su sabiduría y de su bondad (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 295).

Entre todas las criaturas el hombre ocupa un lugar especial. Sólo del ser humano se dice que “está hecho a imagen de Dios”: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, hombre y mujer los creó” (Gn 1, 27). Es decir, Dios nos ha querido hacer parecidos a Él, capaces de participar en su vida por el conocimiento y el amor. Sólo el hombre, entre todas las criaturas de la tierra, puede conocer a Dios y, en consecuencia, amarle. El hombre posee, por esta apertura de su espíritu, capaz de conocer y de amar, la dignidad de persona.

Que el hombre ha sido creado a imagen de Dios significa, en última instancia, que ha sido hecho a imagen de Cristo, porque Cristo es precisamente la “imagen de Dios invisible” (Col 1, 15). Un escritor de la Antigüedad cristiana, Tertuliano, lo expresa de esta manera: "Quodcumque enim limus exprimebatur, Christus cogitabatur, homo futurus"; es decir, cuando Dios moldeaba el barro, pensaba en Cristo, el hombre nuevo. Y el Concilio Vaticano II afirma: “Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor” (GS 22).

Dios colocó al hombre en el jardín del Edén. El jardín del Edén es símbolo de la plenitud en la que el hombre, creado por Dios, vive. Es el jardín de la amistad con Dios y de la armonía consigo mismo y con toda la creación. Es el jardín de la santidad y de la justicia original, en la que el hombre participaba de la vida de Dios. El jardín del Edén es anticipación e imagen del paraíso definitivo, de la gloria del cielo.

En el jardín de Dios con los hombres había dos árboles especiales: “el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal”. El hombre podía comer de todos los árboles del jardín, “pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas; porque el día en que comas de él, tendrás que morir”. La interpretación del significado de los árboles del paraíso ha fascinado a los estudiosos de la Biblia y a los pensadores de todos los tiempos: ¿Cuál es el secreto de estos árboles? ¿Por qué uno de ellos, el árbol del conocimiento, resulta prohibido?

El árbol de la vida es el árbol de la verdad, del amor, del misterio de Dios. La sobreabundancia de la vida divina está simbolizada en ese árbol, situado en la mitad del jardín. Dios es la vida del hombre. Donde Dios es reconocido y adorado surgen el amor y la vida; es decir, con Dios el mundo se convierte en jardín, en paraíso. El hombre tenía acceso a ese “árbol de la vida”, podía comer de su fruto, podía alimentarse de la gracia que brota de la intimidad de Dios.

Pero otro árbol estaba plantado en el jardín: el árbol del conocimiento del bien y del mal, cuyo fruto el hombre no podía comer sin morir. Hay una relación interna entre los dos árboles: para que el hombre pueda comer el fruto del árbol de la vida, no debe tocar el fruto del árbol de la ciencia. La realidad del hombre se despliega entre estos dos árboles; en la tensión entre comer el fruto de la plenitud y de la vida o probar el fruto que lleva a la muerte.

El árbol del conocimiento es un límite. Si el hombre quiere vivir en el jardín de Dios, ha de aceptar su condición de hombre. El hombre no es Dios: no es el Creador, sino una criatura; una criatura amada por sí misma, ensalzada sobre las demás criaturas, puesto en el jardín como lugarteniente de Dios para guardarlo y cultivarlo. Si el hombre acepta que sólo Dios es Dios, tendrá la vida en plenitud. Si el hombre quiere ser dios en lugar de Dios encontrará la muerte. Esa es la consecuencia de comer del fruto prohibido: yendo más allá del límite de su propio ser, el hombre no encuentra la dicha, sino la muerte.

La tentación de Adán y Eva, y la tentación de cada hombre en todas las épocas de la historia, es la de traspasar el límite, celoso de Dios. Pero este ir más allá del límite equivale a contradecirse a uno mismo, a negar el propio ser. La plena realización del hombre consiste en ser lo que es, y en aceptar la gracia de Dios que le permite llevar a una insospechada plenitud su propio ser. Dios no tiene celos del hombre: allí, en el centro del jardín, había plantado el árbol de la vida, para que, comiendo de su fruto, el hombre se saciase de verdad, de amor, de salvación.

Los árboles del jardín del Edén evocan otro árbol y otro jardín. En el huerto de Getsemaní, Jesucristo, el Nuevo Adán, se vio confrontado a los árboles de la vida y de la muerte: “aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú”. Si Adán había escogido la muerte, Jesús escoge la vida, la obediencia al Padre, y esa obediencia hace que la Cruz, un árbol de muerte, se convierta en árbol de vida. La Cruz del Señor es el “dulce árbol donde la Vida empieza con un peso tan dulce en su corteza”.

En el centro de la historia de los hombres está plantado el árbol de la Cruz. La Cruz es el árbol de la vida, cuyo fruto de inmortalidad es la Eucaristía. Pero es también el verdadero árbol de la ciencia: se alza en las encrucijadas de la historia como un límite infranqueable que nos recuerda que la alegría y la salvación brotan no de la negación, sino del reconocimiento de Dios. Nunca el hombre es más plenamente hombre, nunca es más libre ni más sabio, que cuando adora en obediencia a su Señor.

martes, 16 de junio de 2015

Evangelio 16 de Junio de 2015

  • Primera Lectura: II Corintios 8,1-9
    "Cristo se hizo pobre por vosotros"
    Queremos que conozcáis, hermanos, la gracia que Dios ha dado a las Iglesias de Macedonia: En las pruebas y desgracias creció su alegría; y su pobreza extrema se desbordó en un derroche de generosidad. Con todas sus fuerzas y aún por encima de sus fuerzas, os lo aseguro, con toda espontaneidad e insistencia nos pidieron como un favor que aceptara su aportación en la colecta a favor de los santos. Y dieron más de lo que esperábamos: se dieron a sí mismos, primero al Señor y luego, como Dios quería, también a nosotros. En vista de eso, como fue Tito quien empezó la cosa, le hemos pedido que dé el último toque entre vosotros a esta obra de caridad. Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis; distinguíos también ahora por vuestra generosidad. No es que os lo mande; os hablo del empeño que ponen otros para comprobar si vuestro amor es genuino. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza.
  • Salmo Responsorial: 145
    "Alaba, alma mía, al Señor."
    Alabaré al Señor mientras viva, / tañeré para mi Dios mientras exista. R. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, / el que espera en el Señor, su Dios, / que hizo el cielo y la tierra, / el mar y cuanto hay en él; / que mantiene su fidelidad perpetuamente. R. Que hace justicia a los oprimidos, / que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. R. El Señor abre los ojos al ciego, / el Señor endereza a los que ya se doblan, / el Señor ama a los justos. / El Señor guarda a los peregrinos. R.
  • Evangelio: Mateo 5,43-48
    "Amad a vuestros enemigos"
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto."

El Evangelio meditado

Amen a sus enemigos y rueguen por los que les persiguen
Tiempo Ordinario
Mateo 5, 43-48. Si realmente creyéramos que somos hijos del Padre celestial y que estamos destinados a la vida eterna, todo en nosotros cambiaría.


Por: David Varela Flores | Fuente: Catholic.net



Del Santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiaras a tu enemigo. Pero yo os digo: amen a sus enemigos y rueguen por los que les persiguen, para que sean hijos de su Padre Celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si aman a quienes les aman, ¿qué recompensa tendrán? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludan sino a sus hermanos, ¿qué hacen de particular? ¿No hacen lo mismo los gentiles? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto.

Oración introductoria
Jesucristo, yo quiero darte lo mejor de mí. Sabes que lo busco en serio, pero soy débil. Busco la santidad y la anuncio, pero me avergüenzo de ella; quiero cambiar, pero me gusta mi imperfección. Necesito de ti para enorgullecerme y amar la santidad. Jesús, que no me quede en palabras.
Petición
Señor, quítame el miedo a la santidad. Dame tu gracia para comprender que la santidad es la verdadera donación y que no consiste en grandes proyectos, sino en el trato personal con los que me rodean, rezando por los que nos persiguen, amando a los que nos odian, saludando a los que no nos conocen.

Meditación del Papa Francisco
Jesús, en el Evangelio, replica: “Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”. Estas palabras nos interpelan a todos nosotros, discípulos del Señor; y hoy se dirigen especialmente a mí y a ustedes […] Imitar la santidad y la perfección de Dios puede parecer una meta inalcanzable. Sin embargo, la Primera Lectura y el Evangelio sugieren ejemplos concretos de cómo el comportamiento de Dios puede convertirse en la regla de nuestras acciones. Pero recordemos, todos nosotros, que, sin el Espíritu Santo, nuestro esfuerzo sería vano. La santidad cristiana no es en primer término un logro nuestro, sino fruto de la docilidad ―querida y cultivada― al Espíritu del Dios tres veces Santo.
El Levítico dice: “No odiarás de corazón a tu hermano... No te vengarás, ni guardarás rencor... sino que amarás a tu prójimo...”. Estas actitudes nacen de la santidad de Dios. Nosotros, sin embargo, a veces somos tan diferentes, tan egoístas y orgullosos...; pero la bondad y la belleza de Dios nos atraen, y el Espíritu Santo nos puede purificar, nos puede transformar, nos puede modelar día a día. (Homilía de S.S. Francisco, 23 de febrero de 2014).
Reflexión apostólica
Nos falta fe. Si realmente creyéramos que somos hijos de nuestro Padre celestial y que estamos destinados a la vida eterna, todo en nosotros cambiaría. Entonces, comprenderíamos que esta vida con sus sufrimientos y sus pesares, son sólo una preparación para la vida eterna. Esa vida eterna en la que nos sorprenderíamos de lo que hay. Una vida en la que me saludarán incluso los desconocidos, en la que estaremos cerca de la perfección.

Lo mejor de todo es que no hay que esperar tanto; podemos empezar ahora. Sólo hay que acoger al Señor y amarlo con el corazón para traer el cielo a la tierra. Al inicio, costará, pero poco a poco la caridad dará otro sabor al sacrificio, hasta que encontremos que hacer el bien es lo más agradable que existe en el mundo. Y, entonces, disfrutaremos el perdonar, el renunciar a nuestros gustos por los demás, el amor. Entonces, y sólo, entonces, habremos comprendido lo que significa el Cristianismo: ser felices haciendo felices a los demás.

Propósito
Ofreceré la actividad que más me gusta por amor a Dios.

Diálogo con Cristo
Jesús, te pido que aumentes mi fe para que me de cuenta de que la santidad no es hacer lo que no me gusta, sino lo que te gusta a Ti. Dame tu gracia para perdonar de corazón como Tú me has perdonado, Dios mío; para amar no sólo a los que me quieren, sino a los que me han hecho algún daño; para parecerme cada día más a ti.