SANTIAGO, 22 Jun. 16 / 10:05 pm (
ACI).- “El drama del
aborto no es sólo el del dominio del hombre sobre el hombre, sino más exactamente el de la tiranía radical del culpable sobre el inocente”, afirmó Mons. Juan Ignacio González en su intervención ante Comisión de Salud de la Cámara del Senado de Chile.
“Por eso, la inocencia incuestionable de la víctima, es el fundamento de la culpabilidad de los actores del aborto”, sostuvo el Obispo de San Bernardo, quien asistió como representante de la Conferencia Episcopal de Chile a la sesión del 21 de junio de 2016 de la comisión del Senado, donde se discute el proyecto de aborto que ya fue
aprobado por la Cámara de Diputados.
El Prelado, que pastorea a una diócesis ubicada a unos 20 kilómetros de Santiago, señaló que “los argumentos y los intereses alegados para aceptar el aborto no son argumentos e intereses del abortado, lo son siempre de quien se realiza el aborto o de quienes lo ejecutan, de los actores de la práctica abortiva”.
“El drama del aborto, por tanto, no es una simple reedición del viejo drama del dominio del hombre sobre el hombre. Hay aquí un algo más de gravedad. Se trata del dominio radical sobre el inocente”, agregó.
El Obispo de San Bernardo recordó a los senadores que un 85% de los habitantes de Chile se declaran creyentes, y que “en un estado laico como el nuestro, el factor religioso resulta esencial y conviene que sea acogido por quienes están llamados a darnos las leyes”.
Además recalcó “tener en cuenta de que los actores del aborto son los padres, los médicos y la autoridad social –también quienes dan las leyes que lo permiten –y que, por tanto, son precisamente aquellas personas y grupos de los que la víctima inocente debiera esperar la mayor protección y tutela”.
Tres causales
El proyecto de ley para despenalizar el aborto busca hacerlo en tres causales: riesgo para la
vida de la madre, “inviabilidad” fetal y violación.
En cuanto a la causal por riesgo de vida de la madre, el Obispo explicó que “no constituye aborto la acción de suyo terapéutica para salvar la vida de una madre en peligro, cuando no busca eliminar directamente la vida de la persona concebida, aunque su muerte sea una posibilidad prevista, aunque no querida o buscada”.
El problema en esta causal, continuó Mons. González, no se trata de que “las consecuencia de acciones médicas para salvaguardar la vida la madre tengan como consecuencia el fin de la vida ya concebida, sino de la acción positiva y directa de interrumpir, es decir ‘cortar la continuidad de algo en el lugar o en el tiempo’”.
Respecto a la causal de inviabilidad fetal, el Obispo señaló que “en estos casos la experiencia nos enseña que el aborto causa traumas mucho mayores que afectan a la madre y su entorno familiar”.
“Los esfuerzos, entonces, deberían centrarse en procurar programas de acompañamiento y acogida para las madres y sus familias en estas dolorosas situaciones”.
“Los niños concebidos con posibilidad o certeza de alguna grave enfermedad merecen su vida no porque así lo estimen sus padres, la ciencia o la sociedad. Merecen su vida porque es suya, no de sus padres, ni de la ciencia, ni de la sociedad”, sostuvo.
Finalmente, respecto a la causal de aborto por violación, Mons. González dijo que “permitir el aborto ante situaciones de violación es renunciar a la tutela de los más débiles e indefensos, y un acto de rendición del Estado ante el flagelo de la agresión sexual a las mujeres”.
“Quisiéramos un Estado y una sociedad activos y presentes junto a la mujer agredida, ofreciéndole caminos y ayuda para que ella u otra
familiapuedan acoger a un ser humano que no tiene culpabilidad alguna, está vivo, y tiene derecho a seguir viviendo y a que nadie atente injustamente contra su vida”, expresó el Obispo.