Una madre llevó hasta un árbol de mangos a su amadísima hija cuando ésta le preguntó, con toda la inocencia del mundo, cuándo debía tener relaciones sexuales, como lo enseñan en los programas de televisión, lo exhiben en las películas y se comenta entre las amigas.
Comprendió con nostalgia que su hija estaba dejando atrás el maravilloso mundo de los sueños y las fantasías.
— Arranca ese mango verde y cómetelo —le ordenó.
La niña sólo alcanzó a dar una mordida cuando sintió escaldada la lengua. Un amargo sabor le hizo arrugar la cara y sufrir dentera.
— ¡Está horrible! —reprochó al tiempo que lo escupía.
— Ahora, hija, prueba este otro mango maduro, de piel suave, dulce y carnoso. ¿Verdad que sabe bueno, te agrada y alimenta? Lo mismo ocurre con las relaciones sexuales. Si las pruebas antes de tiempo, te dejarán el alma, el corazón y la conciencia destemplados; pero si esperas a que tu cuerpo, tu psicología, tu corazón y el de tu pareja también maduren, será lo más bello que puedas experimentar, pues Dios nos hizo para el amor.
— ¿Y cómo sabré eso?
— Cuando te cases, pequeña.
Autor: José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Comprendió con nostalgia que su hija estaba dejando atrás el maravilloso mundo de los sueños y las fantasías.
— Arranca ese mango verde y cómetelo —le ordenó.
La niña sólo alcanzó a dar una mordida cuando sintió escaldada la lengua. Un amargo sabor le hizo arrugar la cara y sufrir dentera.
— ¡Está horrible! —reprochó al tiempo que lo escupía.
— Ahora, hija, prueba este otro mango maduro, de piel suave, dulce y carnoso. ¿Verdad que sabe bueno, te agrada y alimenta? Lo mismo ocurre con las relaciones sexuales. Si las pruebas antes de tiempo, te dejarán el alma, el corazón y la conciencia destemplados; pero si esperas a que tu cuerpo, tu psicología, tu corazón y el de tu pareja también maduren, será lo más bello que puedas experimentar, pues Dios nos hizo para el amor.
— ¿Y cómo sabré eso?
— Cuando te cases, pequeña.
Autor: José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
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