Ciudad del Vaticano (Lunes, 07-03/2011, Gaudium Press) "El comportamiento de los cristianos es el resultado de la donación, la realización de lo que se es dado cada día" - recordó el Santo Padre con ocasión del encuentro anual con seminaristas del Seminario Romano Mayor por la fiesta de Nuestra Señora de la Confianza. Benedicto XVI en el saludo que recibió los mejores deseos para el 60. º aniversario de ordenación sacerdotal celebrada el 29 de junio.
Seminaristas esperan arribo del Papa |
Cada situación de vida es un don que no es "un efecto automático", ha dicho el Papa recordando que cada persona es llamada a la libertad. El bautismo no es una garantía automática de una vida coherente. Nuestro comportamiento "es el resultado de la voluntad y del empeño perseverante de colaborar con el don, la Gracia recibida. " Es un compromiso que "cuesta"; la persona "tiene un precio que pagar".
En el Bautismo, cada cristiano recibe la vocación "para ser de Cristo y vivir en Él, en su cuerpo" que es la Iglesia. "La vida cristiana comienza con una llamada y siempre es una respuesta, hasta el final. Y esto, sea en la dimensión del creer, sea en aquella de la acción. El altísimo modelo de una respuesta se encuentra en María, "la elegida, la llamada por excelencia."
La vocación de cada persona tiene dos dimensiones: personal y comunitaria. Dios llama a cada persona por su nombre y esto nos compromete a "hacernos atentos a la voz de Dios, atentos a su palabra, al llamado que me hace, para responder, para realizar esta parte de la historia de la salvación para la cual me ha llamado" señaló el Papa.
El camino cristiano, de acuerdo a lo afirmado por San Pablo, debe tener cuatro características: "la humildad", "dulzura", "magnanimidad", "soportándoos unos a otros en el amor". "Humildad" y "dulzura" son palabras cristológicas porque imponen imitar al "Dios que llega hasta mí, que es tan grande que se hace mi amigo, sufre por mí, muere por mí" y nos llaman a encontrar formas de ser leve y sin violencia. "Magnanimidad", reclama la generosidad del corazón, mientras que "soportándoos en el amor" es una tarea diaria, de llevarse bien uno con el otro en la propia alteridad, para aprender el verdadero amor.
La llamada, la propia vocación debe ir más allá de la dimensión personal y realizarse en comunidad. Y el seminario y después la parroquia son la realización concreta del camino común que requiere el "aceptar, soportar, animar a toda la parroquia, a la gente, a aquellos simpáticos y a aquellos no simpáticos, insertarse en este cuerpo" hasta la unidad plena de todos los miembros. Debido a que la unidad de la Iglesia es "el resultado de una armonía, de un compromiso común de comportarse como Jesús, en virtud de su Espíritu."
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