sábado, 23 de julio de 2011

Evangelio 23 de Julio de 2011

  • Primera Lectura: Exodo 24, 3-8
    "Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes"

    En aquellos días, Moisés bajó de la montaña del Sinaí y refirió al pueblo todo lo que el Señor le había dicho y los mandamientos que le había dado. Y el pueblo contestó a una voz:
    «Haremos todo lo que dice el Señor».
    Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano, construyó un altar al pie de la montaña y puso al lado del altar doce piedras conmemorativas, en representación de las doce tribus de Israel.
    Después mandó a algunos jóvenes israelitas a ofrecer holocaustos e inmolar novillos, como sacrificios pacíficos en honor del Señor; tomó la mitad de la sangre, la puso en vasijas y derramó sobre el altar la otra mitad.
    Entonces tomó el libro de la alianza y lo leyó al pueblo, y el pueblo respondió:
    «Obedeceremos; haremos todo lo que manda el Señor».
    Luego Moisés roció al pueblo con la sangre, diciendo:
    «Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes, conforme a las palabras que han oído».

  • Salmo Responsorial: 49
    "Ofrécele al Señor tu gratitud."

    Habla el Dios de los dioses, el Señor, y convoca a cuantos viven en la tierra. En Jerusalén, dechado de hermosura, el Señor se ha manifestado.
    R. Ofrécele al Señor tu gratitud.

    Congreguen ante mí a los que sellaron sobre el altar mi alianza. Es Dios quien va a juzgar y el cielo mismo lo declara.
    R. Ofrécele al Señor tu gratitud.

    Mejor ofrece a Dios tu gratitud y cumple tus promesas al Altísimo, pues yo te libraré cuando me invoques y tú me darás gloria, agradecido.
    R. Ofrécele al Señor tu gratitud.

  • Evangelio: Mateo 13, 24-30
    "Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha"

    En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la muchedumbre:
    «El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña. Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo:
    “Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?”
    El amo les respondió:
    “De seguro lo hizo un enemigo mío”.
    Ellos le dijeron:
    “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”
    Pero él les contestó:
    “No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a lo segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero”».

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