Empecemos por el final. No es cierto que esta civilización está cansada de todo. Nuestro mundo está sediento de vida, de amor verdadero y de verdad. Esta sed explica la maravilla que experimentamos todos cuando alguien nos agradece un favor, cuando vemos que alguien nos regala parte de su tiempo o nos abre su corazón desinteresadamente. Todos nos admiramos cuando nos topamos con personas que viven en la verdad, que no saben mentir, que viven lo que predican. De estas cosas nunca nos cansamos y nunca nos cansaremos.
Por eso es tan importante llamar a las cosas por su nombre, a lo blanco, blanco, y a lo negro, negro; a lo que es bueno, bueno, y a lo que es malo, malo. Por eso la Iglesia llama pecado a lo que es moralmente malo, a lo que va contra Dios y contra el hombre, y llama virtud, bondad, santidad, a lo que lleva a la plena realización humana y cristiana.
A pesar de lo que se diga, en la sociedad moderna no todo es excusable, lo que es bueno, sigue siendo bueno, y lo que es malo, sigue siendo malo. Existen las leyes, las multas, la cárcel, lo justo y lo injusto, y nuestra sociedad tiene mucha necesidad de santos. A fuerza de revolver basura uno acaba manchándose. Por eso es mejor evitar todo ejemplo negativo, todo escándalo, y buscar hacer el bien delante de los hombres para que den gloria a Dios. Dar todo el buen ejemplo que podamos, ser luz para nuestros hermanos. Por más tiniebla que haya, la luz siempre será luz y la luz siempre es mejor que la tiniebla.
En cuanto al pecado a secas, aparentemente es eso sólo: el pecado, algo que suena pasado de moda, como si no tuviera que ver con el hombre de hoy. Pero si yo te digo:mi pecado, tu pecado, ése sí existe y hace existir el pecado, ya que tiene sus circunstancias, se ha dado en una conciencia, tiene sus consecuencias y las ves. Por lo tanto no nos engañemos, cada vez que te digan que el pecado no existe, responde sin temor: ¿el pecado de quién?, porque mi pecado existe y por eso tengo tentaciones y por eso tiemblo ante la misma posibilidad de ofender a Dios.
El hecho de que la sociedad viva y piense de cierta manera no significa que no haya pecados. La doctrina está, los mandamientos están, las leyes están y por lo tanto el pecado sigue siendo pecado aunque no lo queramos ver.
Por eso es tan importante llamar a las cosas por su nombre, a lo blanco, blanco, y a lo negro, negro; a lo que es bueno, bueno, y a lo que es malo, malo. Por eso la Iglesia llama pecado a lo que es moralmente malo, a lo que va contra Dios y contra el hombre, y llama virtud, bondad, santidad, a lo que lleva a la plena realización humana y cristiana.
A pesar de lo que se diga, en la sociedad moderna no todo es excusable, lo que es bueno, sigue siendo bueno, y lo que es malo, sigue siendo malo. Existen las leyes, las multas, la cárcel, lo justo y lo injusto, y nuestra sociedad tiene mucha necesidad de santos. A fuerza de revolver basura uno acaba manchándose. Por eso es mejor evitar todo ejemplo negativo, todo escándalo, y buscar hacer el bien delante de los hombres para que den gloria a Dios. Dar todo el buen ejemplo que podamos, ser luz para nuestros hermanos. Por más tiniebla que haya, la luz siempre será luz y la luz siempre es mejor que la tiniebla.
En cuanto al pecado a secas, aparentemente es eso sólo: el pecado, algo que suena pasado de moda, como si no tuviera que ver con el hombre de hoy. Pero si yo te digo:mi pecado, tu pecado, ése sí existe y hace existir el pecado, ya que tiene sus circunstancias, se ha dado en una conciencia, tiene sus consecuencias y las ves. Por lo tanto no nos engañemos, cada vez que te digan que el pecado no existe, responde sin temor: ¿el pecado de quién?, porque mi pecado existe y por eso tengo tentaciones y por eso tiemblo ante la misma posibilidad de ofender a Dios.
El hecho de que la sociedad viva y piense de cierta manera no significa que no haya pecados. La doctrina está, los mandamientos están, las leyes están y por lo tanto el pecado sigue siendo pecado aunque no lo queramos ver.
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