Cuaresma y Semana Santa
Juan 8, 12-20. Cuaresma. Cristo es nuestra luz, solo hace falta que nosotros seamos luz del mundo.
Por: Oscar Pérez | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Juan 8, 12-20
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí». Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció junto al arca de las ofrendas, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
Oración introductoria
Señor, gracias por esta oportunidad de estar contigo en esta oración; te suplico me liberes de lo que pueda obscurecer tu verdad radiante, estoy abierto de mente y corazón para abrazar tu voluntad.
Petición
¡Ven, Espíritu Santo! Dame la luz de la fe.
Meditación del Papa Francisco
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí». Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció junto al arca de las ofrendas, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
Oración introductoria
Señor, gracias por esta oportunidad de estar contigo en esta oración; te suplico me liberes de lo que pueda obscurecer tu verdad radiante, estoy abierto de mente y corazón para abrazar tu voluntad.
Petición
¡Ven, Espíritu Santo! Dame la luz de la fe.
Meditación del Papa Francisco
La coherencia de vida nos aleja de la mundanidad espiritual. Tú finges ser así, pero vives de otra forma. Es la mundanidad que se introduce en el espíritu humano y poco a poco va tomando posesión de él: es difícil identificarla desde el comienzo porque es como la polilla que lentamente destruye, carcome la tela y luego esa tela es inutilizable. Así el hombre que se deja llevar por la mundanidad pierde la identidad cristiana, la arruina, llegando a ser incapaz de coherencia.
En efecto está quien dice: «Oh, yo soy muy católico, padre, voy a misa todos los domingos, soy muy católico»; luego, sin embargo, en la vida cotidiana o en el trabajo es incapaz de ser coherente. Así, por ejemplo, cede ante el discurso de quien le propone: «Si me compras esto, hacemos este acuerdo y tú te quedas con una suma de dinero».
Esto no es coherencia de vida, esto es mundanidad. Y es precisamente la mundanidad la que conduce a la doble vida, la que es apariencia y la que es verdadera, y te aleja de Dios y destruye tu identidad cristiana. Por esto Jesús es tan fuerte cuando pide al Padre: Padre, no te pido que los quites del mundo sino que los salves, que no tengan el espíritu mundano, es decir ese espíritu que destruye la identidad ¡cristiana! (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de noviembre de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
Si echamos una mirada nos daremos cuenta que las nubes del materialismo han cubierto el horizonte cultural. La luz penetra cada vez menos. La esperanza parece menguar. En medio de la oscuridad brillan pequeñas lucecitas. Son luciérnagas. Fugaces momentos de felicidad que el mundo da. Así paga el mundo a los que le sirven. Les promete felicidad y diversión, y se los concede. Pero un instante, un suspiro; y después, la oscuridad.
Pero no estamos solos. Un rayo de esperanza rasga las nubes. Es Cristo que viene a recordarnos: “Yo soy la luz del mundo”.. Como nos dice el catecismo en el número 2466: el que cree en Él, no permanece en las tinieblas. El discípulo de Jesús, permanece en su palabra, para conocer "la verdad que hace libre" y que santifica.
Nosotros, como cristianos bautizados, estamos llamados a ser luz del mundo. ¿Cómo? Predicando el Evangelio del amor con el ejemplo de nuestra vida y el testimonio de nuestra palabra.
Reforzando la unidad familiar, por ejemplo rezando en familia; escuchando y compartiendo las penas de mi prójimo, ayudándolo cuando lo vea en apuros. En fin, la caridad es ingeniosa, hay mil maneras de vivirla. Sólo hace falta querer ser luz del mundo.
Propósito
Darme el tiempo y la paciencia para dar hoy un consejo, estímulo o ayuda a quien lo necesite.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, qué diverso sería mi comportamiento si nunca olvidara de dónde vengo y a dónde voy. Tú eres quien da significado, sentido, esperanza y propósito a mi vida. Las presiones de la sociedad afectan mis decisiones, el estira y afloja de la «moda» me apartan de la auténtica felicidad, por eso te suplico me des la luz de la fe para buscarte siempre y, unido a Ti, pueda ser la luz que ilumine a los que hoy encuentre en mi camino.
Si echamos una mirada nos daremos cuenta que las nubes del materialismo han cubierto el horizonte cultural. La luz penetra cada vez menos. La esperanza parece menguar. En medio de la oscuridad brillan pequeñas lucecitas. Son luciérnagas. Fugaces momentos de felicidad que el mundo da. Así paga el mundo a los que le sirven. Les promete felicidad y diversión, y se los concede. Pero un instante, un suspiro; y después, la oscuridad.
Pero no estamos solos. Un rayo de esperanza rasga las nubes. Es Cristo que viene a recordarnos: “Yo soy la luz del mundo”.. Como nos dice el catecismo en el número 2466: el que cree en Él, no permanece en las tinieblas. El discípulo de Jesús, permanece en su palabra, para conocer "la verdad que hace libre" y que santifica.
Nosotros, como cristianos bautizados, estamos llamados a ser luz del mundo. ¿Cómo? Predicando el Evangelio del amor con el ejemplo de nuestra vida y el testimonio de nuestra palabra.
Reforzando la unidad familiar, por ejemplo rezando en familia; escuchando y compartiendo las penas de mi prójimo, ayudándolo cuando lo vea en apuros. En fin, la caridad es ingeniosa, hay mil maneras de vivirla. Sólo hace falta querer ser luz del mundo.
Propósito
Darme el tiempo y la paciencia para dar hoy un consejo, estímulo o ayuda a quien lo necesite.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, qué diverso sería mi comportamiento si nunca olvidara de dónde vengo y a dónde voy. Tú eres quien da significado, sentido, esperanza y propósito a mi vida. Las presiones de la sociedad afectan mis decisiones, el estira y afloja de la «moda» me apartan de la auténtica felicidad, por eso te suplico me des la luz de la fe para buscarte siempre y, unido a Ti, pueda ser la luz que ilumine a los que hoy encuentre en mi camino.
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