VATICANO, 16 Nov. 16 / 05:14 am (ACI).- La última catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General antes de la clausura del Jubileo de la Misericordia estuvo dedicada a “soportar pacientemente a las personas molestas”.
“Todos somos buenos en identificar una presencia que puede dar fastidio: sucede cuando encontramos a alguno por la calle, o cuando recibimos una llamada de teléfono… Rápidamente pensamos: ‘¿Durante cuánto tiempo tendré que escuchar los lamentos, las habladurías, las exigencias o las fanfarronadas de esta persona?’”.
Francisco comenzó a explicar así el sentido de esta obra de misericordia y aseguró que “ocurre también, a veces, que las personas molestas son aquellas que están más cerca nuestro: entre los parientes siempre hay alguno; en el trabajo no faltan; ni siquiera en el tiempo libre estamos exentos”.
Entonces, “¿qué debemos hacer?”. "¿Por qué entre las obras de misericordia está también esta?”, preguntó a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
El Papa recordó que en la Biblia “vemos que Dios mismos debe hacer uso de la misericordia para soportar los lamentos de su pueblo”.
“¿Hacemos alguna vez examen de conciencia para ver si también nosotros, en ocasiones, podemos resultar molestos a los otros?”, cuestionó. “Es fácil apuntar con el dedo contra los defectos y las faltas de los otros, pero deberíamos aprender a ponernos en el lugar del otro”, dijo.
Francisco invitó a “mirar a Jesús” porque “¡cuánta paciencia ha tenido en los tres años de su vida pública!”. “Jesús enseña a ir siempre a lo esencial y a mirar más allá para asumir con responsabilidad la propia misión. Podremos ver aquí el reclamo y otras dos obras de misericordia espiritual: la de advertir a los pecadores y la de enseñar a los ignorantes”.
“Pensemos en el gran compromiso que se puede tener cuando ayudamos a las personas a crecer en la fe y en la vida. Pienso, por ejemplo, en los catequistas –entre los cuales hay muchas madres y muchos religiosos– que dedican tiempo a enseñar a los niños los elementos básicos de la fe”. “¡Qué cansancio cuando los chicos prefieren jugar antes que escuchar el catecismo!”.
En definitiva, “acompañar en la búsqueda de lo esencial es hermoso e importante, porque nos hace compartir la alegría de saborear el sentido de la vida”.
“A menudo nos ocurre que encontramos personas que se detienen en cosas superficiales, efímeras y banales. A veces porque no han encontrado alguien que les estimulase a hacer algo distinto y a apreciar los verdaderos tesoros”.
El Pontífice explicó que entonces “enseñar a mirar lo esencial es una ayuda determinante, especialmente en un tiempo como el nuestro que parece haber perdido la orientación y perseguir la satisfacción a corto plazo”.
“Enseñar a descubrir qué quiere el Señor de nosotros y cómo podemos corresponderle significa ponerse en camino para crecer en la propia vocación, el camino de la verdadera alegría”, subrayó.
No obstante, no hay que olvidar que “la exigencia de aconsejar, advertir y enseñar no nos debe hacer sentir superiores a los otros, sino que nos obliga ante todo a entrar en nosotros mismos para verificar si somos coherentes respecto a lo que reclamamos a los otros”.
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