Santo Evangelio según San Lucas 6, 20-26. Miércoles XXIII del tiempo ordinario.
Por: H. Hiram Samir Galán Jaime, L.C. | Fuente: missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Quiero dejarme amar…Te conozco desde antes que nacieras, sé tu historia conozco tus problemas. Sé de tus heridas y de tu pasado y aun así te amo. Sólo abandónate en mis brazos, confía en mi amor que lo puede todo… Jesús.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 20-26
En aquel tiempo, mirando Jesús a sus discípulos, les dijo:
"Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán.
Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.
Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena!
¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!"
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Detenernos a meditar en este Evangelio nos hace recordar inmediatamente, o debería, a nuestros hermanos perseguidos en medio oriente. Verdaderamente su testimonio de vivencia radical de su fe, debería conmover nuestros corazones y hacernos despertar.
¿En qué momento perdimos el rumbo? ¿En qué momento olvidamos que ésta no es nuestra patria final, que sólo estamos de paso por este mundo, que de nada le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?
Es necesario alzar la voz contra la tiranía de la superficialidad, que nos inhibe continuamente para no pensar en la trascendencia. A buscar sólo el placer y vivir al día a día, como si no existiese mañana. A no preocuparnos por lo espiritual, cuando tienes muchas cosas materiales y terrenas por las que preocuparte. A no tener momentos de silencio y encuentro personal, para poder así pretender callar la sed y la voz de mi alma que sufre y gime por no poder saciar la sed de infinito que tiene, con ruido, cosas materiales, finitas y pasajeras.
Hoy es el día. Hoy es una nueva oportunidad de vivir en el amor. Háblale a tu Creador, tu Dios y Señor,quien vive en tu interior y, continuamente, toca a la puerta de tu corazón esperando que le abras para cenar contigo. Él te dirá lo que tienes que hacer…
Madre Santísima, danos el valor y coraje de vivir coherentemente nuestra fe. Que continuamente tu recuerdo nos permita recordar para que hemos sido creados.
Cada uno de nosotros hoy puede preguntarse: ¿Me detengo para escuchar la Palabra de Dios, tomo la Biblia en las manos, y me está hablando?; ¿mi corazón se ha endurecido? ¿Me he alejado del Señor? ¿He perdido la fidelidad al Señor y vivo con los ídolos que me ofrece la mundanidad de cada día? ¿He perdido la alegría del estupor del primer encuentro con Jesús? Hoy es una jornada para escuchar. Escuchad, hoy, la voz del Señor, hemos rezado. "No endurezcáis vuestro corazón". Pidamos esta gracia: la gracia de escuchar para que nuestro corazón no se endurezca.
(Homilía de S.S. Francisco, 23 de marzo de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Dedicaré un espacio al final del día para hacer un balance sobre mis actitudes y actividades buscando retomar el rumbo hacia la santidad. Dios me quiere santo y ya me está dando todas las gracias para ello.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Amén.
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