lunes, 23 de octubre de 2017

Evangelio meditado

Mi verdadero tesoro
Santo Evangelio según San Lucas. Lunes XXIX del tiempo ordinario.


Por: H. Rubén Tornero, L.C. | Fuente: missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento que me regalas para estar contigo. Tú me has traído con tu mano amorosa. Aquí me tienes, tal cual soy. Delante de Ti puedo ser quien soy sin ningún tapujo. Me conoces y me amas así como soy.
Aumenta mi fe en Ti. Quiero creer de verdad en el amor que me tienes; deseo experimentar todo el cariño de quien me amó - y ama – tanto, que se entregó por mí en una cruz y se me da todos los días en la Eucaristía.


Ayúdame a confiar en Ti. Quiero dejar de tener miedo al futuro, al dolor y permitirte que hagas en mi vida según tu voluntad.
Enséñame a amar como Tú. Mi corazón anhela amar y ser amado. No dejes que las dificultades y las heridas de mi corazón frenen esos deseos de dar mi vida por amor. Dame tu Corazón y enciende en mí el fuego de tu amor. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Pero Jesús le contestó: "Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?".


Y dirigiéndose a la multitud, dijo: "Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea".
Después les propuso esta parábola: "Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: '¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida'. Pero Dios le dijo: '¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?'. Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, Jesús, me dices que mi vida no depende de las riquezas y que la codicia no es la solución a mis problemas. En el fondo, Jesús, el problema con el dinero es que me hace poner mi confianza en las cosas que no pueden llenarme. Hoy me hablas del dinero, pero lo mismo me dices sobre el placer desmedido, sobre la soberbia, sobre la confianza desmedida en mí mismo… todas estas cosas me prometen colmar mi vida a precio de que te abandone a Ti. Muchas son las voces que me invitan a ya no trabajar por tu Reino.
Me dicen que es una tontería, que nada puede cambiar, que no desperdicie mi vida con algo tan iluso, que es muy difícil, que no vale la pena… ¡ayúdame a confiar en Ti, amado Jesús ! Creo que, aunque parezca que no vale la pena trabajar por Ti y por tu Reino en esta vida, en la otra, la recompensa será la mayor que nunca podría siquiera imaginar: Tú mismo.
No permitas, Jesús, que me deje seducir por el resplandor de las monedas cuando Tú eres el mayor tesoro.
El dinero es importante, sobre todo cuando no hay y de eso depende la comida, la escuela, el futuro de los hijos. Pero se convierte en ídolo cuando se convierte en el fin. La avaricia, que no es por casualidad un pecado capital, es pecado de idolatría porque la acumulación de dinero en sí se convierte en el fin del propio actuar.
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de febrero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré poner mi verdadero tesoro en Dios, dedicando un momento extra a la oración.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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