sábado, 7 de julio de 2018

Evangelio meditado

Vino nuevo, odres nuevos
Santo Evangelio según San Mateo 9, 14-17. Sábado XIII de Tiempo Ordinario.


Por: H. Rubén Tornero, L.C. | Fuente: missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento de intimidad que puedo tener contigo. Abre mi corazón. Toca mi alma y haz que experimente de tal manera tu amor, que sea capaz de abrirte mi corazón, y contarte, con la sencillez propia de un niño, todo lo que pasa en mi interior. Jesús, sáname el alma, consuela mi corazón herido y haz que llore de rodillas frente a Ti. A Ti, divino médico, a Ti, que sabes bien quién soy verdaderamente, te pido la gracia de mirarme como Tú me ves y de amar a los demás, como Tú los amas. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 9, 14-17
En aquel tiempo, los discípulos de Juan fueron a ver a Jesús y le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí ayunamos?". Jesús les respondió: "¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos? Pero ya vendrán días en que les quitarán al esposo, y entonces si ayunarán.
Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge, rompe la tela vieja y así se hace luego más grande la rotura. Nadie echa el vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rasgan, se tira el vino y se echan a perder los odres. El vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


Jesús, hoy en el Evangelio, me dices que a vino nuevo, odres nuevos. Me invitas a cambiar de vida, a renacer en Ti. Sabes que soy un odre que ha pasado por muchas circunstancias; he intentado muchas veces contener un vino que no era el mío; vivir una vida que no es la mía, sea porque he buscado que parezca perfecta metiéndome una máscara delante de mis heridas, sea abandonándome a ellas como si nada ni nadie pudiera cambiarlas... he querido vivir vidas que no eran la mía, sueños pasajeros, placeres y amores con fecha de caducidad, que en lugar de añejarse y dejar su buen olor en mí, me han llenado de insatisfacción y del hedor propio de la hipocresía.
No más Señor, te lo ruego. No quiero seguir intentando llenarme de los estereotipos que imagino, de esa supuesta felicidad de comercial que pretende que todo sea perfecto… Basta.
Quiero amarte como soy, servirte con todas mis heridas, con todas mis ganas de amar y ser feliz. Crea en mí, Jesús, un corazón puro, un odre nuevo, capaz de recibir tu amor, madurarlo en lo interior, para luego llegar a gozar con los demás del vino propio de la alegría del Evangelio.
¿Qué significa esto: que cambia la ley? ¡No!. Significa que la ley está al servicio del hombre, que está al servicio de Dios, y para esto el hombre tiene que tener el corazón abierto. La actitud de los que dicen: "Siempre se ha hecho así..." nace de un corazón cerrado. Jesús nos dijo: "Voy a enviar al Espíritu Santo y él os conducirá a la verdad plena". Por lo tanto, si tú tienes el corazón cerrado a la novedad del Espíritu, nunca llegarás a la verdad plena. Y tu vida cristiana será una vida a medias, parcheada, remendada de cosas nuevas, pero sobre una estructura que no está abierta a la voz del Señor: un corazón cerrado, porque no eres capaz de cambiar los odres.
(Homilía de S.S. Francisco,18 de enero de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré vivir la caridad en mi vida cotidiana ayudando a alguien de manera oculta.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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