Lecturas del día:
Primera lectura
Hebreos 3:7-147 Por eso, como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz,8 no endurezcáis vuestros corazones como en la Querella, el día de la provocación en el desierto,9 donde me provocaron vuestros padres y me pusieron a prueba, aun después de haber visto mis obras10 durante cuarenta años. Por eso me irrité contra esa generación y dije: Andan siempre errados en su corazón; no conocieron mis caminos.11 Por eso juré en mi cólera: ¡No entrarán en mi descanso!12 ¡Mirad, hermanos!, que no haya en ninguno de vosotros un corazón maleado por la incredulidad que le haga apostatar de Dios vivo;13 antes bien, exhortaos mutuamente cada día mientras dure este hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca seducido por el pecado.14 Pues hemos venido a ser partícipes de Cristo, a condición de que mantengamos firme hasta el fin la segura confianza del principio.Salmo responsorial
Salmo 95:6-116 Entrad, adoremos, prosternémonos, ¡de rodillas ante Yahveh que nos ha hecho!7 Porque él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su pasto, el rebaño de su mano. ¡Oh, si escucharais hoy su voz!:8 «No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá, como el día de Massá en el desierto,9 donde me pusieron a prueba vuestros padres, me tentaron aunque habían visto mi obra.10 «Cuarenta años me asqueó aquella generación, y dije: Pueblo son de corazón torcido, que mis caminos no conocen.11 Y por eso en mi cólera juré: ¡No han de entrar en mi reposo!»Evangelio
Marcos 1:40-4540 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.»41 Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente:44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.
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