El presidente de la Conferencia Episcopal de Canadá (CECC), monseñor Vernon James Weisberger, arzobispo de Winnipeg, ha enviado una carta en la que invita a los miembros del Parlamento y al pueblo canadiense a reflexionar sobre las posibles consecuencias de la ley C-384 cuyo objeto es legalizar la eutanasia y el suicidio asistido en el país.
Subrayando el hecho de que las personas que quieren reabrir este debate están sin duda motivadas por su preocupación frente al sufrimiento de los otros, el presidente de la CECC pone en duda las motivaciones de estas mismas personas, según informa la página web de la Conferencia Episcopal.
“Una rechazable interpretación de la compasión les lleva sin embargo a proponer que se ejerza la eutanasia sobre los más vulnerables en lugar de asegurarles, hasta su muerte natural, los cuidados apropiados, un control eficaz del dolor, así como un apoyo social, afectivo y espiritual”.
Apoyándose en la enseñanza del Catecismo de la glesia Católica, monseñor Weisgerber recuerda que es legítimo recurrir a los medicamentos y a otros medios para aliviar el sufrimiento, incluso si esto tiene como efecto secundario abreviar la vida. Añade sin embargo que “lo que nunca es aceptable es matar de manera directa e intencional a las personas deprimidas, minusválidas, enfermas, ancianas o moribundas”.
El arzobispo no ve cómo cualquier ley autorizando la eutanasia y el suicidio asistido pueda proteger a los más vulnerables de la sociedad.
De acuerdo con los obispos católicos de Canadá, el presidente de la Conferencia Episcopal invita a los miembros del Parlamento de Canadá –diputados y senadores- a recurrir a definiciones claras en los debates que se anuncian y a estar atentos al profundo impacto que tendrá la adopción de esta ley sobre la vida de las personas individuales y de toda la comunidad.
Invita también a todos los canadienses a informarse mejor sobre la eutanasia y el suicidio asistido y a promover, en su lugar, los cuidados paliativos y la asistencia a domicilio, con el fin de ayudar a las personas que los necesitan y a quienes les cuidan.
Así mismo invita a los católicos y a los hermanos de las comunidades cristianas o de otras religiones, y que aprecian la belleza y la dignidad inherente a la vida, a comprometerse en este debate con cortesía y respeto con el fin de testimoniar una profunda reverencia por toda la vida humana.
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