CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 3 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Siguiendo con su ciclo de catequesis sobre la historia de la teología en la Iglesia en la Edad Media, tras la catequesis sobre san Francisco de Asís, el Papa Benedicto XVI dedicó hoy su intervención a hablar sobre el otro gran fundador del siglo XIII, santo Domingo de Guzmán.
El Papa, explicando la historia del insigne fundador de la Orden de los Frailes Predicadores, le propuso como modelo de pobreza y consagración a la evangelización, alejado de los prestigios eclesiásticos.
“Este gran santo nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder siempre un fuego misionero, que empuja incesantemente a llevar el primer anuncio del Evangelio y, donde sea necesario, a una nueva evangelización”, explicó.
“¡Es Cristo, de hecho, el bien más precioso que los hombres y las mujeres de todo tiempo y de todo lugar tienen el derecho de conocer y amar!”
En este sentido, mostró su satisfacción por los “pastores y fieles laicos, miembros de antiguas órdenes religiosas y de nuevos movimientos eclesiales”, que “con alegría gastan su vida por este ideal supremo: anunciar y dar testimonio del Evangelio”, también en la Iglesia actual.
También destacó de santo Domingo su renuncia a los privilegios personales que podría haber conseguido de una prometedora carrera eclesiástica, sino más bien su dedicación humilde a las tareas que le fueron confiadas.
“¿No es quizás una tentación la de la carrera, del poder, una tentación de la que ni siquiera están inmunes aquellos que tienen un papel de animación y de gobierno en la Iglesia?”, afirmó el Papa, recordando sus propias palabras del pasado mes de septiembre, durante una consagración episcopal.
“No buscamos poder, prestigio, estima para nosotros mismos. Sabemos cómo las cosas en la sociedad civil, y no pocas veces en la Iglesia, sufren por el hecho de que muchos de aquellos a los que se les ha conferido una responsabilidad trabajan para sí mismos y no para la comunidad", decía en aquella ocasión.
Importancia del estudio
Tras fundar la orden de predicadores, que se distinguía por no tener bienes que administrar sino vivir mendigando, Domingo, “con un gesto valiente, quiso que sus seguidores adquiriesen una sólida formación teológica, y no dudó en enviarles a las universidades de la época”, explicó el Papa.
Precisamente la dedicación al estudio “como preparación al apostolado” es uno de los elementos que distingue a los dominicos: “Domingo quiso que sus frailes se dedicasen a él sin reserva, con diligencia y piedad”.
Se trata, añadió el Papa, de “un estudio fundado en el alma de cada saber teológico, es decir, en la Sagrada Escritura, y respetuoso con las preguntas planteadas por la razón”.
En este sentido, exhortó a los católicos, y especialmente a los sacerdotes, a cultivar esta "dimensión cultural" de la fe, “para que la belleza de la vida cristiana pueda ser mejor comprendida y la fe pueda ser verdaderamente nutrida, reforzada y también defendida”.
“El desarrollo de la cultura impone a aquellos que realizan el ministerio de la Palabra, a los distintos niveles, de estar bien preparados”, añadió, dirigiéndose en especial a sacerdotes y seminaristas, con motivo del Año Sacerdotal.
“Los sacerdotes, los consagrados y también todos los fieles pueden encontrar una profunda 'alegría interior' al contemplar la belleza de la verdad que viene de Dios, verdad siempre actual y siempre viva. El lema de los Frailes Predicadores – contemplata aliis tradere – nos ayuda a descubrir, además, un anhelo pastoral en el estudio contemplativo de estas verdades, por la exigencia de comunicar a los demás el fruto de la propia contemplación”, concluyó.
[Por Inma Álvarez]
El Papa, explicando la historia del insigne fundador de la Orden de los Frailes Predicadores, le propuso como modelo de pobreza y consagración a la evangelización, alejado de los prestigios eclesiásticos.
“Este gran santo nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder siempre un fuego misionero, que empuja incesantemente a llevar el primer anuncio del Evangelio y, donde sea necesario, a una nueva evangelización”, explicó.
“¡Es Cristo, de hecho, el bien más precioso que los hombres y las mujeres de todo tiempo y de todo lugar tienen el derecho de conocer y amar!”
En este sentido, mostró su satisfacción por los “pastores y fieles laicos, miembros de antiguas órdenes religiosas y de nuevos movimientos eclesiales”, que “con alegría gastan su vida por este ideal supremo: anunciar y dar testimonio del Evangelio”, también en la Iglesia actual.
También destacó de santo Domingo su renuncia a los privilegios personales que podría haber conseguido de una prometedora carrera eclesiástica, sino más bien su dedicación humilde a las tareas que le fueron confiadas.
“¿No es quizás una tentación la de la carrera, del poder, una tentación de la que ni siquiera están inmunes aquellos que tienen un papel de animación y de gobierno en la Iglesia?”, afirmó el Papa, recordando sus propias palabras del pasado mes de septiembre, durante una consagración episcopal.
“No buscamos poder, prestigio, estima para nosotros mismos. Sabemos cómo las cosas en la sociedad civil, y no pocas veces en la Iglesia, sufren por el hecho de que muchos de aquellos a los que se les ha conferido una responsabilidad trabajan para sí mismos y no para la comunidad", decía en aquella ocasión.
Importancia del estudio
Tras fundar la orden de predicadores, que se distinguía por no tener bienes que administrar sino vivir mendigando, Domingo, “con un gesto valiente, quiso que sus seguidores adquiriesen una sólida formación teológica, y no dudó en enviarles a las universidades de la época”, explicó el Papa.
Precisamente la dedicación al estudio “como preparación al apostolado” es uno de los elementos que distingue a los dominicos: “Domingo quiso que sus frailes se dedicasen a él sin reserva, con diligencia y piedad”.
Se trata, añadió el Papa, de “un estudio fundado en el alma de cada saber teológico, es decir, en la Sagrada Escritura, y respetuoso con las preguntas planteadas por la razón”.
En este sentido, exhortó a los católicos, y especialmente a los sacerdotes, a cultivar esta "dimensión cultural" de la fe, “para que la belleza de la vida cristiana pueda ser mejor comprendida y la fe pueda ser verdaderamente nutrida, reforzada y también defendida”.
“El desarrollo de la cultura impone a aquellos que realizan el ministerio de la Palabra, a los distintos niveles, de estar bien preparados”, añadió, dirigiéndose en especial a sacerdotes y seminaristas, con motivo del Año Sacerdotal.
“Los sacerdotes, los consagrados y también todos los fieles pueden encontrar una profunda 'alegría interior' al contemplar la belleza de la verdad que viene de Dios, verdad siempre actual y siempre viva. El lema de los Frailes Predicadores – contemplata aliis tradere – nos ayuda a descubrir, además, un anhelo pastoral en el estudio contemplativo de estas verdades, por la exigencia de comunicar a los demás el fruto de la propia contemplación”, concluyó.
[Por Inma Álvarez]
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