ROMA, viernes 11 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- Con un discurso en latín transmitido en todo el mundo, en el lejano 12 de febrero de 1931 un emocionado Pío XI inauguraba Radio Vaticano, entonces dirigida por el jesuita Giuseppe Gianfranceschi, físico y matemático. Entre las primeras transmisiones experimentales, el Scientiarum Nuncius Radiophonicus, una especie de resumen de la actividad de la Academia Pontificia de las Ciencias.
Ochenta años después de aquel exordio de tono bíblico (“Oíd y escuchad, pueblos lejanos”) la Iglesia celebra la providencial iniciativa con una muestra en los Museos Vaticanos. Inaugurada el 10 de febrero, con pase de prensa previo, la exposición recorre las vicisitudes de la estación radiofónica construida por Guillermo Marconi, un extraordinario medio que ponía a disposición del Pontífice el micrófono, amplificando la fuerza de su palabra.
Desde entonces, los “radiomensajes”, como recuerda el cardenal Giovanni Lajolo, presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, se convertirán, “al menos durante varias décadas, uno de los más importantes géneros de expresión del magisterio papal y sobre todo de sus advertencias en relación con la situación en el mundo”.
Un ejemplo para todos: los radiomensajes en tiempo de guerra, cuando se puso en pie la Oficina de información, que lanzaba llamamientos para encontrar a civiles y militares dispersos, transmitiendo mensajes de las familias a los prisioneros.
Pero los años del nacimiento de Radio Vaticano son también años de la afirmación de los totalitarismos que niegan la libertad religiosa, frente a los cuales “la radio se presenta como el instrumento más adecuado, a menudo el único, para difundir un mensaje de fe y de libertad capaz de superar las fronteras”.
En la época del comunismo en el este de Europa, concluye Lajolo, el Papa pide así a su Radio que se “convierta en la voz de la Iglesia en apoyo de esos pueblos y de esos fieles oprimidos” mientras que “se multiplican los programas regulares en las lenguas de los países que han perdido la libertad”.
El padre Federico Lombardi enumera algunos datos que pueden ilustrar mejor las dimensiones de Radio Vaticano, dirigida por él desde 1991: a día de hoy, la voz de Benedicto XVI está “en el aire” en todo el mundo, como apoyo pastoral “para los católicos de la península arábiga, para China y Vietnam, como también para África, alcanzable sólo con onda corta”.
En la confección de los programas “trabajan unas 300 personas procedentes de 60 países distintos para más de 40 lenguas en total”. La Radio Vaticano escrita en 15 alfabetos distintos recuerda su difusión planetaria, como también “la defensa de la variedad lingüística y cultural – subraya el padre Lombardi – que es la característica de nuestra comunicación”.
El año 2011 es también un culmen de coincidencias, porque “caen juntos”, como explica el cardenal Lajolo, dos aniversarios importantes “de los dos medios de comunicación de la Santa Sede principales y más conocidos”: además de los 80 años de la emisora radiofónica, también los 150 años de L´Osservatore Romano.
El diario nacía de hecho en 1861, “junto a la unidad de Italia y por tanto en el ocaso del poder temporal de los papas, para dar voz a las razones de la Santa Sede frente a la opinión pública italiana y europea en todo el largo periodo en que la ´cuestión romana´ estuvo sin resolver”.
“Bien diverso es el contexto en el que nacía, en cambio, la emisora radiofónica, precisamente en concomitancia con la fundación del nuevo Estado de la Ciudad del Vaticano”, es más, “precisamente como una de las estructuras que lo caracterizarán en su soberanía y libertad de acción internacional”.
Hoy se presentan nuevos desafíos a la Iglesia, y la onda corta parece ya no ser suficiente: “el fenómeno de convergencia de los medios de comunicación clásicos con los nuevos medios de comunicación – de forma específica, aunque no única, la confluencia de la radio con internet – debe considerarse como la transformación inevitable que dará a la luz un nuevo papel específico del servicio radiofónico, en el contexto de un sistema informativo totalmente transformado”. En otras palabras, se necesita cooperación, también en la información, sostiene el asesor de la Secretaría de Estado, monseñor Peter Bryan Wells.
Una de las ventajas es que los “nuevos medios de comunicación, empleados inteligentemente e integrados sabiamente con las estructuras existentes, pueden ser importantes vehículos para la transmisión del mensaje de la radio, asegurando amplísima difusión con costes muy ajustados”.
“Piénsese solamente – explica Wells – en cómo los hub o el web streaming permiten, con costes mucho más pequeños, una distribución de la información mucho más rápida y seguramente de más alcance”.
“La razón principal que debe empujar a Radio Vaticano a abrazar nuevos medios y tecnologías de difusión – aclara el representante de la Secretaría de Estado – no debe buscarse, ni exclusiva ni principalmente, en la eficiencia económica que estos prometen”.
A bien ver, “no se trata de quitar a la radio su propia función de llegar a cuantos se sirven de este medio, como de hacerla mayormente capaz de responder a las expectativas de los oyentes, cada vez más sensibles a la información”.
La convicción de que “está naciendo un nuevo concepto de radio”. Se entiende “porque la radio es un medio más flexible respecto a los demás”, capaz de encontrar muy fácilmente “plataformas mediáticas de distribución”.
Una segunda evidencia está en la pervasividad (y no invasividad) del medium, “pues la voz, contrariamente a la imagen, rodea al oyente y lo sumerge en un ambiente sonoro dejándole su espacio”.
El último elemento que hace de la radio un medio de comunicación privilegiado está en la intimidad que éste crea, “un lugar para la interioridad y la responsabilidad”, contra “la exterioridad y la apariencia que en cambio las imágenes vehiculan”.
Finalmente, la sugerencia, y quizás también la nueva línea de información vaticana, es la de “estar presente en los foros, actualizar las web pages y potenciar la relación orgánica con las radios católicas de todo el mundo para hacerse motor de nuevas formas de conciencia, de ser consciente, en otras palabras, de una nueva cultura”.
En el fondo, concluye Wells, “no tener a disposición propia nuevos medios técnicos o no saber de instrumentos de vanguardia implica que el mensaje comunicado llegue tarde, mal e incluso inútilmente”.
Por Mariaelena Finessi, traducción del italiano por Inma Álvarez |
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