sábado, 9 de abril de 2011

Evangelio 8 de Abril de 2011

  • Primera Lectura: Jeremías 11, 18-20
    "Yo era como un manso cordero, que es llevado a degollar"

    En aquel tiempo dijo Jeremías:
    «El Señor todopoderoso me lo hizo saber y comprendí. Entonces me hiciste descubrir sus intenciones. Yo era como un cordero manso llevado al matadero; no sabía lo que conspiraban contra mí.
    “¡Destruyamos el árbol cuando aún tiene savia; arranquémoslo de la tierra de los vivos, y que nadie se acuerde más de su nombre!”
    Pero tú, Señor todopoderoso, juzgas rectamente, y examinas el interior del hombre y sus intenciones; haz que yo pueda ver tu venganza sobre ellos, porque a ti he confiado mi causa».

  • Salmo Responsorial: 7
    "En ti, Señor, me refugio."

    Señor, Dios mío, en ti busco refugio, sálvame de mis perseguidores y líbrame; no sea que me destrocen como leones, de cuyas fauces nadie puede escapar.
    R. En ti, Señor, me refugio.

    Júzgame, Señor, según mi rectitud, según la inocencia que hay en mí. Que termine la maldad de los malvados; da tu apoyo al inocente, tú que examinas el corazón y las entrañas, tú que eres un Dios justo.
    R. En ti, Señor, me refugio.

    Dios es mi escudo, él salva a los honrados. Dios es un juez justo, siempre alerta para el castigo.
    R. En ti, Señor, me refugio.

  • Evangelio: Juan 7, 40-53
    "¿Acaso de Galilea va a venir el Mesías?"

    En aquel tiempo, algunos de los que habían escuchado a Jesús comenzaron a decir:
    «Seguro que éste es el Profeta».
    Otros decían:
    «Este es el Mesías».
    Otros, por el contrario:
    «¿Acaso va a venir el Mesías de Galilea? ¿No afirma la Escritura que el Mesías tiene que ser de la familia de David y de su mismo pueblo, de Belén?»
    Había pues, una gran división de opiniones acerca de Jesús.
    Algunos querían detenerlo, pero nadie se atrevió a hacerlo. Los guardias fueron donde estaban los sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos les preguntaron:
    «¿Por qué no lo han traído?»
    Los guardias respondieron:
    «Nadie ha hablado jamás como lo hace este hombre».
    Los fariseos les dijeron:
    «¿También ustedes se han dejado engañar? ¿No se dan cuenta de que ninguno de nuestros jefes ni los fariseos han creído en él? Lo que ocurre es que esta gente, que no conoce la ley, se halla bajo la maldición».
    Uno de ellos, Nicodemo, el mismo que en otra ocasión había ido a ver a Jesús, intervino y dijo:
    «¿Acaso nuestra ley permite condenar a alguien sin haberlo oído previamente para saber qué ha hecho?»
    Los otros le contestaron:
    «¿También tú eres de Galilea?
    Investiga las Escrituras y llegarás a la conclusión de que jamás ha surgido un profeta en Galilea».
    Y después de esto, cada uno regresó a su casa.

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