sábado, 15 de octubre de 2011

Evangelio 15 de Octubre de 2011


  • Primera Lectura: Romanos 4, 13.16-18
    "Esperando contra toda esperanza, Abrahán creyó"
    Hermanos: La promesa que Dios hizo a Abrahán y a sus descendientes, de que ellos heredarían el mundo, no dependía de la observancia de la ley, sino de la justificación obtenida mediante la fe.
    En esta forma, por medio de la fe, que es gratuita, queda asegurada la promesa para todos sus descendientes, no sólo para aquellos que cumplen la ley, sino también para todos los que tienen la fe de Abrahán. Entonces, él es padre de todos nosotros, como dice la Escritura: Te he constituido padre de todos los pueblos.
    Así pues, Abrahán es nuestro padre delante de aquel Dios en quien creyó y que da la vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que todavía no existen. El, esperando contra toda esperanza, creyó que habría de ser padre de muchos pueblos, conforme a lo que Dios le había prometido: Así de numerosa será tu descendencia.
  • Salmo Responsorial: 104
    "El Señor nunca olvida sus promesas."

    Descendientes de Abrahán, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen: el Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos.
    R. El Señor nunca olvida sus promesas.

    Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abrahán, del juramento a Isaac, que un día le hiciera.
    R. El Señor nunca olvida sus promesas.

    Se acordó de la palabra sagrada que había dada a su siervo, Abrahán, y sacó a su pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo.
    R. El Señor nunca olvida sus promesas.
  • Evangelio: Lucas 12, 8-12
    "El Espíritu Santo les enseñará lo que convenga decir"
    En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: 
    «Yo les aseguro que a todo aquel que me reconozca abiertamente ante los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá abiertamente ante los ángeles de Dios; pero si uno me niega ante los hombres, también yo lo negaré ante los ángeles de Dios.
    Quien hable mal del Hijo del hombre, se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.
    Cuando los lleven a las sinagogas, ante los jueces y autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir. Porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que convenga decir».

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