viernes, 21 de julio de 2017

Evangelio meditado

Un corazón misericordioso
Santo Evangelio según San Mateo 12,1-8. XV Viernes de Tiempo Ordinario.


Por: H. Rubén Tornero, LC | Fuente: www.missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, una vez más me tienes aquí, en tu presencia. Te doy las gracias por el don de la fe que me has regalado el día de mi bautismo. Gracias porque me has obsequiado tu presencia en mi corazón. Soy tu hijo. Me amas. Tú siempre has cuidado de mí infinitamente más de lo que una madre cuida a su pequeño o de lo que yo mismo me cuido. Nunca me ha faltado ni tu amistad ni tu amor. A todos lados llega tu gracia y en todo momento me da la fuerza de seguir adelante. Gracias, Jesús, no permitas que en esta oración endurezca mi corazón. Dame la gracia de reconocer tu voz y la fuerza para seguirla.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 12,1-8
Un sábado, atravesaba Jesús por los sembrados. Los discípulos, que iban con Él, tenían hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Cuando los fariseos los vieron, le dijeron a Jesús: "Tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado".
Él les contestó: "¿No han leído ustedes que lo hizo David una vez que sintieron hambre él y sus compañeros? ¿No recuerdan cómo entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, de los cuales ni él ni sus compañeros podían comer, sino tan sólo los sacerdotes?
¿Tampoco han leído en la ley que los sacerdotes violan el sábado porque ofician en el templo y no por eso comenten pecado? Pues Yo les digo que aquí hay alguien más grande que el templo.
Si ustedes comprendieran el sentido de las palabras: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa. Por lo demás, el Hijo del hombre también es dueño del sábado".


Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, en este texto del evangelio invitas a los fariseos a comprender que Tú quieres misericordia y no sacrificios; los invitas a amar como Tú amas: misericordiosamente.
Jesús, a veces se me olvida que Tú amabas también a los fariseos. Tus reproches no tenían como fin fastidiarlos, sino despertarlos del funesto sopor de sentirse justos.
Muchas veces, Jesús, este peligro también se hace presente en mi vida. Puedo correr el riesgo de sentirme mejor que los demás precisamente porque reconozco mis pecados. Me he dado la libertad de ser juez de los jueces, de juzgar farisaicamente a los fariseos, de quejarme de lo malo que sucede a mi alrededor sin apenas mover un dedo para solucionarlo.
Es real el peligro de despreciar y tachar de intransigentes e inmisericordes a quienes denuncian los pecados ajenos, sin darme cuenta de que yo caigo en ese mismo error. Es como si la mujer adúltera, luego de ser perdonada por Ti, hubiera arengado a la multitud a apedrear a sus acusadores. No me parece que esa sea tu actitud.
Tú detestas el pecado… pero nunca rechazas a ningún pecador. Y si Tú no lo haces, ¿por qué yo tendría que hacerlo?
Ayúdame, Jesús, a experimentar profundamente en don de tu amor misericordioso de manera que yo pueda ser un reflejo de ese mismo amor.
Jesús, dame tu corazón y enséñame a amar a los demás como los amas Tú.
"La misión nos purifica del pensar que hay una Iglesia de los puros y una de los impuros: todos somos pecadores y todos necesitamos el anuncio de Cristo, y si yo cuando anuncio en la misión a Jesucristo no pienso, no siento que lo que digo a mí mismo, me separo de la persona y me creo -puedo creerme- puro y al otro como impuro que tiene necesidad. La misión nos afecta a todos como pueblo de Dios, nos transforma: nos cambia el modo de ir por la vida, de "turista" a comprometido, y nos quita de la cabeza esa idea de que hay grupos, que en la Iglesia hay puros e impuros: todos somos hijos de Dios. Todos pecadores y todos con el Espíritu Santo dentro que tiene la capacidad de hacernos santos."
(Discurso de S.S. Francisco, 27 de mayo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a evitar hacer juicios negativos o condenatorios de las personas que me rodean.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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