Primera lectura
II Samuel 11:1-10, 13-17
1 A la vuelta del año, al tiempo que los reyes salen a campaña, envió David a Joab con sus veteranos y todo Israel. Derrotaron a los ammonitas y pusieron sitio a Rabbá, mientras David se quedó en Jerusalén.
2 Un atardecer se levantó David de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey cuando vio desde lo alto del terrado a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy hermosa.
3 Mandó David para informarse sobre la mujer y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías el hitita.»
4 David envió gente que la trajese; llegó donde David y él se acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa.
5 La mujer quedó embarazada y envió a decir a David: «Estoy encinta.»
6 David mandó decir a Joab: «Envíame a Urías el hitita.» Joab envió a Urías adonde David.
7 Llegó Urías donde él y David le preguntó por Joab, y por el ejército y por la marcha de la guerra.
8 Y dijo David a Urías: «Baja a tu casa y lava tus pies.» Salió Urías de la casa del rey, seguido de un obsequio de la mesa real.
9 Pero Urías se acostó a la entrada de la casa del rey, con la guardia de su señor, y no bajó a su casa.
10 Avisaron a David: «Urías no ha bajado a su casa.» Preguntó David a Urías: «¿No vienes de un viaje? ¿Por qué no has bajado a tu casa?
13 le invitó David a comer con él y le hizo beber hasta emborracharse. Por la tarde salió y se acostó en el lecho, con la guardia de su señor, pero no bajó a su casa.
14 A la mañana siguiente escribió David una carta a Joab y se la envió por medio de Urías.
15 En la carta había escrito: «Poned a Urías frente a lo más reñido de la batalla y retiraos de detrás de él para que sea herido y muera.»
16 Estaba Joab asediando la ciudad y colocó a Urías en el sitio en que sabía que estaban los hombres más valientes.
17 Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab; cayeron algunos del ejército de entre los veteranos de David; y murió también Urías el hitita.
Salmo responsorial
Salmo 51:3-7, 10-11
3 Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito,
4 lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame.
5 Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí;
6 contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Por que aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas.
7 Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre.
10 Devuélveme el son del gozo y la alegría, exulten los huesos que machacaste tú.
11 Retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas.
Evangelio
Marcos 4:26-34
26 También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra;
27 duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo.
28 La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga.
29 Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega.»
30 Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?
31 Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra;
32 pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.»
33 Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle;
34 no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.
O también:
Lucas 10:1-9
1 Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.
2 Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
5 En la casa en que entréis, decid primero: "Paz a esta casa."
6 Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros.
7 Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa.
8 En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan;
9 curad los enfermos que haya en ella, y decidles: "El Reino de Dios está cerca de vosotros."
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