Santo Evangelio según San Mateo 10, 16-23. Viernes XIV de Tiempo Ordinario.
Por: H. Alexis Montiel, L.C. | Fuente: missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Sagrada familia de Nazaret, que en nuestros hogares reine la paz.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 16-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "Yo los envío como ovejas entre lobos. Sean, pues, precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas.
Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.
El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se salvará.
Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Yo les aseguro que no alcanzarán a recorrer todas las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo del hombre".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Me parece que día con día crece más el odio que le tienen al Señor, mayor el desprecio por la verdad, el peor de todos los tiempos, podría pensar. Sin embargo, no me puedo quejar, pues en los primeros tiempos era real el ataque que la Iglesia sufría, y con ella cada uno de sus miembros. Pero me queda aún más claro que en los tiempos actuales hay que luchar contra cosas que no nos podemos imaginar, ideologías que se aferran a destruir la familia, a destruir la sociedad, que van en contra de la verdad, de la libertad, de la dignidad humana… pero al final Tú vences, pues el amor es más fuerte.
Es ese amor el que lleva al hombre a dar, inclusive, la vida por sus ideales, por las personas que ama; es cuando una sonrisa en el desayuno nos dice buenos días; cuando un beso o una caricia de nuestros seres queridos nos hace recordar que en un mundo envuelto en la guerra, la catástrofe, el egoísmo, el odio… también existe el amor. Y nos hace recordar, así mismo, que el amor es más fuerte.
Gritémoselo al mundo, el amor es más fuerte. Cuando sintamos que alguien nos está mintiendo, pensemos que el amor es más fuerte; cuando estemos enojados con alguien, demostremos que el amor es más grande; cuando el mundo intente destruirnos, recordemos que nada ni nadie es más fuerte que el amor.
Jesús nos dice: "Yo os mando como ovejas en medio de lobos". Entonces sin fauces, sin garras, sin armas. El cristiano, más bien, deberá ser prudente, a veces incluso astuto: estas son las virtudes aceptadas por la lógica evangélica. Pero la violencia nunca. Para vencer al mal, no se pueden compartir los métodos del mal.
La única fuerza del cristiano es el Evangelio. En los tiempos de dificultad, se debe creer que Jesús está delante de nosotros, y no cesa de acompañar a sus discípulos. La persecución no es una contradicción al Evangelio, sino que forma parte de él: si han perseguido a nuestro Maestro, ¿cómo podemos esperar que nos sea evitada la lucha?
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Examinar como he dejado de honrar a mis padres y remediarlo de modo concreto.
Despedida
Tú, que eres el amor verdadero, dame un corazón capaz de amar (tres veces)
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Amén.
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