miércoles, 1 de agosto de 2018

Evangelio meditado

Buscar la Perla preciosa
Santo Evangelio según San Mateo 13, 44-46. Miércoles XVII de Tiempo Ordinario.


Por: H. Alexis Montiel, L.C. | Fuente: missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, acércame a tu corazón, quiero estar a tu lado, contemplarte y amarte, tengo esa inquietud; me pregunto ¿cómo será estar en tu presencia, contemplando todo el amor que me has querido regalar?
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


Cuando era niño, siempre me preguntaba cuál era esa perla preciosa de la que habla el Señor. Me puse a buscarla para saber a qué se refería el Señor. No entendía a ciencia cierta qué era lo que tenía que buscar y cómo reconocería que tenía esa perla preciosa; porque me parece un poco exagerado el tener que venderlo todo para conseguirla.
Jesús, no entiendo, ¿cuál es esa perla? ¿De verdad tiene tanto valor?
Con el paso del tiempo me vas dando más claridad, me dejas ver cuáles son las perlas que van surgiendo en mi vida, y cómo es que no puedo conseguir la siguiente si no tengo la anterior. Las perlas preciosas que me vas dando son los días que van pasando, Tú no quieres que pasen en balde, simplemente me invitas a que deje el pasado, con sus cosas buenas y malas, y que sepa contemplar y vivir el hoy con ilusión y esperanza.
Otra perla que siempre me ofreces y que en muchas ocasiones no he sabido cuidar es mi sonrisa, y no me refiero simplemente a lavarme los dientes o a no meterme objetos a la boca, me refiero a saber dar una sonrisa a los demás, a pesar de mi mal humor, de un mal día, de las dificultades. O, también he manchado esas perlas preciosas con palabras que no te han gustado, sea por ser groseras o porque con ellas he ofendido y herido a los demás…
Señor, dame la capacidad de los niños de saber sonreír en cualquier circunstancia y de poder disfrutar al máximo el momento presente. Dame esas dos perlas, que yo me comprometeré a cuidarlas y comerciar con ellas; solo me pides una cosa: darlo todo, hoy quiero darte todo, porque te amo.
El experto conocedor, ha identificado una perla de gran valor. También él decide apostar todo a esa perla, hasta el punto de vender todas las demás. Estas similitudes destacan dos características respecto a la posesión del Reino de Dios: la búsqueda y el sacrificio. Es verdad que el Reino de Dios es ofrecido a todos -es un don, es un regalo, es una gracia- pero no está puesto a disposición en un plato de plata, requiere dinamismo: se trata de buscar, caminar, trabajar. La actitud de la búsqueda es la condición esencial para encontrar; es necesario que el corazón queme desde el deseo de alcanzar el bien precioso, es decir el Reino de Dios que se hace presente en la persona de Jesús. Es Él el tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. Él es el descubrimiento fundamental, que puede dar un giro decisivo a nuestra vida, llenándola de significado.
(Homilía de S.S. Francisco, 30 de julio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Agradecer a Dios por el día de hoy. Siendo consciente del gran don que recibo, expresarlo con una sonrisa para los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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