sábado, 25 de agosto de 2018

Evangelio meditado

Maestro, padre y guía.
Santo Evangelio según San Mateo 23, 1-12. Sábado XX de Tiempo Ordinario.


Por: H. Jorge Alberto Leaños García, L.C. | Fuente: missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Quiero estar contigo; necesito estar a tu lado; ahora puedo estar un momento en tu presencia. Tú me lo has dado todo. Quiero pasar un tiempo, aquí y ahora, para intentar amarte un poco más, con tu gracia, sé que lo lograré.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame 'maestros'.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen 'maestros', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen 'padre', porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar 'guías', porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


¿Quién puede llegar a ser un verdadero maestro, padre o guía por sus propias fuerzas, por los propios méritos? Hay gran cantidad de personas que trasmiten con ilusión su sabiduría; podemos encontrar expertos que guían hábilmente a través de cualquier terreno, y son muchas las personas que comienzan a vivir su vocación de padres.
Las palabras que Cristo nos dirige, hoy, están cargadas de un significado que nos permite entender la grandeza de la vocación personal.
Sin importar el trabajo que hagamos, sin prestar atención al lugar en donde estemos, Cristo nos da la misión de ser guías de las personas que no tienen la luz que se nos ha regalado. Estamos llamados a ser faros de esperanza para las personas que, en medio de la oscuridad de su vida, quieren encontrar un poco de aliento y acompañamiento para atenuar su soledad.
Así, también en la medida en que llevemos al Maestro dentro, podremos enseñar y transmitir la sabiduría que sobrepasa el entendimiento puramente racional. La sabiduría del amor que se enseña y aprende principalmente en el día a día, en cada obra que hacemos con desinterés, en los propios deseos y actividades por hacer el bien en mi prójimo.
Podremos llegar a ser verdaderos padres en la medida que sepamos ser hijos del Padre. Todos estamos llamados a la paternidad, llamados a encontrar en cada hombre y mujer al hijo que se siente necesitado de compañía y consuelo.
Seamos maestros, padres y guías a imitación del Maestro, Padre y Guía.
Vive la experiencia de caminar juntos, como Pueblo de Dios, esta es la base sólida e indispensable de todo: La escuela del pueblo de Dios donde el que enseña y guía es el único Maestro y donde la dinámica es la de la escucha mutua y del intercambio de dones entre todos.
(Cf Discurso de S.S. Francisco, 10 de mayo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy rezaré especialmente por una persona a la que le esté enseñando, guiando o acompañando y que necesite mi oración paternal.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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