Tiempo Ordinario: (2ª Parte)
1ª Lectura
Flp 3,17-21
17 Hermanos, seguid todos mi ejemplo y observad a los que se conducen conforme al modelo que tenéis en mí. 18 Pues hay muchos entre vosotros, de quienes muchas veces os dije, y ahora tengo que repetirlo con lágrimas en los ojos, que son enemigos de la cruz de Cristo; 19 su fin será la perdición, su dios es su vientre, su gloria lo que los deshonra y tienen puesto su corazón en las cosas de la tierra. 20 Nuestra patria está en los cielos, de donde esperamos al Salvador y Señor Jesucristo, 21 el cual transformará nuestro cuerpo lleno de miserias conforme a su cuerpo glorioso en virtud del poder que tiene para someter a sí todas las cosas.
Flp 4,1
1 Por tanto, hermanos míos queridísimos, mi alegría y mi corona, manteneos firmes en el Señor, queridos míos.
Salmo Responsorial
Sal 122,1-2
1 Canción de las subidas. De David ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! 2 Ya estamos en tus puertas, oh Jerusalén:
Sal 122,4
4 Allí suben las tribus, las tribus del Señor, según la norma de Israel, para alabar el nombre del Señor.
Sal 122,5
5 Allí están los tribunales de justicia, los tribunales de la casa de David.
Evangelio
Lc 16,1-8
1 Dijo también a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador que fue denunciado como malversador de bienes. 2 Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es lo que oigo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque quedas despedido. 3 Entonces el administrador se puso a pensar: ¿Qué voy a hacer, pues mi amo me quita la administración? Cavar, ya no puedo; mendigar, me da vergüenza. 4 Ya sé lo que voy a hacer, para que haya quien me reciba en su casa cuando no tenga la administración. 5 Llamó a todos los deudores de su amo, y preguntó al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? 6 Él contestó: Cien barriles de aceite. Él le dijo: Toma tu recibo, siéntate y escribe cincuenta. 7 Luego dijo a otro: ¿Y tú cuánto debes? Él respondió: Cien fanegas de trigo. Él le dijo: Toma tu recibo y escribe ochenta. 8 El amo alabó al administrador infiel, porque había actuado con sagacidad. Pues los hijos del mundo son más sagaces en sus relaciones que los hijos de la luz.
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