miércoles, 24 de noviembre de 2010

“Luz del mundo”: Benedicto XVI responde al hombre de hoy

Publicado un libro-entrevista sobre el Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos

CIUDAD DEL VATICANO, martes 23 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- “¿Qué estás haciendo conmigo? Ahora, la responsabilidad la tienes Tú. ¡Tú tienes que conducirme! Yo no puedo. Si Tú me has querido a mí, entonces también tienes que ayudarme”.

Eso es lo que Benedicto XVI pudo decirle al Señor con sencillez en el momento en que fue elegido papa, según explica él mismo en el libro-entrevista Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos, presentado este martes en el Vaticano.

Al responder a unas 220 preguntas del periodista alemán a lo largo de 176 páginas, Benedicto XVI aclara numerosas cuestiones en torno a los retos de la sociedad actual, la fe y la crisis de la Iglesia.

No faltan sus explicaciones sencillas y pedagógicas sobre cuestiones controvertidas como el caso Williamson, su discurso en Ratisbona, los Legionarios de Cristo y su fundador, el uso del preservativo, la indisolubilidad del matrimonio, los homosexuales, sus modificaciones en la liturgia, su opinión sobre Pío XII, el celibato, el sacerdocio femenino, los nacionalismos,...

¿Cómo ora un papa?

El relato detallado de sus experiencias más humanas como pontífice es una de las novedades del libro, fruto de la tercera sesión de conversaciones concedidas al periodista alemán Peter Seewald, después de las dos anteriores antes de ser elegido papa, que se tradujeron en los libros superventas La sal de la tierra y Dios y el mundo.

Benedicto XVI explica en primera persona, por ejemplo, cómo es su relación personal con Dios. “La oración y el contacto con Dios son ahora más necesarios y también más naturales y evidentes que antes”, reconoce, y asegura que, en medio de su intensa actividad, “se da sin duda la experiencia y la gracia del oficio”.

“También él es un simple mendigo frente a Dios, y más que todas las demás personas -revela-. Por supuesto que rezo siempre en primerísimo lugar a nuestro Señor, con el que tengo una relación de tantos años. Pero también invoco al Espíritu Santo”.

“Me interno en la comunión de los santos -añade-. Con ellos, fortalecido por ellos hablo entonces también con Dios, sobre todo mendigando, pero también dando gracias, o simplemente con alegría”.

Sobre su elección a suceder a Juan Pablo II, recuerda: “Yo había estado totalmente seguro de que ese ministerio no era mi destino, sino que entonces, después de años de gran esfuerzo, Dios me iba a conceder algo de paz y tranquilidad”.

“En ese momento sólo pude decirme y ponerme en claro: al parecer, la voluntad de Dios es otra, y comienza algo totalmente distinto, nuevo para mí. Él estará conmigo”, explica, con humildad.

Benedicto XVI constata que la responsabilidad de un papa “es realmente gigantesca”. Reconoce que nota que las fuerzas decaen, que “todo esto sobreexige a una persona de 83 años”, pero destaca que “gracias a Dios hay muchos buenos colaboradores”.

Al mismo tiempo, es consciente de que, para responder a todos los requerimientos, “hay que atenerse con disciplina al ritmo del día y saber para cuándo se necesita la energía”.


En su vida cotidiana, Benedicto XVI no hace deporte; sigue diariamente las noticias, y a veces también ve algún DVD con sus dos secretarios. “Nos gusta ver a Don Camilo y Peppone”, explica. También revela que en los días festivos, escuchan música y conversan.

Asegura que no tiene miedo a un atentado y reconoce: “Pocas son las personas que tienen tantos encuentros como yo. Sobre todo son importantes para mí los encuentros con los obispos del mundo entero”.

Afirma sentirse reconfortado con las muchas cartas que recibe de gente sencilla que le dan aliento, así como obsequios y alguna visita y “siento también el consuelo 'de lo alto', experimento al orar la cercanía del Señor en la oración, o en la lectura de los Padres de la Iglesia veo el resplandor de la belleza de la fe”.

Respecto a su predecesor, Benedicto XVI afirma que se sabe “realmente un deudor suyo que, con su modesta figura, procura continuar lo que Juan Pablo II hizo como gigante”. “Junto a los grandes, tiene que haber también pequeños papas que den lo suyo”, indica.

Renuncia al papado

En las conversaciones con Seewald, que tuvieron lugar en Castelgandolfo del lunes al sábado del pasado mes de julio -una hora diaria-, Benedicto XVI no cerró la puerta a la posibilidad de renuncia al papado.

“Se puede renunciar en un momento sereno, o cuando ya no se puede más -dijo-. Si el papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar”.

De sus cinco años de pontificado, destaca los viajes a diversos países, la celebración del Año Paulino y el Año Sacerdotal y los dos sínodos, sobre todo el de la palabra de Dios.

“Por otro lado están esos grandes periodos de escándalo y las heridas que se han infligido a la Iglesia”, indica, pero que “tienen para nosotros una fuerza purificadora y, al final, pueden ser elementos positivos”.

Con transparencia, el papa también reconoce estar decepcionado por algunas realidades: “Decepcionado sobre todo de que en el mundo occidental exista ese disgusto con la Iglesia, de que la secularidad siga haciéndose autónoma, de que desarrolle formas en las que los hombres son apartados cada vez más de la fe, de que la tendencia general de nuestro tiempo siga siendo opuesta a la Iglesia”.

Sincero y cercano

Otra de las novedades de Luz del mundo es el estilo directo, lleno de libertad, sinceridad y cercanía. “Nunca antes en la historia de la Iglesia un papa había respondido con tanta franqueza a las preguntas de un periodista en una entrevista directa y personal”, indica la editorial Herder, responsable de la edición española.

En referencia al título del libro-entrevista, Peter Seewald indica que “cuando se le escucha de ese modo y se está sentado frente a él, se percibe no sólo la precisión de su pensamiento y la esperanza que proviene de la fe, sino que se hace visible de forma especial un resplandor de la Luz del mundo, del rostro de Jesucristo, que quiere salir al encuentro de cada ser humano y no excluye a nadie”.

Poner a Dios en el centro

Luz del mundo incluye también algunos de los habituales análisis de Benedicto XVI claros y concisos sobre la situación actual de la Iglesia y del mundo, con la identificación de numerosos problemas y la propuesta de no menos respuestas y soluciones.

“Se podrían enumerar muchos problemas que existen en la actualidad y que es preciso resolver, pero todos ellos sólo se pueden resolver si se pone a Dios en el centro, si Dios resulta de nuevo visible en el mundo”, destaca el Papa en un momento de la entrevista.

Respecto a la Iglesia, asegura que “vive”. “Contemplada sólo desde Europa pareciera que se encuentra en decadencia”, indica, “pero ésta es sólo una parte del conjunto. En otros continentes crece y vive, está llena de dinamismo”.

España y América Latina

El Papa ofrece numerosas referencias concretas de varios países. Respecto a España, por ejemplo, destaca en la página 127 que “es uno de los grandes países católicos que ha regalado a la Iglesia grandes santos y grandes impulsos y que, además, ha marcado a América Central y del Sur”.

“Es un país de contrastes dramáticos -opina-. Pensemos en el contraste entre la República de la década de 1930 y Franco, o en la dramática lucha actual entre la secularidad radical y la fe decidida. Es un país que, hoy como ayer, se encuentra en un gran movimiento histórico, que cuenta además con una pluralidad de culturas, que se encuentran, por ejemplo, los vascos y los catalanes”.

Por otra parte, indica que “en definitiva, dos son las figuras que han hecho creer a los hombres en América Latina: por un lado, la Madre, y , por el otro, el Dios que sufre”.

Finalmente, remite a la sencillez del cristianismo y señala que “en nuestro racionalismo y frente al poder de las dictaduras emergentes, Él nos muestra la humildad de la Madre, que se aparece a niños pequeños y les dice lo esencial: fe, esperanza, amor, penitencia”.

Por Patricia Navas

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