miércoles, 1 de diciembre de 2010

Evangelio 1 de Diciembre de 2010

  • Primera Lectura: Isaías 25, 6-9
    "Invita el Señor a su banquete y enjuga las lágrimas de todos los rostros"

    En aquel día, el Señor todopoderoso preparará en este monte para todos los pueblos un banquete de exquisitos alimentos, un banquete de buenos vinos, sabrosos alimentos, vinos deliciosos. Y en este monte destruirá el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo que tapa a todas las naciones.
    Destruirá la muerte para siempre, secará las lágrimas de todos los rostros, y borrará de la tierra la deshonra de su pueblo –lo ha dicho el Señor–. Aquel día dirán:
    «Este es nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación, éste es el Señor en quién confiábamos; alegrémonos y hagamos fiesta pues él nos ha salvado».

  • Salmo Responsorial: 22
    "Habitaré en la casa del Señor toda la vida."

    El Señor es mi pastor, nada me falta. En prados de hierba fresca me hace descansar; me conduce junto a aguas tranquilas y renueva mis fuerzas.
    R. Habitaré en la casa del Señor toda la vida.

    Me guía por la senda del bien, haciendo honor a su nombre. Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú estas conmigo; tu vara y tu bastón me dan seguridad.
    R. Habitaré en la casa del Señor toda la vida.

    Me preparas un banquete para envidia de mis adversarios, perfumas con ungüento mi cabeza y mi copa está llena.
    R. Habitaré en la casa del Señor toda la vida.

    Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré por siempre en la casa del Señor.
    R. Habitaré en la casa del Señor toda la vida.

  • Evangelio: Mateo 15, 29-37
    "Jesús sana a muchos enfermos y multiplica los panes"

    En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del lago de Galilea; subió a la montaña y se sentó allí. Se le acercó mucha gente trayendo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y otros muchos enfermos; los pusieron a sus pies y Jesús los curó.
    La gente se maravillaba al ver que los lisiados quedaban curados, los ciegos veían, los mudos hablaban y los tullidos caminaban; y se pusieron a alabar al Dios de Israel.
    Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
    «Siento lástima de esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen nada para comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen por el camino».
    Los discípulos le dijeron:
    «¿Dónde vamos a conseguir pan en este lugar despoblado para dar de comer a tanta gente?»
    Jesús les preguntó:
    «¿Cuántos panes tienen?»
    Ellos contestaron:
    «Siete, y unos pocos pescados».
    Entonces Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces,
    dio gracias, los partió y se los iba dando a los discípulos y éstos a la gente.
    Todos comieron hasta hartarse, y con lo que sobró llenaron siete canastos.

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