viernes, 3 de diciembre de 2010

Evangelio 3 de Diciembre de 2010

  • Primera Lectura: Isaías 29, 17-24
    "En aquel día los ojos de los ciegos se abrirán"

    Esto dice el Señor:
    «¿Acaso no está el Líbano a punto de convertirse en un vergel y el vergel en un bosque?
    Aquel día los sordos oirán las palabras de un libro; los ojos de los ciegos verán sin tinieblas ni oscuridad; los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor y los pobres se gozarán en el Santo de Israel; porque ya no no habrá opresores y los altaneros habrán sido exterminados. Serán aniquilados los que traman iniquidades, los que con sus palabras echan la culpa a los demás, los que tratan de enredar a los jueces y sin razón alguna hunden al justo».
    Esto dice a la casa de Jacob el Señor que rescató a Abrahán:
    «Ya no se avergonzará Jacob, ya no se demudará su rostro, porque al ver mis acciones en medio de los suyos, santificará mi nombre, santificará al Santo de Jacob y temerá al Dios de Israel. Los extraviados de espíritu entrarán en razón y los inconformes aceptarán la enseñanza».

  • Salmo Responsorial: 26
    "El Señor es mi luz y mi salvación."

    El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
    R. El Señor es mi luz y mi salvación.

    Lo único que pido, lo único que busco, es vivir en la casa del Señor toda mi vida, para disfrutar las bondades del Señor y estar continuamente en su presencia.
    R. El Señor es mi luz y mi salvación.

    La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Armate de valor y fortaleza y en el Señor confía.
    R. El Señor es mi luz y mi salvación.

  • Evangelio: Mateo 9, 27-31
    "Quedaron curados dos ciegos que creyeron en Jesús"

    Cuando Jesús salía de Cafarnaún, lo siguieron dos ciegos, que gritaban:
    «¡Hijo de David, compadécete de nosotros!»
    Al entrar Jesús en la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó:
    «Creen que puedo hacerlo?»
    Ellos le contestaron:
    «Sí, Señor».
    Entonces les tocó los ojos, diciendo:
    «Que se haga en ustedes conforme a su fe».
    Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió severamente:
    «Que nadie lo sepa».
    Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda la región.

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