sábado, 30 de julio de 2011

Evangelio 31 de Julio de 2011

  • Primera Lectura: Isaías 55, 1-3
    "Dense prisa y coman"

    Esto dice el Señor:
    «Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen leche y vino sin pagar.
    ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en lo que no alimenta? Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos. Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David».

  • Salmo Responsorial: 144
    "Abres, Señor, tu mano, y nos sacias de favores."

    El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar.
    Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus criaturas.
    R. Abres, Señor, tu mano, y nos sacias de favores.

    A ti, Señor, sus ojos vuelven todos y tú los alimentas a su tiempo. Abres, Señor, tus manos, generosas y cuantos viven quedan satisfechos.
    R. Abres, Señor, tu mano, y nos sacias de favores.

    Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras.
    No está lejos de aquéllos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca.
    R. Abres, Señor, tu mano, y nos sacias de favores.

  • Segunda Lectura: Romanos 8, 35.37-39
    "Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo"

    Hermanos:
    ¿Quién podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo? ¿Las tribulaciones?
    ¿Las angustias? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?
    Ciertamente de todo esto salimos más que victoriosos, gracias a Aquél que nos ha amado; pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni los poderes de este mundo, ni lo alto ni lo bajo, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús.

  • Evangelio: Mateo 14, 13-21
    "Comieron todos hasta quedar satisfechos"

    En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar vio Jesús a la muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle:
    «Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a las aldeas y compren algo de comer».
    Pero Jesús les replicó:
    «No hace falta que vayan; denles ustedes de comer».
    Ellos le replicaron:
    «No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados».
    El les dijo:
    «Tráiganmelos».
    Luego mandó que la gente se recostara en la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.

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