sábado, 9 de julio de 2011

Evangelio 9 de Julio de 2011

  • Primera Lectura: Génesis 49, 29-33; 50, 15-26a
    "Dios cuidará de ustedes y los sacará de este país"

    En aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dio estas instrucciones:
    «Yo voy a reunirme con los míos. Sepúltenme junto a mis padres, en la cueva del campo de Makpelá, frente a Mambré, en Canaán. Es el campo que Abrahán le compró a Efrón, el hitita, para que lo enterraran. Allí sepultaron a Abrahán y a su esposa, Sara, a Isaac y a su esposa Rebeca, y allí sepulté yo a Lía».
    Cuando terminó de dar este encargo a sus hijos, Jacob expiró y fue a reunirse con los suyos. Los hermanos de José, al ver que había muerto su padre, dijeron:
    «A ver si José no nos guarda rencor y no nos hace pagar todo el daño que le hicimos».
    Por eso le mandaron este recado:
    «Antes de morir, tu padre nos encargó que te dijéramos esto: “Perdona, por favor, a tus hermanos su crimen, su pecado y el daño que te hicieron”. También nosotros, siervos del Dios de tu padre, te pedimos que nos perdones».
    Cuando José oyó el recado se puso a llorar. Fueron después sus hermanos personalmente a verlo y, postrados ante él, le dijeron:
    «Aquí nos tienes. Somos esclavos tuyos».
    José les replicó:
    «No tengan miedo. ¿Podemos acaso oponernos a los designios de Dios? Ustedes quisieron hacerme daño, pero Dios lo convirtió en un bien para hacer sobrevivir a un pueblo numeroso, como pueden ver. Así que no tengan miedo; yo los mantendré a ustedes y a sus hijos».
    Y los consoló y les habló con mucho cariño.
    José permaneció en Egipto junto con la familia de su padre y vivió hasta los ciento diez años; vio a los bisnietos de Efraín y en sus brazos nacieron los hijos de Makir, hijo de Manasés. Finalmente José les dijo a sus hermanos:
    «Yo voy a morir ya, pero ciertamente Dios cuidará de ustedes y los hará salir de este país a la tierra que juró dar a Abrahán, a Isaac y a Jacob».
    José los hizo jurar diciendo:
    «Cuando Dios los haga salir de esta tierra, se llevarán mis huesos de aquí».
    Y luego murió José.

  • Salmo Responsorial: 104
    "Cantemos la grandeza del Señor."

    Aclamen al Señor y denle gracias, canten sus maravillas a los pueblos. Entonen en su honor himnos y cantos y celebren sus portentos.
    R. Cantemos la grandeza del Señor.

    Del nombre del Señor enorgulléscase y siéntase feliz el que lo busca. Recurran al Señor y a su poder, y a su presencia acudan.
    R. Cantemos la grandeza del Señor.

    Descendientes de Abrahán, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen; el Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos.
    R. Cantemos la grandeza del Señor.

    Ni aunque transcurran mil generaciones se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abrahán, del juramento a Isaac, que un día le hiciera.
    R. Cantemos la grandeza del Señor.

  • Evangelio: Mateo 10, 24-33
    "No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma"

    En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles:
    «El discípulo no es más que el maestro, ni el criado más que su señor. Le basta al discípulo ser como su maestro y al criado ser como su señor. Si al señor de la casa lo han llamado Satanás, ¡qué no dirán de sus servidores!
    No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas.
    No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo.
    ¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo.
    A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos».

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