sábado, 10 de septiembre de 2011

Evangelio 10 de Septiembre de 2011


  • Primera Lectura: I Timoteo 1, 15-17
    "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores"
    Hermano: Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas: que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Cristo Jesús me perdonó, para que fuera yo el primero en quien él manifestara toda su generosidad y sirviera yo de ejemplo a los que habrían de creer en él, para obtener la vida eterna.
    ¡Al rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén.
  • Salmo Responsorial: 112
    "Bendito sea el Señor ahora y para siempre."

    Bendito sea el Señor, alábenlo sus siervos. Bendito sea el Señor desde ahora y para siempre. 
    R. Bendito sea el Señor ahora y para siempre.

    Desde que sale el sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor. Dios está sobre todas las naciones, su gloria por encima de los cielos.
    R. Bendito sea el Señor ahora y para siempre.

    ¿Quién hay como el Señor? ¿Quién iguala al Dios nuestro que tiene en las alturas su morada, y sin embargo de esto bajar se digna su mirada para ver tierra y cielo?
    R. Bendito sea el Señor ahora y para siempre.

    El levanta del polvo al desvalido y saca al indigente del estiércol, para hacerlo sentar entre los grandes jefes de su pueblo.
    R. Bendito sea el Señor ahora y para siempre.
  • Evangelio: Lucas 6, 43-49
    "¿Por qué me dicen “Señor, Señor”, y no hacen lo que yo les digo?"
    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 
    «No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos: no se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos. El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues la boca habla de lo que está lleno el corazón.
    ¿Por qué me dicen “Señor, Señor”, y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica: se parece a un hombre que al construir su casa hizo una excavación profunda para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente construida. Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó su casa a flor de tierra sin cimientos. Chocó el río contra ella, inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida»

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