Ramona Treviño se unió a la lista de hombres y mujeres que sufren una conversión radical mientras trabajan para abortistas. En su primera aparición pública, protagonizó una vigilia de oración frente a su ex centro de labor durante la que aseguró que como católica solo quiere dar gloria a Dios y salvar vidas.
"Mi mensaje es que debemos glorificar a Dios, glorificar las cosas maravillosas que todos ustedes están haciendo y seguiremos haciendo", dijo a los participantes de la vigilia en las afueras de un centro de la transnacional abortista Planned Parenthood (PP) en Sherman, Texas.
"Hay gente como yo en todo el mundo esperando un milagro", afirmó Treviño quien hasta mayo fue gerente de este centro de PP, encargado de derivar a las embarazadas a las clínicas abortistas de la cadena.
El 6 de mayo renunció al trabajo que ejerció por tres años y "a la mitad de los ingresos de mi familia". Admite que durante todo el tiempo que sirvió a PP tenía un "tirón en mi corazón, dentro y fuera, y me avergüenza decir que lo pasé por alto".
En efecto, aunque en la clínica de Treviño no se practican abortos, que "tenía que dar las referencias (a las embarazadas que buscan abortar). Tenía que dar el número, dar a conocer la información sobre los lugares... donde podían obtener un aborto".
En una entrevista con ACI Prensa, Treviño dio más detalles de su historia, aseguró que intentó en vano conciliar su fe católica con su trabajo en Planned Parenthood y describió su conversión que coincidió con la beatificación delPapa Juan Pablo II.
"Fui criada católica, pero en realidad no tuve mucha formación en la fe. Cuando yo era niña... me sentía como si estuviera siendo llamada a la vida religiosa. Pero no tenía la formación, como niña pequeña, para responder a ese llamado", recordó.
En lugar de ser monja, Treviño quedó embarazada durante la escuela secundaria. Abandonó los estudios y años después contrajo matrimonio católico. Treviño obtuvo entonces un trabajo a tiempo parcial en Planned Parenthood.
Aunque había recibido formación católica para prepararse para el matrimonio, aún carecía de una adecuada comprensión de los problemas relacionados con la sexualidad y la vida humana, así como del liderazgo de Planned Parenthood en la industria del aborto.
Treviño admite que se sentía incómoda en su trabajo y su momento más difícil fue dar por primera vez referencias a una mujer que quería abortar.
Treviño había encontrado la manera de callar su conciencia rezando por las mujeres y buscando justificar sus acciones para no sentirse responsable.
"Constantemente traté de alimentar mis mentiras. Con el tiempo me di cuenta que no estaba tratando de salvar sus vidas, ya no podría negármelo a mí misma".
El punto de quiebre ocurrió en diciembre de 2010 cuando escuchó en una radioemisora católicas las experiencias post-aborto de varias mujeres que habían terminado con las vidas de sus hijos en clínicas de Planned Parenthood.
Conoció luego el caso de Abby Johnson, la ex-empleada de Planned Parenthood convertida ahora en líder pro-vida.
Comenzó a rezar el Rosario durante la Cuaresma y, sin mayor explicación –como ella sostiene–, comprendió que no podía seguir trabajando ahí.
"Fue el Domingo de la Misericordia, el día en que beatificaron al Papa Juan Pablo II dije que dejaría de trabajar. Cuando recordé que era Domingo de la Divina Misericordia... no pude contener mis lágrimas. En ese momento me sentí que Dios me llamaba", indicó.
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