sábado, 1 de octubre de 2011

Evangelio 1 de Octubre de 2011


  • Primera Lectura: Baruc 4, 5-12. 27-29
    "El que les envió las desgracias les enviará también la eterna alegría"
    «¡Ánimo!, pueblo mío tú que llevas el nombre de Israel. Ustedes fueron vendidos a los paganos, pero no para ser destruidos; por haber provocado la ira de Dios fueron entregados a sus enemigos. Provocaron la indignación de su Creador, ofreciendo sacrificios a los ídolos y no a Dios; han olvidado al Dios eterno que los alimentó, y han entristecido a Jerusalén que los crió.
    Cuando Jerusalén vio venir sobre ustedes la ira de Dios, dijo: 
    “Escuchen, ciudades vecinas de Sión: Dios ha mandado sobre mí una gran desgracia; he visto que desterraban a mi pueblo, a mis hijos e hijas por orden del Eterno. Yo los había criado con júbilo y los he dejado partir con llanto. Que nadie vuelva a alegrarse conmigo, porque soy viuda y estoy abandonada. Por los pecados de mis hijos me encuentro sola, pues se apartaron de la ley de Dios”. 
    Pero tengan ánimo, hijos míos, e invoquen al Señor, pues el que les envió desgracias se acordará de ustedes. Así como un día se empeñaron en alejarse de Dios, así vuélvanse ahora a él y búsquenlo con mucho mayor empeño. Pues el que les mandó todas estas desgracias les dará también con su salvación la eterna alegría».
  • Salmo Responsorial: 68
    "El Señor jamás desoye al pobre."

    Se alegrarán al ver al Señor los que sufren, quienes buscan a Dios tendrán más ánimo; porque el Señor jamás desoye al pobre ni olvida al que se encuentra encadenado.
    R. El Señor jamás desoye al pobre.

    Ciertamente el Señor salvará a Sión, reconstruirá a Judá; la heredarán los hijos de sus siervos, quienes aman a Dios la habitarán.
    R. El Señor jamás desoye al pobre.
  • Evangelio: Lucas 10, 17-24
    "Alégrense de que sus nombres estén escritos en el cielo"
    En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
    El les contestó: 
    «Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. 
    Pero no se alegren de que los demonios se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo». 
    En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo, y exclamó: 
    “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar». 
    Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: 
    «Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron»

No hay comentarios: