miércoles, 9 de noviembre de 2011

Evangelio 9 de Noviembre de 2011


  • Primera Lectura: Ezequiel 47, 1-2.8-9.12
    "Vi salir agua del templo: era un agua que daba vida y fertilidad"
    En aquellos tiempos, un hombre me llevó a la entrada del templo, y vi que debajo del umbral, por el lado oriental hacia el que mira la fachada del templo, brotaba una corriente de agua. El agua bajaba por el lado derecho del templo hasta la parte sur del altar. Luego me hizo salir por el pórtico norte y dar la vuelta hasta el pórtico exterior que mira hacia oriente, y vi que las aguas corrían por el lado derecho. Aquel hombre me dijo: 
    «Estas aguas van hacia la región oriental, bajan al Arabá, y desembocan en el mar Muerto, cuyas aguas quedarán saneadas. Todo ser viviente que se mueva por donde pasa el torrente, vivirá; habrá peces en abundancia, porque los lugares a donde lleguen estas aguas quedarán saneados. En ambas márgenes del río crecerán árboles frutales de toda especie, de follaje perenne e inagotables frutos. Darán frutos nuevos cada mes, porque los riegan las aguas que manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de medicina».
  • Salmo Responsorial: 45
    "Un río alegra la ciudad de Dios."

    Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro auxilio oportuno en el peligro. Por eso no tememos, aunque tiemble la tierra y los cimientos de la tierra se desplomen en el mar. 
    R. Un río alegra la ciudad de Dios.

    Los canales de un río alegran la ciudad de Dios, la más santa morada del Altísimo. Dios está en medio de ella, no puede ser destruida; Dios la socorre al despuntar la aurora.
    R. Un río alegra la ciudad de Dios.

    El Señor todopoderoso está con nosotros, nuestra defensa es el Dios de Jacob. Vengan a ver las obras del Señor, los prodigios que hace en la tierra.
    R. Un río alegra la ciudad de Dios.
  • Segunda Lectura: I Corintios 3, 9c-11.16-17
    "Ustedes son templos de Dios"
    Hermanos: Ustedes son casa que Dios edifica. Conforme al don que Dios me ha concedido, yo, como sabio arquitecto, puse los cimientos; otro levanta el edificio. Pero que cada cual mire cómo construye. Desde luego, nadie puede poner un cimiento distinto al que ya está puesto, y este cimiento es Jesucristo.
    ¿No saben que son templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y ese templo son ustedes.
  • Evangelio: Juan 2, 13-22
    "Jesús hablaba del templo de su cuerpo"
    Como ya se acercaba la fiesta de la pascua de los judíos, Jesús fue a Jerusalén. En el templo se encontró con los vendedores de bueyes, ovejas y palomas; también a los cambistas de dinero con sus mesas. Al ver aquello, Jesús hizo un látigo de cordeles y los echó del templo a todos, con sus ovejas y bueyes; volcó las mesas de los cambistas y les tiró al suelo las monedas; y a los vendedores de palomas les dijo: 
    «Quiten esto de aquí: no conviertan en un mercado la casa de mi Padre».
    En ese momento sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu casa me devora. Intervinieron los judíos y le preguntaron:
    «¿Qué señal nos das como prueba de tu autoridad para actuar así?»
    Jesús respondió: 
    «Destruyan este templo, y en tres días yo lo levantaré de nuevo». 
    Replicaron los judíos: 
    «Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y piensas tú reconstruirlo en tres días?» 
    Pero el templo del que Jesús hablaba era su propio cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, recordaron sus discípulos lo que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras que él había pronunciado.

No hay comentarios: