martes, 10 de enero de 2012

Evangelio 11 de Enero de 2011


  • Primera Lectura: I Samuel 3, 1-10. 19-20
    "Habla, Señor, que tu siervo escucha"
    En aquellos días, el joven Samuel estava al sevicio del Señor con Elí. La palabra del Señor era rara en aquel tiempo y no eran frecuentes las visiones. 
    Un día estaba Elí acostado en su habitación. Sus ojos comenzaban a debilitarse y apenas podía ver. La lámpara de Dios todavía no se había apagado. Samuel estaba durmiendo en el santuario del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel:
    «Samuel, Samuel».
    El respondió:
    «Aquí estoy». 
    Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo:
    «Aquí estoy. Porque me has llamado». 
    Respondió Elí: 
    «No te he llamado, vuelve a acostarte». 
    Y Samuel fue a acostarse. Pero olvió el Señor lo llamó otra vez: «Samuel». 
    Samuel se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo:
    «Aquí estoy, porque me has llamado» 
    Respondió Elí:
    «No te he llamado, hijo mío. 
    Vuelve a acostarte». 
    Samuel no conocía todavía al Señor, pues la palabra del Señor no se le había revelado. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel; éste se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo:
    «Aquí estoy, porque me has llamado»
    Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven y le aconsejó: 
    «Ve a acostarte, y si te llaman respondes: 
    “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”». 
    Y Samuel se fue a acostar. De nuevo el Señor se presentó y lo llamó como las otras veces:
    «Samuel, Samuel».
    Este respondió:
    «Habla, que tu siervo escucha».
    Samuel crecía y el Señor estaba con él. Ninguna de sus palabras dejó de cumplirse. Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta del Señor.
  • Salmo Responsorial: 39
    "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad."
    Puse toda mi esperanza en el Señor; él se inclinó hacia mí y escuchó mi grito. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no se va con los idólatras, que corren tras el engaño.
    Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

    Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero hiciste que te escuchara; no pides holocaustos ni víctimas, entonces yo digo: «Aquí estoy».
    Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

    Para hacer lo que está escrito en el libro de mí: amo tu voluntad, Dios mío, llevo tu ley en mi interior. He proclamado tu fidelidad en la gran asamblea; tú sabes, Señor, que no me he callado.
    Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
  • Evangelio: Marcos 1, 29-39
    "Curó a muchos enfermos de diversos males"
    En aquel tiempo, al salir de la sinagoga, Jesús se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Se lo dijeron a Jesús y él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Se le quitó la fiebre y se puso a servirlos. 
    Al atardecer, cuando ya se había puesto el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos del demonio. La población entera se apiñaba a la puerta. El curó entonces a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero a éstos no los dejaba hablar, porque sabían quién era. 
    De madrugada, antes del amanecer, se levantó, salió, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca. Cuando lo encontraron, le dijeron: 
    «Todos te buscan». 
    Jesús les dijo:
    «Vamos a otra parte, a los pueblos cercanos, para predicar también allí, pues para esto he venido». 
    Y se fue a predicar en las sinagogas judías por toda Galilea, expulsando los demonios.

No hay comentarios: