viernes, 2 de diciembre de 2016

Evangelio 2 de Diciembre de 2016

Color: Morado

Santos:

Lecturas del día:

  • Primera lectura

    Isaías 29:17-24
    17 ¿Acaso no falta sólo un poco, para que el Líbano se convierta en vergel, y el vergel se considere una selva?
    18 Oirán aquel día los sordos palabras de un libro, y desde la tiniebla y desde la oscuridad los ojos de los ciegos las verán,
    19 los pobres volverán a alegrarse en Yahveh, y los hombres más pobres en el Santo de Israel se recocijarán.
    20 Porque se habrán terminado los tiranos, se habrá acabado el hombre burlador, y serán exterminados todos los que desean el mal;
    21 los que declaran culpable a otro con su palabra, y tienden lazos al que juzga en la puerta, y desatienden al justo por una nonada.
    22 Por tanto, así dice Yahveh, Dios de la casa de Jacob, el que rescató a Abraham: «No se avergonzará en adelante Jacob, ni en adelante su rostro palidecerá;
    23 porque en viendo a sus hijos, las obras de mis manos, en medio de él, santificarán mi Nombre.» Santificarán al Santo de Jacob, y al Dios de Israel tendrán miedo.
    24 Los descarriados alcanzarán inteligencia, y los murmuradores aprenderán doctrina.
  • Salmo responsorial

    Salmo 27:1, 4, 13-14
    1 Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahveh, el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?
    4 Una cosa he pedido a Yahveh, una cosa estoy buscando: morar en la Casa de Yahveh, todos los días de mi vida, para gustar la dulzura de Yahveh y cuidar de su Templo.
    13 ¡Ay, si estuviera seguro de ver la bondad de Yahveh en la tierra de los vivos!
    14 Espera en Yahveh, ten valor y firme corazón, espera en Yahveh.
  • Evangelio

    Mateo 9:27-31
    27 Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!»
    28 Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?» Dícenle: «Sí, Señor.»
    29 Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe.»
    30 Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!»
    31 Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.

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