sábado, 12 de mayo de 2018

Evangelio meditado

Maternidad de Dios
Santo Evangelio según San Juan 16, 23-28. Sábado VI de Pascua.


Por: H. Jorge Alberto Leaños García, L.C. | Fuente: missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, vengo a encontrarme contigo al inicio del día, para escuchar lo que quieres de mí. Enséñame a creerte y a seguirte para experimentar tu Palabra que salva.
Señor quiero encontrarte. Solo dame la paciencia para esperar tu gracia, sabiduría para verte en donde me muestres tu bondad, entendimiento para comprender lo que me quieres enseñar y fortaleza para vencer con tus fuerzas. Ayúdame a discernir dónde está tu voluntad, estar abierto a lo que me pidas y que nunca tenga miedo de hacer tu Voluntad.


Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 16, 23-28
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi nombre, se lo concederá. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.
Les he dicho estas cosas en parábolas; pero se acerca la hora en que ya no les hablaré en parábolas, sino que les hablaré del Padre abiertamente. En aquel día pedirán en mi nombre, y no les digo que rogaré por ustedes al Padre, pues el Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que salí del Padre. Yo salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre".
Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Una verdadera madre no sabe ignorar las necesidades de sus hijos.
Cada uno de nosotros podrá hacer una inmensa lista de peticiones, pero lo importante no es sólo el hecho de hacer la lista sino la actitud con la que se hace.
La actitud deberá estar llena de confianza como la de un niño que levanta su pequeña voz hacia su madre. Esto se hace con sencillez y espontaneidad manteniendo una verdadera relación entre la persona que habla y la que escucha.
La esperanza jugará un papel importante para saber esperar lo que se pide en el momento justo. Se trata de recordar el tesoro de la filiación adoptiva que hemos recibido de Dios. Puede ser que Él sepa exactamente lo que nos hace falta, pero el hecho de pedírselo provoca en nosotros el recuerdo de que nos ama sin medidas. La confianza que surge en nosotros se convierte y transforma en una seguridad. Así, podremos ser conscientes de que Dios no se atreve a poner medidas en su generosidad.
Imaginemos el gozo que tiene una madre ante la oportunidad de dar a su hijo lo que le pide y que al dárselo se cree en el niño la conciencia de que es amado infinitamente.
Pero por mucho que la madre dé a su hijo, el hijo nunca sabrá cuánto se le ama.
La Iglesia es madre y nos recibe a todos como madre: María madre, la Iglesia madre, una maternidad que se expresa en las actitudes de humildad, de acogida, de comprensión, de bondad, de perdón y de ternura. Donde hay maternidad y vida hay vida, alegría, paz, se crece en paz. Cuando falta esta maternidad solamente queda la rigidez, esa disciplina, y no se sabe sonreír.
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de septiembre de 2015, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy pediré por mi madre.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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