lunes, 1 de diciembre de 2008

Evangelio 2 de Diciembre

Adviento

1ª Lectura
Is 11,1-10
1 Un brote saldrá del tronco de Jesé, un vástago surgirá de sus raíces. 2 Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fuerza, espíritu de conocimiento y de temor del Señor. 3 En el temor del Señor se inspirará; no juzgará por lo que sus ojos vean, ni fallará por lo que oigan sus oídos; 4 juzgará con justicia a los débiles, y con rectitud a los pobres del país; al tirano herirá con la vara de su boca, matará al criminal con el soplo de sus labios.5 La justicia será el ceñidor de su cintura; la lealtad, el cinturón de sus caderas. 6 El lobo habitará con el cordero, el leopardo se acostará junto al cabrito; ternero y leoncillo pacerán juntos, un chiquillo los podrá cuidar. 7 La vaca y la osa pastarán en compañía, juntos reposarán sus cachorros, y el león como un buey comerá hierba. 8 El niño de pecho jugará junto al agujero de la víbora; en la guarida del áspid meterá su mano el destetado. 9 No harán ya mal, ni causarán más daño en todo mi monte santo, porque el país estará lleno del conocimiento del Señor, como las aguas llenan el mar.
RETORNO DE LOS DESTERRADOS
10 Aquel día la raíz de Jesé se alzará como enseña de las gentes; la buscarán los pueblos, y será gloriosa su morada.

Salmo Responsorial
Sal 72,2
2 que gobierne a tu pueblo con justicia y juzgue a tus oprimidos según derecho.
Sal 72,7-8
7 En sus días triunfará la justicia y habrá una paz firme hasta que falte la luna; 8 dominará de mar a mar, desde el río hasta los límites del mundo;
Sal 72,12-13
12 él liberará al pobre que suplica, al miserable que no tiene apoyo alguno;
13 se cuidará del débil y del pobre; a los pobres les salvará la vida;
Sal 72,17
17 Que eternice su nombre, que propague su nombre bajo el sol; para que en él sean bendecidas todas las razas de la tierra y todas las naciones lo proclamen dichosas.

Evangelio
Lc 10,21-24
21 En aquel momento, lleno de gozo bajo la acción del Espíritu Santo, dijo: «Yo te alabo, Padre, señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los hombres sabios y a los entendidos, y se las has manifestado a los sencillos. Sí, Padre, porque así has querido. 22 Mi Padre me ha confiado todas las cosas; nadie conoce al hijo sino el Padre; y nadie conoce al Padre sino el hijo y aquel a quien el hijo se lo quiera manifestar». 23 Se volvió a los discípulos y les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! 24 Os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que
vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís y no lo oyeron».

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