domingo, 9 de enero de 2011

Evangelio 8 de Enero de 2011

  • Primera Lectura: I Juan 5, 14-21
    "Dios nos escucha en todo lo que le pedimos conforme a su voluntad"

    Queridos hijos: Esta es la confianza que tenemos en Dios: que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha; y si sabemos que nos escucha cuando le pedimos algo, sabemos que tenemos todo lo que le hemos pedido.

    Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, pida a Dios por él, y Dios le dará la vida. Me refiero a los que cometen pecados que no llevan a la muerte. Porque hay un pecado que lleva a la muerte; por ése no digo que se pida. Aunque toda mala acción es pecado, no todo pecado lleva a la muerte.

    Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca; el Hijo de Dios lo protege, y no lo toca el demonio.

    Sabemos que pertenecemos a Dios y que el mundo entero está bajo el poder del demonio; pero sabemos también que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para conocer al Verdadero. Y estamos en el Verdadero, en su Hijo, Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna.

    Hijo míos, cuídense de los ídolos.

  • Salmo Responsorial: 149
    "El Señor ama a su pueblo."

    Canten al Señor un canto nuevo, alábenlo en la asamblea de los fieles; celebre Israel a su Creador, festejen los hijos de Sión a su Rey.
    R. El Señor ama a su pueblo.

    Que alaben su nombre con danzas, que toquen para él la pandereta y el arpa; porque el Señor aprecia a su pueblo y concede a los débiles la victoria.
    R. El Señor ama a su pueblo.

    Que los fieles salten de alegría y hasta en los lechos canten jubilosos: con vivas a Dios en la boca; será un honor para todos sus fieles.
    R. El Señor ama a su pueblo.

  • Evangelio: Juan 3, 22-30
    "El amigo del novio se alegra de oír su voz"

    En aquel tiempo fue Jesús con sus discípulos a Judea y permaneció allí con ellos bautizando. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque allí había agua abundante. La gente acudía y se bautizaba, pues Juan no había sido encarcelado todavía.

    Surgió entonces una disputa entre algunos de los discípulos de Juan y unos judíos acerca de la purificación. Se acercaron a Juan y le dijeron:

    «Maestro, Aquél que estaba contigo en la otra orilla del Jordán, de quien tú nos diste testimonio, está ahora bautizando y todos acuden a él».

    Contestó Juan:

    «El hombre sólo puede tener lo que Dios le haya dado. Ustedes mismos son testigos de lo que yo dije entonces: “Yo no soy el Mesías, sino el que han enviado delante de él”. La esposa pertenece al esposo. El amigo del esposo, que está junto a él y lo escucha, se alegra mucho al oír la voz del esposo; por eso mi alegría ha llegado a su plenitud. Es necesario que él crezca y que yo disminuya».

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