En su discurso de agradecimiento al Presidente de Hungría, Pál Schmitt, y a la Orquesta Filarmónica Nacional de Hungría que interpretó varias piezas del famoso pianista húngaro Franz Liszt, el Santo Padre explicó que este gran compositor de música sinfónica y clásica, también era un hombre de profunda fe.
Seguidamente Benedicto XVI hizo una reflexión sobre las tres piezas primeras piezas interpretadas, entre las cuales estaba el Ave María-Die Glocken von Rom. Con sonidos muy distintos entre sí, se ha podido expresar "armoniosamente un único proyecto musical".
"Y por esto nos han donado la belleza y el gozo de la escucha, han suscitado en nosotros una amplia gama de sentimientos: desde la alegría y lo festono de la marcha, hasta la meditación de la segunda pieza con una insistente y estrujadora melodía, hasta la actitud orante a la cual nos ha invitado el coral Ave María.
Radio Vaticana informa que el Papa se refirió luego al Salmo 13 y su relación con "Liszt (que) residió en Tivoli y en Roma; es el período en el que el compositor vive en modo intenso su fe, tanto como para producir casi exclusivamente música sacra; recordemos que recibió los órdenes menores. La pieza que hemos escuchado nos ha dado la idea de la calidad y de la profundidad de esta fe".
"Es un Salmo en el cual el que ora se encuentra en dificultad, el enemigo lo rodea, lo asedia, y Dios parece ausente, parece haberlo olvidado. Y la plegaria se hace angustiante de cara a esta situación de abandono: ‘¿Hasta cuándo, Señor?’, repite por cuatro veces el Salmista. ‘Señor, ¿hasta cuándo?’, repiten en modo casi martillante el tenor y el coro en la composición escuchada".
"Es el grito del hombre y de la humanidad, que siente el peso del mal que hay en el mundo; y la música de Liszt nos ha transmitido este sentido de peso, de angustia. Pero Dios no abandona. El Salmista lo sabe y también Liszt como hombre de fe, lo sabe".
Desde la angustia, continuó el Santo Padre, "nace una súplica llena de confianza que desemboca en el gozo: ‘Mi corazón exultará en tu salvación; cantaré al Señor que me colmó de bienes’. Y aquí, la música de Liszt se transforma: tenor, coro y orquesta elevan un himno de plena confianza en Dios, que nunca traiciona, nunca se olvida, nunca nos deja solos".
"Liszt, a propósito de su Missa Solemnis, escribía: ‘Puedo verdaderamente afirmar que he orado más esta Misa de cuanto la haya compuesto’. Pienso que lo mismo podemos decir de este Salmo: el gran músico húngaro la ha más orado que compuesto, o mejor aún, la ha rezado antes de componerla".
Finalmente el Papa agradeció nuevamente "al Señor Presidente de la República, al Director, al Tenor, a la Orquesta Filarmónica y al Coro, a todos los organizadores, por habernos donado este momento en el cual nuestro corazón ha sido invitado a elevarse a la altura de Dios. Que el Señor siga bendiciendo la vida de todos ustedes. Gracias a todos".
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