jueves, 20 de octubre de 2011

Evangelio 20 de Octubre de 2011


  • Primera Lectura: Romanos 6, 19-23
    "Libres ya del pecado y entregados al servicio de Dios, dan frutos de santidad"
    Hermanos: Por la dificultad natural que tienen ustedes para entender estas cosas, voy a seguir utilizando una comparación de la vida ordinaria. Así como en otros tiempos pusieron sus miembros al servicio de la impureza y de la maldad, hasta llegar a la degradación, así ahora pónganlos al servicio del bien, a fin de que alcancen su santificación.
    Cuando ustedes eran esclavos del pecado, no estaban al servicio del bien. Y ¿qué frutos recogieron entonces de aquello que ahora los llena de vergüenza? Ninguno, pues son cosas que conducen a la muerte. 
    Pero ahora, libres ya del pecado y entregados al servicio de Dios, dan frutos de santidad que conducen a la vida eterna. En una palabra, el pecado nos paga con la muerte; en cambio, Dios nos da gratuitamente la vida eterna, por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.
  • Salmo Responsorial: 1
    "Dichoso el hombre que confía en el Señor."

    Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en malos pasos ni se burla del bueno, que ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos.
    R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.

    Es como un árbol plantado junto al río, que da su fruto a tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito.
    R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.

    En cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento. Porque el Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo.
    R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.
  • Evangelio: Lucas 12, 49-53
    "No he venido a traer paz, sino más bien división"
    En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
    «He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! 
    Tengo que recibir un bautismo ¡y cómo me angustio mientras llega! 
    ¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo, no he venido a traer paz, sino más bien división. 
    De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estarán divididos: el padre, contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

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