domingo, 15 de enero de 2012

Evangelio 15 de Enero de 2011


  • Primera Lectura: I Samuel 3, 3b-10.19
    "Habla, Señor, tu siervo te escucha"
    En aquellos días, Samuel estaba durmiendo en el santuario del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel:
    «Samuel, Samuel».
    El respondió:
    «Aquí estoy». 
    Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: 
    «Aquí estoy, porque me has llamado».
    Respondió Elí: 
    «No te he llamado, vuelve a acostarte». 
    Y Samuel fue a acostarse. Pero el Señor lo llamó otra vez:
    «Samuel».
    Samuel se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo:
    «Aquí estoy, porque me has llamado.
    Respondió Elí:
    «No te he llamado, hijo mío, acuéstate de nuevo».
    Samuel no conocía todavía al Señor, pues no se le había revelado la palabra del Señor.
    Por tercera vez llamó el Señor a Samuel; éste se levantó, fue donde estaba Elí y le dijo:
    «Aquí estoy, porque me has llamado».
    Comprendió entonces Elí que era el Señor quien llamaba al joven, y le aconsejó:
    «Ve a acostarte, y si te llaman, respondes: Habla, Señor, que tu siervo escucha».
    Samuel fue y se acostó en su sitio. Vino el Señor, se acercó y lo llamó como las otras veces:
    «Samuel, Samuel».
    Samuel respondió:
    «Habla, Señor, que tu siervo escucha».
    Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.
  • Salmo Responsorial: 39
    "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad."
    Puse toda mi esperanza en el Señor; él se inclinó hacia mí y escuchó mi grito; puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios.
    Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

    Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero hiciste que te escuchara; no pides holocaustos ni víctimas; entonces yo digo: «Aquí estoy», para hacer lo que está escrito en el libro acerca de mí.
    Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

    Amo tu voluntad, Dios mío, llevo tu ley en mi interior. He proclamado tu fidelidad en la gran asamblea; tú sabes, Señor, que no me he callado.
    Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
  • Segunda Lectura: I Corintios 6, 13c-15a.17-20
    "Sus cuerpos son miembros de Cristo"
    Hermanos: El cuerpo no es para la lujuria, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Dios, por su parte, que resucitó al Señor, también nos resucitará a nosotros con su poder. 
    ¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? En cambio, el que se une al Señor se hace un solo espíritu con él. 
    Eviten la lujuria. Cualquier otro pecado cometido por el hombre queda fuera del cuerpo; pero el lujurioso peca contra su propio cuerpo. ¿O es que no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que habita en ustedes? No son ustedes sus propios dueños, porque han sido comprados ¡y a qué precio!; den, pues, gloria a Dios con su cuerpo.
  • Evangelio: Juan 1, 35-42
    "Vieron dónde vivía y se quedaron con él"
    En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos y, fijando los ojos en Jesús que pasaba, dijo:
    «Este es el cordero de Dios».
    Los dos discípulos lo oyeron decir esto y siguieron a Jesús. El se volvió hacia ellos y, viendo que lo seguían, les preguntó:
    «¿Qué buscan?»
    Ellos contestaron:
    «¿Maestro, donde vives?».
    El les dijo:
    «Vengan lo verán».
    Se fueron con él, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; eran como las cuatro de la tarde. 
    Uno de los dos que siguieron a Jesús por el testimonio de Juan era Andrés, el hermano de Simón Pedro. El primero a quien encontró Andrés fue a su hermano Simón, y le dijo:
    «Hemos encontrado al Mesías» (que quiere decir Cristo). 
    Y lo llevó a Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: 
    «Tú eres Simón, hijo de Juan; en adelante te llamarás Cefas» (es decir Pedro).

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