jueves, 19 de enero de 2012

Evangelio 20 de Enero de 2012


  • Primera Lectura: I Samuel 24, 3-21
    "No pondré la mano sobre el ungido del Señor"
    En aquellos días, Saúl tomó consigo tres mil hombres elegidos de entre todo Israel, y marchó en busca de David y de su gente en dirección de las Rocas de las Cabras Monteses. Cuando llegó a los corrales de las ovejas que hay junto al camino, Saúl entró para satisfacer sus necesidades en una cueva que hay allí. David y sus hombres estaban en el fondo de la cueva. Los hombres de David le dijeron: 
    «Mira, este es el día al que se refería el Señor, cuando te dijo: 
    “Yo entrego a tu enemigo entre tus manos; trátale como te parezca”». 
    David se levantó y cortó silenciosamente el borde del manto de Saúl. Después le remordió la conciencia por haber cortado el borde del manto de Saúl, y dijo a sus hombres: 
    «Dios me libre de hacerle algún daño, porque él es el ungido del Señor».
    Con estas palabras contuvo David a sus hombres y no les permitió lanzarse contra Saúl.
    Saúl salió de la cueva y siguió su camino. Después David salió también de la cueva y se puso a gritar detrás de él: 
    «¡Rey y señor mío!» 
    Saúl miró hacia atrás, y David le hizo una gran reverencia y se postró. Después dijo a Saúl: 
    «¿Por qué haces caso a la gente que dice que David busca tu ruina? Date cuenta de que hoy el Señor te puso en mis manos en la cueva. Me incitaron a matarte, pero yo te he respetado, pues pensé: 
    “No alzaré mi mano contra el rey, porque es el ungido del Señor”. 
    Mira, padre mío, mira el borde de tu manto en mi mano. Puesto que he cortado el borde de tu manto y no te he matado, reconoce y comprueba que no hay en mí maldad ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. Tú es cambio, intentas a toda costa quitarme la vida. Que el Señor sea nuestro juez y que él me vengue de ti, pero yo no te tocaré. ¿Contra quién ha salido el rey de Israel? ¿A quien persigues? ¡A un perro muerto, a una pulga! Que el Señor juzgue y pronuncie sentencia entre nosotros dos. El examinará, defenderá mi causa y me librará de tu poder».
    Cuando David terminó de decir estas palabras a Saúl, éste preguntó:
    «¿Es ésa tu voz, David, hijo mío?»
    Saúl se puso a llorar, y reconoció ante David:
    «Tú eres inocente y yo no, porque tú me has hecho el bien y yo te he hecho el mal. Hoy has demostrado que te portas bien conmigo, pues el Señor me puso en tus manos y no me mataste. Cuando alguien encuentra a su enemigo, ¿lo deja continuar tranquilo su camino? Que el el Señor te pague lo que hoy has hecho conmigo. Ahora reconozco que tú serás rey y que el reino de Israel será estable en tus manos».
  • Salmo Responsorial: 56
    "Misericordia, Dios mío, misericordia."
    Ten piedad de mí, Dios mío, pues me refugio en ti; a la sombra de tus alas me refugio hasta que pase la calamidad.
    Misericordia, Dios mío, misericordia.

    Invoco al Dios Altísimo, al Dios que actúa en mi favor. Me salvará desde el cielo, confundirá a los que me atacan; Dios enviará su amor y su fidelidad.
    Misericordia, Dios mío, misericordia.

    Muestra, Dios mío, tu grandeza en los cielos, y tu gloria sobre toda la tierra, pues tu amor llega hasta el cielo, hasta las nubes tu fidelidad.
    Misericordia, Dios mío, misericordia.
  • Evangelio: Marcos 3, 13-19
    "Jesús llamó a los que él quiso para que se quedaran con él"
    En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña, llamó a los que él quiso y se acercaron a él. Designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles para que estuvieran con él y para mandarlos a predicar con poder de expulsar a los demonios.
    Designó a estos Doce: A Simón, al cual dio el sobrenombre de Pedro; a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges, es decir hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que lo entregó.

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