miércoles, 7 de enero de 2015

La pereza

Madre de todos los vicios
Tendencia a la ociosidad o por lo menos a la negli­gencia y entorpecimiento en la acción


Por: P. Miguel Ángel Fuentes, V.E. | Fuente: El Teólogo Responde



Considero que soy perezoso en el cumplimiento de mis obligaciones, no obstante que me gradué de la universidad con muy buenas notas; no me he titulado y de esto hace ya más de un año y no he buscado trabajo todavía, aunque por mi posición económica no lo requiero de inmediato y no hay nadie que dependa de mí. Pero estoy perdiendo el tiempo. Me he tratado de enmendar y estoy avanzando en mi tesis, pero a ritmo muy lento y de una forma no muy diligente aunque me empeño en romper este vicio. Pero como no lo he vencido, me mantiene muy intranquilo. No se habla mucho sobre la pereza; ¿qué tipo de pecado es: mortal o venial? ¿cómo medir su gravedad? ¿cómo tener un criterio cierto y no laxo, ni escrupuloso, para juzgarme?

La pereza es la tendencia a la ociosidad o por lo menos a la negli­gencia y al entorpecimiento en la acción. Se llama acedia cuando se refiere a la pereza respecto del procurar la amistad con Dios y los bienes espirituales, a causa de los esfuerzos exigidos para su conservación. En este caso se aproxima a la tibieza espiritual.

La gravedad se mide, por lo general, por la importancia de las obligaciones que ella hace descuidar. Puede, por tanto, ser leve o grave, según las omisiones o negligencias que suscite.

La acedia llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino. Se opone a la caridad porque hace que el hombre no encuentre placer en Dios y considere las cosas que se refieren a Dios como cosa triste, sombría y melancólica.

Cuando se trata de una simple tentación o estado involuntario de abatimiento y desgano no es pecado. Pero cuando se trata de una positiva y voluntaria resistencia a las cosas divinas constituye un pecado grave contra la caridad para con Dios.

En cuanto a los pecados que este vicio engendra, los autores espiri­tuales lo consideran madre de todos los vicios.


Los remedios que deben prescribirse para vencerla serán:

1º Convencerse de la necesidad de producir fruto, de la gravedad de las omisiones que pueden resultar de la pereza; del peligro del hábito de pereza; de la gravedad que implica al ponernos en ocasión de todos los pecados.

2º Contemplar el ejemplo y las enseñanzas de Cristo y los santos.

3º Trabajar la voluntad y el carácter, habituándose a superarse en pequeños esfuerzos, hasta adquirir la firmeza y constancia en el obrar.

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