Las ciudades presentan grandes oportunidades y grandes riesgos: puede ser magníficos espacios de libertad y de realización humana, pero también terribles espacios de deshumanización y de infelicidad. Además,los laicos son llamados a vivir un humilde protagonismo en la Iglesia y convertirse en fermento de vida cristiana para toda la ciudad”. Es una reflexión del papa Francisco en su discurso a los participantes de la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para los Laicos, que ha tratado el tema “Encontrar a Dios en el corazón de la ciudad”.
El tema elegido, ha observado el Papa, se coloca en el surco de la Evangelii gaudium para entrar en los “desafíos de las culturas urbanas”. Por eso, Francisco ha recordado que el fenómeno del urbanismo ha asumido ya dimensiones globales: más de la mitad de los hombres del planeta vive en las ciudades. Y el contexto urbano --ha explicado-- tiene un fuerte impacto en la mentalidad, la cultura, los estilos de vida, las relaciones interpersonales, la religiosidad de las personas.
Asimismo, ha observado que parece que cada ciudad, tiene la capacidad de generar dentro de sí una oscura “anti-ciudad”. Parece que junto a los ciudadanos existen también los no-ciudadanos: “personas invisibles, pobres de medios y de calor humano, que viven en “no-lugares”, que viven de las “no-relaciones”. Son individuos a los que nadie dirige “una mirada, una atención, un interés”, ha advertido el Papa.
Pero frente a estos tristes escenarios, el Santo Padre ha indicado que debemos recordar siempre que Dios no ha abandonado la ciudad.
Por otro lado, ha pedido no abandonarse nunca en el pesimismo y el derrotismo, sino tener una mirada de fe sobre la ciudad, una mirada contemplativa que descubra es Dios que habita en sus casas, en sus calles, en sus plazas.
Al respecto, el Pontífice ha recordado que los fieles laicos, sobre todo, están llamados a salir sin temor para ir al encuentro de los hombres de la ciudad: “en las actividades cotidianas, en el trabajo, como solteros o como familias, junto a la parroquia o en los movimientos eclesiales de los que forman parte, pueden romper el muro del anonimato y de indiferencia que a menudo reina en la ciudad. Se trata de ser “apóstoles del barrio”. Asimismo, ha recordado que en la ciudad a menudo hay un terreno de apostolado mucho más fértil de lo que muchos imaginan. Y por eso, ha reconocido el Pontífice, es importante cuidar la formación de los laicos.
Al mismo tiempo --ha proseguido-- es necesario alimentar en ellos el deseo del testimonio, para que puedan donar a los otros con amor el don de la fe que han recibido, acompañando con afecto a esos sus hermanos que mueven los primeros pasos en la vida de fe.
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