jueves, 26 de julio de 2018

Evangelio meditado

Un don que implica compromiso
Santo Evangelio según San Mateo 13, 10-17. Jueves XVI de Tiempo Ordinario.


Por: H. Alexis Montiel, L.C. | Fuente: missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Que tu amor inunde mi corazón y, así, me abras el entendimiento para conocer lo que tu Palabra me quiere decir día con día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 13, 10-17
En aquel tiempo se acercaron a Jesús sus discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?". Él les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos; pero a ellos no. Al que tiene se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden.
En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Ustedes oirán una y otra vez y no entenderán; miraran y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y ha tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.
Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.
Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Más de alguna vez me he preguntado si es real que no les es concedido a todos saber la verdad del Evangelio, conocer su alegría, su energía, la vida cristiana... Ahora que soy mayor, veo cómo realmente hay muchas personas que no lo han conocido, incluso católicos que se han quedado indiferentes ante los problemas de los demás, que no se quieren comprometer a vivir el Evangelio con radicalidad, y me pregunto por qué no se les ha revelado la verdad.
Señor, Tú conoces el corazón del hombre y sabes que puedo rechazar tu mensaje de amor porque no me doy cuenta de la verdadera vida a la que Tú me llamas cada día.
Este precioso don que es la fe no se puede contener, no es capaz de quedarse sin comunicarse, no es capaz de dejarse de vivir. El único obstáculo que tiene es el de mi falta de autenticidad, mi propia pereza cuando me quedo quieto, con los brazos cruzados. Tú me pides que te sea fiel, a pesar de lo que pase, a pesar de las burlas que me puedan hacer; Tú eres mejor que todo lo que me pudiese pasar, no te puedo traicionar.
Tú no creaste las enfermedades, pero sí a quien las cura; no creaste la guerra, pero sí a quien la puede detener; no creaste la fatiga, pero sí a quien la sabe ayudar; no creaste la tristeza, creaste a quien sabe dar una sonrisa; no creaste la mentira, el odio, la ira, el mal… por eso yo también repito con el salmista: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad".
Nosotros conocemos al Niño Jesús, Jesús que cura a los enfermos, Jesús que predica, que hace milagros, que muere por nosotros y resucita. Sabemos todo esto, pero esto no quiere decir conocer el misterio de Cristo. Se trata de algo más profundo y por ello es necesaria la oración: "Padre, envíame tu Espíritu para que conozca a Cristo". Es una gracia. Es una gracia que da el Padre.
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de octubre de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Participar en una hora eucarística, o al menos hacer una visita a Cristo Eucaristía, para pedir la gracia de crecer en la experiencia de Cristo en mi vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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