jueves, 12 de febrero de 2009

Evangelio 13 de Febrero 2009

Tiempo Ordinario: (1ª Parte)

1ª Lectura
Gén 3,1-8
1 La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ¿Es cierto que os ha dicho Dios: No comáis de ningún árbol del jardín?». 2 La mujer respondió a la serpiente: «Nosotros podemos comer del fruto de los árboles del jardín. 3 Sólo del fruto del árbol que está en medio del jardín nos ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, bajo pena de muerte». 4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: «¡No, no moriréis! 5 Antes bien, Dios sabe que en el momento en que comáis se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal».6 La mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, gradable a la vista y deseable para adquirir sabiduría. Tomó, pues, de su fruto y comió; dio también de él a su marido, que estaba junto a ella, y él también comió. 7 Entonces se abrieron sus ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos taparrabos. 8 Oyeron después los pasos del Señor Dios, que se paseaba por el jardín a la brisa de la tarde, y el hombre y su mujer se escondieron de su vista entre los árboles del
jardín.

Salmo Responsorial
Sal 32,1-2
1 Maskil de David Dichoso aquel a quien se le ha perdonado la culpa y se le ha cubierto su pecado, 2 dichoso aquel a quien el Señor no le tiene en cuenta su delito y no tiene dobles intenciones.

Sal 32,5
5 Te he confesado mi pecado y no oculté mi falta; yo dije: «Confesaré mis faltas al Señor», y tú me has absuelto de todos mis delitos.

Sal 32,6
6 Por eso los fieles te suplican el día de la desgracia, y así, aunque las aguas se desborden, no los alcanzarán.

Sal 32,7
7 Tú eres mi refugio, me guardas de la angustia, me rodeas con cantos de victoria.

Evangelio
Mc 7,31-37
31 Salió del territorio de Tiro, fue por Sidón y atravesó la Decápolis hacia el lago de Galilea. 32 Le llevaron un sordo tartamudo y le rogaron que le impusiera sus manos. 33 Jesús lo llevó aparte de la gente, le metió los dedos en los oídos, con su saliva le tocó la lengua, 34 alzó los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «¡Epheta!», que quiere decir «¡Ábrete!». 35 Inmediatamente se le abrieron los oídos y se le soltó la atadura de la lengua, de modo que hablaba correctamente. 36 Les encargó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo ordenaba, más lo proclamaban. 37 Y en el colmo de la admiración decían: «Todo lo ha hecho bien, hasta a los sordos hace oír y a los mudos hablar».

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